PARTE I: CENTINELAS

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Morir, incluso para alguien como ella, tendría que representar un alivio, una expiación a todo el mal que causó buscando recuperar a sus hijos, pero el corazón de una madre no entiende de razones, e incluso en esos momentos donde Wanda sabe que su cuerpo perecerá entre la roca y la nieve, su conciencia no puede quedarse tranquila, no cuando aún existía una pequeña posibilidad de finalmente tener la vida que soñó, que se merecía.

Era apenas un atisbo de esperanza, un pequeño rayo de luz que se asomaba por el horizonte, pero Wanda, la esencia que tenía dentro huyó de ese cuerpo, viajando velozmente por escenas borrosas, destellos inconscientes de vidas que no son suyas. Gente riendo, corriendo, amando, llorando, suplicando ¿Muriendo? Oh, su mente se siente tan atraída hacia el caos que le es inevitable caer en aquella pequeña grieta gris y morada que no deja de mostrar a personas luchando contra enormes y poderosos gigantes de metal.

No importa lo que los humanos hagan, el poder que muestran ante aquellos terribles seres, los gigantes son invencibles, tanto que las personas acaban replegandose en cuevas, claro, solo si sobreviven a la intensa persecución que los seres de metal ejercen sobre ellos.

¿Qué es esto?

Wanda aún no puede tocar nada, su magia está tratando de saber a qué se enfrenta para tomar alguna forma apropiada, pero la curiosidad no la deja. Es mejor distraerse tratando de saber de qué trata todo eso en lugar de pensar en todo lo que dejó atrás: Visión, Wiccan, Veloz, Pietro.

Pensar en ellos le duele.

Si fuera físico, todo pasaría, pero ahora que solo son recuerdos que la atormentan, no sabe cómo alejar esos pensamientos para tener un poco de paz.

—¡Muévete!

La bruja escarlata no sabe cuándo, ni cómo su magia había terminado de crear su nuevo cuerpo, solo siente el impacto de otro humano sobre su espalda. Su primera reacción es defenderse, atacar a quién sabe será su enemigo, pero tan rápido como lo piensa, lo descarta, pues encima de ellos un escudo semiredondo de colores morados y blancos se cierne sobre ellos, protegiéndolos.

Ahora que está cerca, puede ver qué se trata de aquellos gigantes de metal, sin ojos, sin vida, solo seres elaborados para asesinar. La comparación permanece en su mente un rato más de lo que debería, pues en cierto modo, ella se siente así después de haber perdido a su familia, a todo lo que conocía. Un ser sin vida, dispuesto a asesinar por su propósito.

—Tienes que moverte.

La mujer de cabellos morados y verdes ojos la mira con molestia, desesperada porque le preste un poco de atención.

—¿Qué... Qué está pasando?

Su voz tiembla, cuál niña de quince años que se ve atrapada haciendo algo indebido.

—Centinelas.

Wanda no necesita de más explicaciones para comenzar a correr a dónde le indica la mujer. Sus piernas y manos se ven jóvenes. Tendría que buscar un espejo para determinar con mayor exactitud su edad. Aunque por su tono, podía deducir que su aspecto era el de una adolescente.

—¡Más rápido!—Sobre ella, una mujer de piel morena y blancos cabellos se alza impotente, como si fuera una misma con el cielo gris que prometía una tormenta. — ¡Tienen que llegar antes de que el portal se cierre!

Por primera vez, Wanda observa su entorno más allá de humanos y gigantes de metal. Parece que se encuentra en el mismo sitio dónde su antiguo cuerpo murió, solo que ahora parece más desolado sin nieve cayendo alrededor. A su vez, su vista se percata de que más personas corren a su lado. Aunque a este punto no sabe si sea correcto llamarlos de ese modo, pues todos poseen dones, no como los de ella, pero sí lo suficientemente poderosos como para destacar sobre cualquiera que haya conocido antes.

Dinastía M. | MarvelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora