Día 1: Primer día como novios

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"Puntualidad como lenguaje de amor"

Severus escondió las manos en los bolsillos y las apretó con fuerza, tanta que seguramente se le marcarían las uñas en la piel. Eran las cuatro y cincuenta y cinco. Sólo faltaban cinco minutos para las cinco. Lupin lo había citado para las cinco, en punto.

Esto significaba que lo más apropiado sería llegar al menos cinco minutos antes, después de todo, la nieve dificultaría el camino a pie desde el castillo hasta Hogsmed.

Pero, aun así, sabía que, a pesar de su gentileza, su humor brillante y su gran inteligencia, Lupin seguía siendo un Gryffindor. Y los Gryffindors tenían muchos problemas con el concepto de puntualidad. Por esta razón, Severus le concedería diez minutos de tolerancia.

Y sólo le daría diez porque, de nuevo, Lupin era un Gryffindor. Y a pesar de sonreírle con tanta sinceridad, y de cogerle la mano con tanta delicadeza, con tanta reverencia cuando le preguntó si quería salir con él, seguía siendo un merodeador.

Así que sólo le concedería diez minutos. Diez minutos para reírse a carcajadas con sus estúpidos amigos en caso de que todo esto fuera una broma de mal gusto y que todas sus acciones hasta ahora (La confesión en el lado más apartado de la biblioteca, sus modestos pero muy bien pensados regalos de cortejo y sus dulces palabras susurradas al oído) sólo hubieran sido parte de un gran plan para humillarlo y dejarlo de pie con el corazón roto en medio de la fría tarde en Hogsmed.

Se había prometido a sí mismo que no huiría a la primera señal de problemas. Se quedaría y afrontaría las consecuencias de su estupidez hasta que el ensordecedor latido de su corazón dejara de inundar sus oídos, y sus ansias por un chico que nunca había dado la cara por él se apagaran, volviendo al odio amargo y profundo que había llenado sus pensamientos cada vez que alguien mencionaba a Remus.

Cada minuto que pasaba. No. Cada segundo que pasaba hacía que la respiración de Severus aumentara de velocidad. Sentía la garganta seca, atrofiada con nudos, y las manos habían empezado a temblarle.

Cinco para las cinco. Sólo le quedaban cinco minutos más. Severus se miró los pies, sus viejas botas de cuero, rotas por los lados y sujetas sólo con un par de hechizos, le recordaban innecesariamente que, aunque aquello fuera exactamente lo que esperaba, aún tenía mucho que perder.

Lupin y él habían empezado a hablar después de la broma. Al principio, se había puesto muy nervioso a su alrededor. Cada parte de su cuerpo se sacudía incontrolablemente ante su cercanía, lo cual era muy difícil de lograr teniendo en cuenta que su cuerpo ya era naturalmente crispado e incómodo.

Lupin mantuvo su distancia al principio, con cara de perro pateado cada vez que Severus le lanzaba una mirada de odio mientras temblaba e inclinaba el cuerpo inconscientemente hacia el lado contrario de él donde viniera. Se sentaba a tres asientos de distancia. A veces detrás de él, haciéndole sentir escalofríos por la espalda a causa de su intensa mirada, y a veces a su lado, impidiéndole apartar la vista de la pizarra para evitar encontrarse con su rostro. Su expresión pensativa y triste.

Lupin se animó a acercarse cuando Severus se desplomó frente a él, después de una caminata de 35 minutos sin descanso por todo el castillo, sin poder perderlo ni esconderse de él.

"¿QUÉ COÑO QUIERES? ¿TERMINAR EL TRABAJO? ¡¡¡¡VETE A LA MIERDA!!!! ALÉJATE DE MÍ"

Severus había estado temblando mientras le gritaba al hombre lobo. Había empezado a rebuscar en su túnica en busca de su varita cuando Lupin se le acercó y le devolvió un libro. Su libro de posiciones. Donde había hecho anotaciones, modificaciones y hechizos para defenderse de él.

Flufftober Snupin 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora