Capítulo 1

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Dejarle en una morgue no era algo que habría imaginado en un algún momento, Nicholas no había podido siquiera comer después de verlo.

Su turno ya había terminado, pero se mantuvo ahí, observando su cuerpecito ya sin vida. ¿Cómo le explicaría a Euijoo que el niño a quien planeaban adoptar ahora se encontraba descansado en la camilla de una morgue? Si el no haber podido adoptarlo había sido difícil para él, no podía siquiera imaginar el dolor que sentiría cuando le dijera que había fallecido.

— ¿Cómo pasó esto? —preguntó Nicholas a la policía cuando por fin salió de la morgue—. Volvió con sus padres...

Hubo un suspiro por parte del oficial, que sostenía su libreta donde anteriormente anotó los testimonios del personal del hospital.

— El niño fue abandonado por sus padres en la carretera.

— ¿Qué...? —susurró, sintiendo las lágrimas una vez más. Pero esta vez fueron con enojo justificado.

¡Le habían vuelto a dar la custodia a dos hijos de puta que, no contentos con arruinarle tener una vida feliz, también decidieron volver a dejarle abandonado por ahí! Peor aún, ¡en una puta carretera donde sabían que corría riesgo!

— Al parecer se cruzó en el camino de un camión, el mismo que lo chocó. Fue el conductor quien avisó a la ambulancia y a la policía.

Nicholas nunca había sentido tanto asco y tanto odio, apretó sus puños con fuerza, deseando tenerles en frente y matarles con sus propias manos. ¿Cómo pudieron hacerle eso al niño que ellos trajeron a la vida? ¿Cómo se podía ser tan malvado con un ser tan inocente?

La policía se marchó poco después, ellos le aseguraron que le informarían apenas encontraran a los padres del niño. Nicholas lo esperaba con ansias, debía hacerse justicia por el pequeño niño, aquel que llegó a ese mundo sin haberlo pedido.

— Ve a casa, ¿si? Tienes que descansar —le dijo Sangah, la médica pediatra, dándole unos golpecitos en los hombros.

— No sé cómo voy a decírselo —susurró, pasándose las manos por el rostro—. Lo va a destruir, Sang.

Sangah suspiró, acercándose para darle un abrazo confortable. Ella sabía cuánto es que ellos querían al niño, lo ansiosos que se encontraban por tenerlo en casa al fin y también sabía la depresión en la que cayó Euijoo cuando el juzgado de menores les negó la tutela. Pero aún más, sabía cuánto Nicholas se estaba esforzando por no caerse de igual manera, porque él miraba el dolor de su pareja pero no lo hacía con el suyo propio.

🌘

Las cortinas de la casa estaban cerradas para cuando llegó, un gran indicio de que Euijoo aún no se había levantado. Nicholas se mantuvo dentro del auto, mirando fijamente hacia su hogar. Había estado pensando todo el camino la manera en que iba a contárselo, pero no encontraba ninguna. Sabía lo mucho que se le iba a romper el corazón cuando se lo dijera, y Nicholas se destrozaba a él de verle tan mal.

Se adentró a la casa con cuidado, evitando cualquier ruido que pudiera despertarle. Nicholas se duchó, se puso su pijama y se acercó a la cama, donde yacía su bonito esposo durmiendo abrazado a una almohada. Sonrió con cariño, quitándole la almohada lo más suave que pudo. Por supuesto, Euijoo se percató de ello aún estando dormido, sus ojitos entrecerrados le observaron adormilados y Nicholas se apuró en meterse en la cama con él, dejando que lo abrazara y se acurrucara en su pecho.

No supo cuánto durmió, pero despertó por el aroma a comida llegando a la habitación desde la cocina. Euijoo siempre cocinaba, preparaba los platos más deliciosos que pudo haber probado jamás, pero últimamente era solo Nicholas quien terminaba su plato. A veces debía obligarle a hacerlo, otras no podía lograr que comiera bocado alguno.

— Hey —saludó cuando llegó a la cocina, pasando un brazo por su cintura para darle un beso en su mejilla.

— Hola —susurró el contrario, dándole una ligera sonrisa.

Ambos se sentaron en la mesa del comedor, uno frente al otro. La televisión de la sala y los cubiertos chocando de vez en cuando con los platos siendo los únicos sonidos allí. Nicholas miró a su esposo juguetear con la comida, su mirada perdida en el mantel de flores lilas.

— Tienes que comer, Euijoo —le dijo. Euijoo parpadeó varias veces seguidas, saliendo de su ensoñación. Volvió a darle una de esas sonrisas apagadas, sin nada de la calidez que solía caracterizarle, mientras tomaba con cuidado sus palillos y agarraba con ellos un poco de comida.

Sabía que sería una noticia muy fuerte, así que Nicholas creyó que lo mejor era que terminara de comer antes de mencionarle lo del niño. Por Dios, ya se le rompía el corazón del solo imaginar su reacción.

— ¿Crees... crees que nos dejen verlo? —preguntó Euijoo entonces, en un tono bajo. Nicholas sintió que le dió un vuelco el corazón.

— ¿Qué?

— S-sé que sus padres no quieren eso, pero tal vez si hablamos con la asistente social nos dejen verlo, al menos una sola vez —la ilusión estaba brillando en sus orbes marrones, poniéndole entristecido.

— Euijoo...

— Por favor, yo... —allí estaban otra vez esas lágrimas de las cuales ya se volvieron una costumbre. Euijoo se limpió el rostro con sus manos, largando un suspiro tembloroso—. Quiero despedirme de él, quiero ser yo quien le explique por qué no puede venir a casa con nosotros. Sé que debe estar culpandose y quiero decirle que no es así, que él es el niño más bueno, bonito, inteligente y adorable y que le eligiría mil veces...

Cuando la voz de Euijoo tembló, obligandole a detener su hablar, Nicholas se levantó. Rodeó la mesa hasta estar a su lado y entonces le abrazó con fuerza, apretando los labios.

¿Cómo le explicaría que ya no había manera de que pudiera decirle todo eso? ¿Cómo le diría que ya no estaba con vida?

MOONLIGHT. nichojooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora