las miradas no mienten

55 5 1
                                    

                

El sol de Mónaco brillaba sobre el puerto, reflejando los yates y el lujo que rodeaba el circuito. Era la carrera más esperada del año. Charles Leclerc estaba en su monoplaza, concentrado, mientras la bandera ondeaba en la distancia. Mónaco era su hogar, su orgullo, y estaba decidido a ganar, pero sabía que su mayor rival no se lo pondría fácil

Max Verstappen, desde su coche, lo observaba. Había algo en Charles que lo desconcertaba. No era solo el talento, que lo tenía de sobra. Había una tensión que iba más allá de las carreras. Algo que siempre surgía cuando sus miradas se cruzaban en el paddock o cuando se disputaban cada milímetro de la pista

El semáforo se apagó, y ambos se lanzaron a la batalla. Charles tomó la delantera en las primeras vueltas, pero Max no se rindió. Cada curva, cada recta, era una pelea

Max cerraba la distancia con Charles, forzando su monoplaza al límite. En cada curva, ambos conducían como si la pista fuese solo para ellos. El rugido de los motores era un eco lejano, porque en esos momentos, lo único que escuchaban eran sus propios latidos acelerados, casi sincronizados

En la vuelta 40, Max aprovechó una pequeña brecha en la defensa de Charles. Lo adelantó en una maniobra que dejó a todos sin aliento. Charles apretó los dientes, pero algo en su mirada se suavizó por un segundo al ver la precisión de Max. Sabía reconocer la grandeza, y en ese momento, Max estaba en otro nivel

La carrera continuó, y ambos lucharon hasta la última vuelta. Al final, Max cruzó la línea primero, con Charles pegado a su alerón trasero. La frustración golpeó a Charles por no haber ganado en casa, pero cuando salió de su coche, el primer rostro que vio fue el de Max, acercándose con una sonrisa torcida.

"Buena carrera, amigo," dijo Max, extendiéndole la mano

Charles la tomó, pero en lugar de soltarla al instante, mantuvo el contacto un segundo más de lo normal. Sus ojos se encontraron de nuevo, y esa tensión que ambos habían sentido en la pista seguía presente, pero de una manera diferente. Algo había cambiado. No era solo rivalidad, no solo respeto

"Nos vemos en la próxima", murmuró Charles, su tono más suave de lo que pretendía. Max asintió, pero la sonrisa en su rostro le decía que entendía perfectamente el subtexto de esas palabras

Esa noche, ambos fueron a la gala posterior a la carrera. Entre la multitud de celebridades y figuras del automovilismo, Charles y Max se encontraron en un rincón apartado. No fue planeado, pero parecía que el destino se empeñaba en reunirlos

"¿Sabes?", empezó Max, apoyándose contra la pared, "a veces pienso que nuestras batallas en la pista son lo mejor de las carreras."

Charles alzó una ceja. "¿Solo en la pista?"

Max se inclinó hacia él, bajando la voz. "No estoy tan seguro."

Los segundos que siguieron se sintieron eternos. Estaban rodeados de gente, pero para ellos, era como si todo se hubiese detenido. Charles, sintiendo una oleada de adrenalina que no tenía nada que ver con la carrera, decidió no dejar pasar el momento. Dio un paso adelante, eliminando la distancia entre ellos

"No creo que lo estés", susurró Charles, su voz llena de seguridad y deseo

Max sonrió, esa sonrisa desafiante que Charles conocía demasiado bien, pero esta vez, había algo más en ella. Algo que hacía que su corazón latiera más rápido. Sin pensarlo dos veces, Max cerró el espacio restante, y en un movimiento que parecía inevitable desde hace tiempo, sus labios se encontraron

En ese momento, no eran pilotos, no eran rivales. Eran solo dos personas que finalmente entendían lo que había estado burbujeando bajo la superficie durante todo ese tiempo

La ciudad de Mónaco seguía con su fiesta, pero para Charles y Max, nada más importaba. La velocidad, la rivalidad, la tensión, todo había culminado en ese instante en el que ambos dejaron de competir, al menos por un rato, y simplemente se dejaron llevar.

Los días siguientes seguirían siendo complicados. Sabían que la competencia en la pista nunca desaparecería, pero ahora había algo más entre ellos. Algo que ambos estaban dispuestos a explorar, sabiendo que, aunque fueran rivales en la pista, siempre serían cómplices del corazón.

                 

Espero les guste el capitulo. Es mi primer libro y espero les gusto, gracias por leer.

Rivales en la pista, complices del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora