Capítulo 4: Un buen dia para huir y descubrir que Aegon es un loco

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He decidido que no me voy a involucrar en la política de la serie y los libros porque no soy buena en eso. Por lo tanto, solo mencionaré qué sucede con un personaje, sin entrar en más detalles para evitar involucrarme en la política y cometer errores que me hagan parecer tonta.

¡Disfruten del capítulo! 💫

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Los traidores sentían miedo, las ratas se escondían y huían, temerosas de estar presentes cuando Rhaenyra reclamara lo que le pertenecía. Una de las primeras en desaparecer fue la causante de toda esta guerra: Alicent Hightower. Apenas se enteró de que Rhaenyra ya venía con su ejército, y huyó, sin dejar rastro, hace días.

Todos temían la furia del dragón; tenían miedo de la verdadera reina y no querían lidiar con su ira.

Gaius era uno de los que no quería estar allí cuando su media hermana apareciera. No tenía nada que ver con esta guerra. Recientemente se había enterado de que había nacido en cuna de oro, pero su defecto era tener el rostro de Aegon. No era su culpa, pero Rhaenyra seguramente no le creería ni una palabra, y si Gaius revelaba la ubicación de Aegon, el verdadero, ella lo mataría. No sabía cómo era su media hermana y no quería averiguarlo.

Su único propósito era llevarse a Aegon, a Helaena y a Jaehaera. Había pagado una buena fortuna a un hombre de confianza de Aegon para que los sacara de la Fortaleza Roja y los llevara a las cuides libres.

Gaius acarició las frías paredes de piedra, buscando un mecanismo que le permitiera avanzar. Finalmente, encontró una losa que cedió a su empuje, abriendo una entrada que reveló solo oscuridad absoluta. Con un ligero temblor de nervios, tomó una antorcha encendida y la levantó, iluminando el camino que se extendía ante él. Los pasadizos eran sombríos y fríos, y la atmósfera opresiva hacía que cada eco de sus pasos resonara como un lamento en la penumbra. Era como si la soledad misma lo envolviera.

Conocía estos pasadizos solo un poco, pues hacía unos días, cuando buscaba a Alicent, se había aventurado a indagar en los rincones olvidados de la Fortaleza Roja. En un rincón oculto de los aposentos de su madre, había encontrado un pergamino desgastado que parecía un mapa. Las anotaciones en él parecían guiarlo por un laberinto de secretos. Con el corazón latiendo con fuerza, se había sumergido en esta aventura, explorando los oscuros pasadizos que se retorcían como serpientes.

Había perdido el rumbo en varias ocasiones, enfrentándose al miedo que se instalaba en su pecho, pero cada vez que se adentraba más, su determinación crecía. Lo más notable de su exploración fue el hallazgo de las alcantarillas de Kiss Landing, era perfecto para huir. Finalmente, después de muchas vueltas y callejones sin salida, había logrado encontrar el camino correcto hacia la habitación donde Aegon se escondía.

Gaius se acercó a la cama, dejando el pequeño bolso que había traído a un lado. Al acercarse, pudo ver que Aegon aún dormía plácidamente. Con movimientos suaves, se sentó a su lado, y al sentir su presencia, Aegon se despertó de inmediato, sonriendo de costado. La luz tenue de las velas iluminaba su rostro, y Gaius no pudo evitar sentirse aliviado de verlo despierto. Apoyó sus manos en el rostro de su hermano, y los brazaletes de oro que adornaban sus muñecas eran fríos al contacto, haciendo que la piel de Aegon se erizara.

"He venido a buscarte. Debemos irnos esta noche, no hay que esperar más," exclamó Gaius, forzando una sonrisa que transmitía tranquilidad, esperando que Aegon no protestara.

Aegon tragó saliva, su mirada se desvió hacia el techo mientras su mente parecía divagar. Después de unos momentos, volvió a centrar su atención en Gaius.

"Dime... que me quieres llevar, que me quieres a tu lado," pidió Aegon, la frase saliendo como una orden, pero también como una súplica vulnerable.

Gaius no dejó de sonreír, y en un gesto tierno, se acercó más a Aegon, recostándose a su lado y abrazándolo. Aegon se quejó un poco ante la presión, lo que llevó a Gaius a alejarse ligeramente, pero Aegon rápidamente rodeó a su hermano con su brazo.

El usurpador está enamorado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora