Baji se sentó en una de los bancos del parque, con los codos apoyados en las rodillas y las manos cubriendo su rostro. Los gritos de los niños jugando llenaban el aire, mezclándose con el sonido de las hojas secas que el viento levantaba a su alrededor.A lo lejos, Natsumi reía mientras jugaba con sus amigos, su cabello oscuro moviéndose al compás de sus saltos y carreras. La imagen debería haberle provocado felicidad, orgullo. Después de todo, era su hija. Pero en lugar de eso, sentía un peso enorme aplastándole el pecho, tan sofocante como el silencio que había mantenido en las últimas semanas.
Su corazón latía con fuerza, pero no era el ritmo reconfortante de la vida que había construido con Kazutora. Era un latido amargo, constante, como si cada golpe le recordara lo que había hecho. Lo que no podía confesar.
Había traicionado a Kazutora.
Se había prometido tantas veces que nunca cruzaría esa línea, que nunca permitiría que las sombras del pasado se infiltraran en la vida que tanto le había costado construir.
Nunca.
Jamás.
Amaba a Kazutora.
Pero entonces Chifuyu había vuelto, apareciendo de la nada como un fantasma que nunca lo había abandonado del todo. Habían bastado unas conversaciones más bien el simple hecho de tenerlo delante y todo se había ido a la mierda. El control que creía tener sobre sí mismo, sobre su vida, se había evaporado como si nunca hubiera existido.
Baji apretó los puños con fuerza, recordando el cuerpo de Chifuyu contra el suyo, el calor de sus caricias, la urgencia con la que lo había tomado, como si el tiempo no hubiera pasado.
Alfa
alfa
alfa
mio
mio
mio
mio.
Cada momento que había compartido con él se repetía en su cabeza como una película que no podía detener.
Quiero su marca
Que me clave los dientes
Pero lo que más lo atormentaba no era el recuerdo de esa noche, sino el silencio que había mantenido desde entonces. No le había dicho nada a Kazutora, y la culpa lo estaba devorando desde adentro, lenta pero implacablemente, como veneno corriendo por sus venas.
Miró a Natsumi, jugando despreocupada, y se sintió aún más pequeño. Kazutora era un buen padre, amoroso, siempre estaba ahí para su hija, para él. ¿Cómo podía mirarlo a los ojos sabiendo lo que había hecho? ¿Cómo podía seguir viviendo esta mentira?
Soy una mierda...
Le temblaba el pecho solo de pensar en la conversación que tendría que tener algún día con Kazutora. Te he traicionado. quería decirle, pero las palabras no salían. ¿Cómo podría pronunciar el nombre de Chifuyu? Kazutora lo odiaba, incluso más de lo que Baji recordaba.
Desde que eran adolescentes, desde que Chifuyu siempre había estado presente como una sombra en sus vidas, alguien que se interponía entre ellos.
Kazutora nunca había soportado a Chifuyu, siempre pensó que era un obstáculo, alguien que distraía a Baji, que lo alejaba de él. Si alguna vez supiera lo que había sucedido...
No podía siquiera imaginar la furia de Kazutora. Ni la desolación en sus ojos.
Un nudo se formó en su garganta, tan fuerte que apenas podía respirar. Era un cobarde. Sabía que lo era, y esa era la razón por la que todavía no le había contado nada. El miedo lo tenía paralizado, lo mantenía en este ciclo interminable de remordimiento y dolor. Porque, en el fondo, Baji sabía que si le decía la verdad, si confesaba lo que había pasado con Chifuyu, todo se acabaría. Su vida con Kazutora, la estabilidad que habían construido, la familia que habían formado junto a Natsumi... todo se desmoronaría.
¿Qué haría entonces?
¿Sería capaz de vivir con el odio de Kazutora?
¿De perderlo para siempre?
Y lo que era peor....
¿qué pasaría con Natsumi?
Ella no tenía la culpa de las decisiones de sus padres, pero sería la que más sufriría si todo se desmoronaba. No podía soportar la idea de verla sufrir, de verla preguntándose por qué su mundo perfecto se había roto en pedazos.
Las lágrimas comenzaron a arder en sus ojos, pero las contuvo. No podía permitirse llorar, no aquí, no ahora. Tenía que mantener la compostura, aunque cada parte de su ser estuviera quebrándose por dentro.
-Papá, ¡mira mira!
La voz alegre de Natsumi lo sacó de sus pensamientos. Levantó la vista y la vio corriendo hacia él, con las mejillas sonrojadas por el juego y una sonrisa brillante que le recordó tanto a Kazutora. Su hija. Su vida. Todo lo que importaba, todo lo que lo mantenía en pie.
Baji forzó una sonrisa, intentando ignorar el dolor que lo corría por dentro.
-¿A ver qué has hecho pequeña ratoncilla?-preguntó, tratando de sonar entusiasta.
Natsumi le mostró un dibujo que había hecho en la tierra con una ramita, orgullosa de su creación. Baji la observó, sintiendo el tirón en su corazón. A pesar de todo, quería proteger esta vida, esta familia. Pero la sombra de Chifuyu seguía ahí, rondando su mente, imposible de ignorar.
Baji sabía que no podía seguir así para siempre.
La culpa eventualmente lo destruiría si no hacía algo al respecto. Pero cada vez que pensaba en contarle a Kazutora la verdad, el miedo lo consumía. Porque, aunque sabía que había cometido un error, también sabía que perder a Kazutora y a Natsumi sería un castigo demasiado grande para soportar.
El viento sopló más fuerte, levantando las hojas a su alrededor. Baji miró a su hija correr de vuelta al parque, su risa resonando en el aire. Y mientras la observaba, el peso de su traición se asentaba aún más profundamente en su alma, recordándole que, por mucho que lo intentara, no podía escapar de lo que había hecho.
Y tal vez nunca podría decírselo a Kazutora. Porque la verdad... podría destruirlo todo.
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El Arte De Amar [Fuyubaji]
Romance-Las ALMAS se reconocen por su vibración, no por su apariencia...