Dia 3: Cumpleaños

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"Pastel de cumpleaños"

Remus Lupin amaba su trabajo. En verdad. No había muchas cosas a las que un hombre lobo pudiera dedicarse realmente (no en una sociedad como la que tenían), pero eso nunca le impidió soñar. Sabía desde muy joven que quería enseñar, amaba aprender cosas nuevas y luego explicárselas a cualquiera que lo escuchara.

Cuando fue aceptado en Hogwarts gracias a Dumbledore, uno de sus más grandes modelos a seguir, se le plantó una semilla de admiración. La profesora McGonagall también cultivó esta admiración con su estricta, pero eficiente forma de enseñar. De esa admiración nació una pasión que nunca pensó podría llevar a cabo, debido a su condición.

Pero ahora, con 27 años, habían pasado oficialmente tres años desde que se convirtió en profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras en Hogwarts. El mismo lugar que vio nacer su amor por la enseñanza le había dado una oportunidad que nunca pensó tener.

Remus Lupin amaba su trabajo. En verdad.

La puerta del dormitorio se abrió de golpe. Un hombre alto, de cabello castaño, dejó caer su maletín sin preámbulos y, sin siquiera quitarse los zapatos, se dejó caer en el sofá, hundiendo el rostro en uno de los cojines.

—No quiero volver a enseñar un solo hechizo en toda mi vida —murmuró, la voz apagada contra el cojín.

Una voz suave y lánguida respondió desde una silla frente a él:

—También es bueno verte, Remus. ¿Cómo has estado?

Remus levantó la cabeza para ver a Severus, que no había despegado la vista de su libro, ni siquiera cuando su novio de casi tres años irrumpió en su habitación en plena noche.

—Terrible, en realidad —contestó Remus, sentándose para quitarse los zapatos—. Hoy todo el mundo parecía necesitar algo de mí. Minnie me retuvo horas después de la junta para hablar sobre las visitas a Hogsmeade, luego Sprout intentó convencerme de acariciar una de sus plantas carnívoras, o algo así...

Remus continuó despojándose del saco, el chaleco y el cinturón, sin cambiarse por completo porque eso implicaría alejarse de Severus. Se acomodó detrás de él, apretándolo por la cintura y hundiendo el mentón en su cuello.

—Ugh... estoy tan cansado... Quería venir temprano hoy para estar contigo.

Severus, sin apartar la vista de su libro, acarició el cabello de Remus.

—¿Y por qué estabas tan ansioso de venir?

Remus bufó.

—Porque esperaba ver a un hombre atractivo y cariñoso esperándome en la cama desnudo —dijo con sarcasmo.

—Ah, no me digas —respondió Severus con tono monótono, apretando el cabello de Remus entre los dedos—. ¿Me estás engañando, entonces?

Remus, con los parpados cerrados por el cansancio, mordió ligeramente la mano de Severus y cuando este soltó una pequeña risa divertida, beso sus nudillos y su palma. —Sip, con alguien más joven e inteligente—

Remus continúo besando la mano de Severus, luego se distrajo y empezó a besar su cuello y barbilla. Severus no lo detuvo, sus manos volvieron a su cabello y empezaron a acariciar su nuca. Se sentía tan bien, que los besos que había empezado a repartir se convirtieron lentamente en toques suaves y casi imperceptibles de labios sobre la piel de Severus.

—¿Estás seguro de que no recuerdas porque viniste? — Remus hizo un ruido, su mente estaba perdiéndose entre el calor, la comodidad y el olor a manzanilla y madera que caracterizaba a su amante.

Flufftober Snupin 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora