La vida de Mary jamás había sido fácil; de hecho, estaba lejos de serlo. Su primera gran pérdida llegó cuando su abuelo, la figura central de su familia y su mejor amigo, falleció apenas unos días antes de que cumpliera ocho años. Este acontecimiento sumió a la joven en una nube de tristeza difícil de disipar. Poco después, el prestigio de su familia sufrió un duro golpe con el escandaloso divorcio de sus padres. Para una familia acomodada en Londres, el divorcio en sí ya era un hecho vergonzoso; sin embargo, lo más humillante fue el descubrimiento de una infidelidad por parte de su padre, lo que agravó aún más la situación. Tras la separación, su padre comenzó a presentarle a cada una de sus nuevas parejas como si fuera lo más natural, lo que contribuyó a una gran inestabilidad emocional en la joven Mary.
A partir de entonces, la vida de Mary encontró una breve tregua. Su madre se volvió a casar, esta vez con un hombre agradable, y su abuela se trasladó a vivir con ellos en la mansión familiar. A los quince años, Mary redujo significativamente el contacto con su padre, y aunque su entorno parecía haberse estabilizado, los eventos traumáticos de su niñez la dejaron marcada. Estas vivencias la forzaron a madurar de manera prematura, moldeando su carácter reservado y distante en lo social. A medida que crecía, buscaba inconscientemente llenar los vacíos de una infancia robada, lo que llevó a que algunos la consideraran infantil. Dentro de la mansión Brancher, Mary era como un ave enjaulada, rodeada de prohibiciones impuestas por su madre, con quien mantenía una relación tensa y complicada llena de varios altibajos. Desde temprana edad, su madre había intentado moldearla según sus propios ideales, sin éxito alguno.
En un intento por mejorar su situación social, su madre trató de emparejarla con el hijo de una familia cercana y poderosa, los Granchester. Ambos apellidos compartían historias de matrimonios fallidos y segundos enlaces. Tanto Mary como Terry, el hijo único de los Granchester, eran jóvenes rebeldes en sus propias familias, desafiando las estrictas normas de etiqueta que regían en la alta sociedad británica. Ni uno ni el otro mostraba interés en el sexo opuesto, prefiriendo desobedecer las expectativas de sus respectivos padres. Sin embargo, los progenitores de ambos creyeron que sería una buena idea presentarlos, con la esperanza de que en el futuro surgiera un compromiso entre ellos, restaurando así el prestigio y la tranquilidad de ambas familias. No obstante, sus expectativas no podrían haber estado más lejos de la realidad.
En lugar de convertirse en una pareja, Mary y Terry se volvieron inseparables como dos almas gemelas, pero en un sentido fraternal. Ambos, siendo hijos únicos, encontraron en el otro al hermano que nunca tuvieron. Juntos compartían aventuras y travesuras, uniendo sus ideales y opiniones. Aunque el carácter de Terry era más rudo y directo en comparación con el temperamento más suave de Mary, esto no impidió que su amistad floreciera. Durante un tiempo, su relación fue pura camaradería, hasta que, poco a poco, los sentimientos evolucionaron y ambos se vieron atrapados en un torbellino emocional que ni ellos mismos esperaban.
Al compartir experiencias tan similares, Mary y Terry encontraron en el otro un refugio, identificándose mutuamente en la mayoría de los eventos que habían marcado sus vidas. Durante un tiempo, vivieron una relación amorosa bastante breve, aunque llena de altibajos, y la conexión que tenían era evidente. Tanto el duque de Granchester como la matriarca de los Brancher estaban encantados con la idea de ver a sus hijos unidos sentimentalmente, creyendo que esta unión sellaría el destino de ambas familias. Sin embargo, para su pesar, la relación no duró. Finalmente, Mary y Terry pusieron fin a su romance, de manera cordial, para regresar al vínculo fraternal que desde el principio habían sentido el uno por el otro. Ambos llegaron a la conclusión de que era lo más adecuado. Aunque los padres quedaron decepcionados, mantenían la esperanza de que el tiempo y la juventud les darían otra oportunidad para revivir el compromiso que tanto anhelaban. No sabían, sin embargo, que la vida tenía caminos completamente diferentes preparados para Terry y Mary.