Archie se quedó en silencio mientras escuchaba las palabras de Mary, pero algo dentro de él se revolvió. La forma en que ella insinuaba que Candy podría haber sido responsable lo irritaba profundamente. Había conocido a Candy durante mucho tiempo, y aunque a veces ocurrían malentendidos, él nunca la consideraría capaz de algo tan mezquino. Sin embargo, en lugar de decir algo, optó por apretar los labios, su molestia contenida en cada fibra de su ser.Mientras Neil y Eliza miraban con satisfacción, Archie no pudo evitar observar cómo Mary parecía haberse alineado con ellos. ¿Estaba ella realmente convencida de que Candy había hecho algo tan terrible? ¿O había algo más detrás de todo esto? La complicidad entre los Leagan y Mary era evidente, y Archie comenzaba a sospechar que ella estaba siendo influenciada por sus mentiras. A medida que se iba, sus pensamientos giraban en torno a lo que acababa de presenciar. No solo sentía decepción por las acusaciones contra Candy, sino también porque Mary, a quien había empezado a considerar de forma diferente, parecía ahora estar participando en la misma dinámica de falsedades que Neil y Eliza solían usar para manipular a los demás.
Mary lo observó mientras se alejaba, notando su gesto de frustración, aunque él no dijo nada. Su corazón dio un vuelco; no era el resultado que había esperado. Mientras tanto, Neil y Eliza, satisfechos con la confusión sembrada, intercambiaron miradas de triunfo. Sin embargo, Mary no podía evitar sentir una extraña inquietud, sabiendo que la mentira que acababa de apoyar había afectado a alguien que le importaba mucho más de lo que había querido admitir.
Más tarde, cuando el sol comenzaba a descender y el bullicio de la fiesta parecía haber alcanzado su punto álgido, Candy apareció de vuelta guiando al caballo que había salido corriendo con Annie encima. La joven Annie, aunque visiblemente asustada, estaba ilesa gracias a Candy, quien había logrado alcanzar al animal y calmarlo en su desesperada carrera.
La multitud, que ya se había percatado del incidente, se giró para observar el regreso de ambas. Candy mantenía su postura firme, tratando de proyectar calma mientras sostenía las riendas del caballo. Annie se agarraba de Candy, sus ojos llenos de miedo pero también de alivio por haber sido rescatada.
—¡Candy! —exclamó Neil con una voz exagerada, rompiendo el silencio y atrayendo las miradas de todos—. ¡¿Qué crees que estás haciendo?! ¿Cómo pudiste provocar semejante peligro?
La acusación resonó en el aire como un golpe. Candy, sorprendida, se detuvo, frunciendo el ceño mientras Neil se acercaba, seguido de Eliza. Mary observaba desde un lado, atrapada entre la incertidumbre y la mentira que había apoyado. La tía abuela Elroy también se acercaba lentamente, su rostro reflejando seriedad.
—¡¿De qué estás hablando?! —preguntó Candy, claramente desconcertada.
—¡No te hagas la inocente! —Eliza intervino, su tono afilado y altivo—. Todos te vimos cuando le clavaste la espuela al caballo para que se llevara a Annie. Querías llamar la atención, como siempre.
Candy abrió los ojos con incredulidad. Annie, aún sobre el caballo, empezó a sacudir la cabeza con fuerza, tratando de decir algo, pero estaba demasiado afectada por la experiencia para hablar con claridad.
—¡Eso no es verdad! —Candy replicó, sintiendo cómo su estómago se tensaba por la injusticia de las palabras de Eliza y Neil. Sabía que aquellos dos nunca perdían la oportunidad de hacerle la vida imposible, pero esta acusación era especialmente cruel.
Eliza se cruzó de brazos, mirando a la tía abuela Elroy con expresión triunfal, esperando su apoyo.
—Candy, —dijo la tía abuela Elroy con su voz autoritaria—, ¿puedes explicarte?
Candy tragó saliva, consciente de que estaba en una posición difícil. Neil y Eliza ya habían sembrado la duda, y Mary, quien había empezado a simpatizar con ella, ahora parecía estar del otro lado.