O2─── TENTACLES.

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U n e x p e c t e dㅤs i t u a t i o n s
ㅤr e q u i r eㅤe f f e c t i v e
ㅤs o l u t i o n s .

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Alastor no era alguien que recurriera a la masturbación.

Se le hacía una práctica tan patética y desvergonzada que simplemente no encontraba razón o lógica para aquellos que la hacían casi todo el tiempo.

No fue hasta que su querido esposo tuvo que irse del hotel durante un tiempo debido a ciertos inconvenientes en varios de los casinos que poseía en Orgullo.

No pudo acompañarlo ya que debía seguir ayudando a la princesa con su Hotel.

Triste fue el día en el que tuvo que despedirlo.

Ambos se miraron con tanta añoranza y nostalgia; sus manos temían separarse, pero tenían que hacerlo.

Solo sería por unos días...

¿Verdad?

Desafortunadamente, esos días se convirtieron en semanas; largas semanas en las que el demonio radio estuvo solo.

No es que no se comunicaran, todas las noches mantenían largas charlas en donde relataba todo lo ocurrido en el día.

Sin embargo, Alastor era alguien que necesitaba de atención; todo el tipo de atenciones que se pudiera imaginar.

Y aunque gran parte de estas eran cubiertas y saciadas en las cariñosas llamadas que mantenía con su adorado felino; la abstinencia lo estaba matando.

¿Él? ¿Sufriendo de abstinencia? ¡¿Qué clase de broma de mal gusto era esa?!

Al parecer, el ser alguien sexualmente activo le había traído consecuencias.

Una de ellas era que recurriera a esa práctica tan penosa a la cuál había querido rehuir.

La masturbación.

.

.

.

Su mano tímidamente se adentró en el pantalón de pijama que estaba usando esa noche, bajando su bóxer hasta que su miembro estuviera al aire.

Tomó el tronco con pena y, con mano inexperta, empezó un vaivén lento pero certero.

Realmente hubiera deseado usar otro método o mantenerse tranquilo, pero esa ansiedad de no ser atendido correctamente le carcomía el vientre en un calor abrumador.

Cerró sus ojitos con vergüenza, vergüenza de saber que había caído tan bajo al rendirse ante sus instintos.

Por un momento imaginó que la mano que lo estimulaba no era suya, sino de Husk –ya que por lo general, era él quién solía manejar su cuerpo a como más le pareciera–.

. ݁˖ °ᯓ⪓༺𝐊𝐈𝐍𝐊𝐓𖦹𝐁𝐄𝐑 𝐇★𝐒𝐊𝐄𝐑𝐑𖤐𝐃𝐈𖦹༻⪔ᯓ. ݁˖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora