Capitulo 16 Fragmentos

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Juan despertó bruscamente, su respiración agitada y su cuerpo empapado en sudor. Los ecos del sueño persistían en su mente: aquel laberinto de espejos, los tacones resonando como un martilleo en su cabeza, y la sensación de ser observado, juzgado, por cada uno de sus reflejos. Se llevó una mano al pecho, sintiendo el latido acelerado bajo las prótesis de seno. Todavía envuelto en el babydollazul que había llevado al dormir, un babydoll que apenas cubría sus nalgas y la tanga de hilo dental del mismo color que se metía dolorosamente entre sus nalgas, rozando su recto y su pene, que amenazaba con salirse de la prenda, se levantó con lentitud, tembloroso por la intensidad de la pesadilla.

Deslizó su cuerpo fuera de la cama, y el frío del suelo le provocó un leve escalofrío. Con un suspiro, se envolvió en su bata azul, recordando con amargura que toda su ropa interior masculina había sido quemada en la "Ceremonia del Fuego". Sus pantalones y camisas habían sido entregados bajo la persuasión constante de su madre. Ahora, solo quedaba esa bata, ajustada con cuidado, asegurándose de que cada pliegue cayera correctamente, unos tres centímetros por encima de sus tobillos. La tela suave acariciaba su piel, recordándole el contrato que había firmado con su madre, en el que se comprometía a ser su hija y a vivir como una mujer. El roce constante de la tela no solo le recordaba quién debía ser, sino cómo debía actuar, cada gesto imitando la feminidad que aún le resultaba extraña.

Se calzó las sandalias de plataforma, los tacones de diez centímetros añadiendo altura y una familiar sensación de inestabilidad. Hizo una pausa frente al espejo, observando el reflejo de su feminidad momentáneamente antes de salir de la habitación.

Bajó lentamente las escaleras, sus pasos torpes, sintiendo cómo el eco de los tacones creaba un ritmo femenino que le empujaba a balancear la bata a cada lado con cada movimiento. Al llegar a la piscina, el aire fresco de la noche lo envolvió como una caricia fría, despejando ligeramente el peso que el sueño le había dejado. Se sentó junto a la mesa al borde del agua, cruzando las piernas con la elegancia de una dama. Su mirada se perdió en el suave movimiento de la piscina. El susurro del agua parecía calmarlo, pero no lo suficiente. La pesadilla seguía ahí, latiendo, como un eco persistente en su mente y su corazón.

El sonido de pasos lo sacó de su ensimismamiento. Al levantar la vista, vio a Pedro acercándose, su presencia firme y constante trayendo consigo un extraño alivio. Pedro se sentó junto a él, tan cerca como siempre, irradiando una calma que siempre le hacía sentir seguro.

-¿Estás bien, Jhoana? -preguntó Pedro, su voz baja pero cargada de preocupación.

Juan dudó por un momento antes de responder. Sus dedos jugueteaban nerviosamente con la tela de la bata. Aún no se acostumbraba del todo al nombre "Jhoana", aunque resonaba en sus oídos como un recordatorio constante de la feminidad que había estado habitando en los últimos días. Finalmente, habló:

-He tenido una pesadilla... -dijo en voz baja, tratando de mantener el tono femenino que se le exigía, pero no pudo evitar que temblara.

Pedro frunció el ceño, y sin dudarlo, rodeó a Juan con un brazo firme. El contacto lo hizo tensarse al principio, pero poco a poco sintió cómo su cuerpo comenzaba a relajarse, como si el simple abrazo disipara parte del malestar. Juan respiró hondo antes de continuar.

-Estaba en un laberinto... lleno de espejos. Caminaba con un vestido... -Hizo una pausa, tragando saliva mientras intentaba poner en palabras las imágenes que aún lo atormentaban-. Y llevaba tacones, más altos de lo normal. Cada paso resonaba por todas partes. Y los espejos... me miraban... me juzgaban.

Pedro lo escuchaba en silencio, su abrazo firme y protector. Sus dedos acariciaron el brazo de Juan, alentándolo a seguir hablando. Las palabras comenzaron a fluir más rápido, como si verbalizar la pesadilla pudiera liberarlo de su sombra.

-Me veía a mí misma... como Jhoana. Vestida de novia, caminando junto a Jack. Pero al final... -Juan apretó más la tela de la bata entre sus dedos. Pedro lo miró intrigado y con un tono apenas perceptible de celos preguntó:

-¿Quién es Jack, Jhoana?

Juan dudó un momento antes de responder, sintiendo una punzada extraña al hablar del protagonista de su sueño:

-El de "Titanic". Estaba vestido con un traje negro, camisa blanca y corbata... -Volvió a apretar la bata azul-. Y luego, los espejos... se rompieron. Todo desapareció. Ya no era Jhoana... era Juan. Y entonces, no sabía quién era. Los tacones, el vestido... todo se esfumaba. Solo quedaba yo, expuesto... vulnerable. Desnudo.

Las palabras se quebraron al final, y Juan sintió que las lágrimas comenzaban a llenar sus ojos. Pedro lo apretó más fuerte, su voz baja y tranquilizadora.

-Tranquila, Jhoana. Estoy aquí. No tienes que tener miedo. Eres Jhoana, toda una mujer -susurró Pedro, su aliento rozando el cabello de Juan-. Mírate, con esa bata tan femenina. El espejo te muestra quién eres, siempre estaré a tu lado.

El abrazo de Pedro era reconfortante, y la masculinidad que emanaba su contacto provocaba en Juan una agitación extraña. Sentía que algo dentro de él, dentro de Jhoana, luchaba por encontrar su lugar en ese cuerpo. La pesadilla había despertado demasiadas emociones. Lentamente, Juan se apartó del abrazo, sus manos aún temblorosas por la tensión del contacto.

-Gracias, Pedro -susurró Juan, su voz femenina ahora más suave, casi un suspiro. Quería decir más, quería explicar lo que sentía, pero las palabras se le escapaban.

Pedro lo miró profundamente, con una mezcla de ternura y comprensión en sus ojos. Se inclinó hacia Juan, y Juan, por reflejo, movió la cabeza ligeramente, dejando que el beso de Pedro aterrizara en su mejilla, una barrera suave, pero firme. Fue un gesto breve, pero cargado de emociones más profundas de las que ambos querían admitir.

-Hasta mañana, Jhoana -susurró Pedro, alejándose lentamente.

Juan se quedó inmóvil, viendo cómo Pedro desaparecía en la oscuridad. Sus piernas temblaban, no por los tacones, sino por el torbellino emocional que lo sacudía. Respiró hondo, tratando de calmarse, y sin mirar atrás, regresó a su habitación.

Ya frente al espejo, se detuvo para observarse una vez más. El babydollazul seguía abrazando su cuerpo, y la bata caía suelta alrededor de sus caderas. Esta vez, el reflejo no se sentía tan ajeno. Quizás era Jhoana y no Juan, aún estaba en proceso de encontrarse.

Con un suspiro largo, dejó caer la bata y las sandalias al suelo y se metió en la cama, el babydoll y la tanga aún le incomodaban, recordándole su masculinidad todavía existente. Cerró los ojos, y aunque la pesadilla aún flotaba en su mente, el recuerdo del abrazo de Pedro lo acompañó hasta que finalmente cayó en un sueño más tranquilo.

El eco de sus pasos, del espejo y del susurro de Pedro seguían resonando, pero esta vez, la paz parecía más cercana.

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⏰ Última actualización: Oct 07 ⏰

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