Prólogo

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Las guardias en la noche eran una pesadilla para un recién ingresado Nicholas que se esforzaba por acostumbrarse a la vida en el hospital. Ese día —o noche— en particular, había estado observando su reloj más de lo normal, pensando en repetidas ocasiones que el tiempo parecía correr demasiado lento. Se le habían encargado diez personas en total, por el momento, para atender, y aún estando ocupado las horas no corrían más rápido.

No debería estarse preocupando cuando su esposo le aseguró que se encontraba bien, sin embargo, no podía evitarlo. Habían sido días muy difíciles para ambos, pero él se había estancado en la tristeza y, aunque Nicholas intentó todo lo que estuvo a su alcance para sacarlo, no parecía dispuesto a salir de allí.

Salió a dar un corto paseo bajo la luz de la luna, tomando su teléfono para mirar con duda el contacto de su marido, podría estar durmiendo en ese momento y no quería molestarlo.

Habían estado años tramitando el proceso para adoptar un niño, peleando contra quienes se les negaban la tutoría por su sexualidad y hasta hace unos pocos meses lograron conseguir una afirmativa. Entonces, lo siguiente que ellos debían hacer era preparar la casa donde vivían para que fuera adecuado para el niño, recibirían la visita de unos expertos y una vez dado una respuesta positiva, finalmente el niño llegaría a sus vidas. Niño con el cual ya ambos habían compartido tiempo en el orfanato, llevándole regalos que consistían el juguetes, ropa y todo lo que fuera necesario para que se mantuviera bien ahí dentro, Euijoo había logrado tener una relación muy bonita con él y Nicholas también se había encariñado.

Pero de pronto sus padres biológicos decidieron aparecer y reclamarlo, bajo el comentario de que no dejarían que su hijo fuera criado por personas “así”. ¡Como si no lo hubieran abandonado antes! Y la justicia ni siquiera fue capaz de cuestionar lo que el mismo niño quería. Tampoco querían dejar de darle una oportunidad a un nuevo niño, pero eso implicaba volver al principio. Nuevos años tratando de luchar contra una sociedad homofóbica que no les permitía darle amor a un niño que esperaba con mucha esperanza conseguir una familia que le brindara mucho cariño.

Bloqueó el teléfono, largando un suspiro.

Se pudo oír el sonido de unas sirenas a lo lejos, poniéndole los pelos de punta. Ah, era un doctor y aún se asustaba cuando escuchaba tal ruido. Qué estúpido, tal vez hasta se equivocó de carrera.

Nicholas se metió al edificio de nuevo, observando los rostros angustiados de las enfermeras que hablaban entre ellas. Él siguió su camino, dispuesto a ver qué nuevo paciente podía atender. Sin embargo, una mano le sostuvo por el brazo haciéndole detenerse. La mirada apenada de la doctora de pediatría le hizo creer lo peor, siguiéndola rápidamente apenas ella musitó: “debes acompañarme a urgencias”.

Allí, en un cuarto de urgencias, se encontraban varios doctores y enfermeras, viéndose entristecidos por lo que fuera que estuvieran rodeando. A Nicholas le latía el corazón con fuerza mientras más se abría paso entre ellos, dándose cuenta de que algunos con los que era más cercano le miraban con pesar. No podía ser Euijoo, ¿cierto?

Cuando llegó al frente, las piernas le temblaron por falta de fuerza, observando ese cuerpecito sobre la camilla, ojitos aún abiertos con lagrimitas en ellos. Estaba luchando por mantenerse con vida. Nicholas se adelantó con labios temblorosos, reconociendo ese rostro de inmediato.

Una enfermera se encargó de ponerle cedantes, para que todo el dolor en su cuerpecito desapareciera. Y todos allí sabían lo que pasaría cuando sus párpados se cerraran: no sobreviviría, aún si ellos intentaban operarlo, todos sus órganos estaban muy dañados, no sobreviviría ni a una cirugía. El daño eran tan grande que a muchos doctores allí les sorprendía que aún estuviera consciente. Nicholas terminó de aproximarse, tomándole la manita ensangrentada con mucha dulzura, mientras su otra mano subió hacia su mejilla que mezclaba las lágrimas y la sangre, acarició allí, dándole una ligera sonrisa.

— Está bien, ya no dolerá —murmuró, acercando su rostro hacia el contrario—. Ya no dolerá, bebé. Estarás bien.

Hubo reconocimiento en sus orbes, sus dedos moviéndose muy débil contra su mano, en un intento de sostenerle. Nicholas dejó un beso en su frente, acariciando también su manita, luego simplemente apoyó su frente contra la otra, viendo como esos iris perdían el conocimiento de a poquito. Aún si el cedante estaba siendo mucho más fuerte, su niño estaba tratando de luchar por no dejarle ganar.

Y no solo al cedante. Él le estaba dando lucha a la misma muerte.

Finalmente, el pitido llegó sus oídos. Nicholas apretó los labios, cargado de tristeza, de frustración por no haber podido hacer nada y de un enojo con todo el mundo que no podría explicar.

Hora del fallecimiento: 4:44 a.m.








feliz mes d halloween je

MOONLIGHT. nichojooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora