Capítulo 2.

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Joe despertó con un gran dolor de cabeza, tal parecía que la resaca que tendría sería un completo infierno.

Un ruido agudo molestó sus oídos, sin embargo, no tardó en adaptarse a su entorno.

Su celular dejó de sonar, pero no tardó en volver a hacerlo.

Con pesar, tomó el dispositivo y bostezó antes de contestar.

—Diga.

—Buenos días, ¿Nos comunicamos con el señor Joseph Lee Burrow?

—Sí, ¿Quién habla?

—Soy el oficial Peter Brook, le llamó desde el área de migración del aeropuerto internacional Harry Reid, en Paradise, Nevada, el motivo de mi llamada es para notificarle que actualmente su esposa se encuentra retenida.

Aquella declaración hizo que despertara por completo.

—Espere, creo que hay una equivocación, yo no tengo esposa —declaró sumamente sorprendido —. Escuche no es la primera vez que alguien trata de hacerse pasar por mi esposa, por favor, no haga caso de tal declaración.

—Me temo que está vez no se trata de ninguna mentira.

—¿Qué?

—Señor Burrow, dese prisa en llegar al aeropuerto, si está tan seguro de lo que usted dice lo dejaremos ir, sin embargo, le recomiendo que trate de traer consigo a un abogado —terminó y colgó la llamada.

Joe se quedó perplejo ante lo que acababa de escuchar, pero su cuerpo pareció recordar que estaba pasando por un mal momento y su cabeza volvió a doler.

—¿Por qué me pasa esto a mí? — suspiró y se levantó de la cama, aunque también en ese instante fue consciente de que no estaba precisamente en su habitación de hotel —. No, yo no cometí ese error —dijo tratando de autoconvencerse, se miró y al menos se sintió aliviado de saber que no había pasado nada, puesto que su ropa estaba intacta.

Caminó hacia el baño, hizo sus necesidades y justo cuando estaba por lavarse las manos, sintió que su alma abandonó su cuerpo al ser consciente de la argolla en su mano izquierda.

—Jenn —dijo Andrea y la movió para que ella reaccionara.

—Perdón, ¿Qué?

—¿Cómo sigues? —preguntó y se sentó a su lado con un café. La chica en cuestión no resistió más y dejó salir el llanto —. Ey, no, tranquila —dejó el café en el suelo y la abrazó —. Vamos a solucionar esto.

—Mi padre va a matarme, bien sabes que él me puso muchas trabas para el viaje.

—Vamos a encontrar una solución.

—Jamás en mi vida voy a volver a tomar alcohol, ¿Cómo es posible que cometí el error de casarme? —aumentó el llanto y negó con la cabeza —. Antes de venir dije que eso solo le pasaba a gente pendeja, y tal parece que yo soy esa gente.

—Tengo que admitir que si es grave lo que hiciste, pero esperamos que se resuelva pronto.

—¿Pronto? Llevamos ya casi seis horas en este lugar, y todos perdieron el vuelo por mi culpa.

—Jenn, no sirve de nada que te tortures, además, Alexis ya le habló a Olguin, seguro él nos puede ayudar.

—Olguin también va a matarme por irresponsable.

—Mira el lado bueno, si te mata, significara que logramos volver a México —la castaña a su lado siguió llorando —. Tú siempre dijiste que querías casarte con un extranjero, de cierta forma lo lograste.

¡A LA MEXICANA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora