¿estoy sintiendo cosas por el?

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Las semanas posteriores a Silverstone fueron intensas para ambos. Charles disfrutaba del dulce sabor de la victoria, pero en el fondo sabía que cada triunfo, cada batalla, lo acercaba más a esa línea peligrosa que había empezado a dibujarse con Max. Por su parte, Max sentía una mezcla de frustración y deseo. Había perdido la carrera, pero las emociones que había descubierto en las últimas semanas lo mantenían en vilo. Esa rivalidad, que en otro tiempo hubiera sido puramente profesional, se estaba tornando en algo mucho más complejo

La prensa no dejaba de hablar de ellos, alimentando el fuego de su aparente rivalidad feroz. Cada titular estaba lleno de dramatismo: "Leclerc vs. Verstappen: La Guerra Continua" o "La batalla por el campeonato arde". Nadie sospechaba que, detrás de esas cámaras, se libraba una lucha muy distinta. Era una guerra interna, donde la atracción y la competitividad se entrelazaban de manera imposible

Unos días antes del Gran Premio de Hungría, Charles decidió tomarse un tiempo para sí mismo. Se encontraba en su apartamento en Mónaco, el mismo lugar donde todo había comenzado. Mientras observaba el atardecer sobre el puerto, su teléfono vibró en la mesa. Un mensaje

Max: ¿Preparado para la próxima batalla?

Charles sonrió. El doble sentido del mensaje no se le escapó.

Charles: Siempre lo estoy. ¿Y tú?

Max tardó unos minutos en responder.

Max: Más de lo que imaginas

Esa respuesta lo dejó pensativo. Había una intensidad que no podía negar. Sabía que lo que sentía por Max era algo que nunca había experimentado antes. Lo atraía, lo desafiaba, y al mismo tiempo lo confundía. ¿Cómo podía alguien que era su rival más feroz en la pista hacerle sentir tan vivo fuera de ella? Mientras el sol se escondía detrás de las colinas, Charles no podía dejar de pensar en lo que vendría

El Gran Premio de Hungría se acercaba rápidamente, y con él, la tensión aumentaba. En los días previos a la carrera, los dos pilotos mantenían su fachada de concentración total. Los periodistas continuaban haciéndoles preguntas sobre su rivalidad, buscando cualquier chispa que pudiera encender la narrativa que habían creado. Ambos respondían con respuestas ensayadas, manteniendo la calma, pero sus miradas fugaces decían otra cosa

La noche antes de la clasificación, Charles recibió otro mensaje de Max

Max: ¿Puedes dormir antes de un día tan grande?

Charles: Duermo bien, pero imagino que tú no. Siempre me tienes en la cabeza.

Max: Tienes razón. No puedo dejar de pensar en lo que vendrá...

Charles sintió una punzada de emoción. Sabía que no estaban hablando solo de la carrera. Pero el peso de lo que estaban construyendo —o destruyendo— no era fácil de cargar

La mañana de la clasificación llegó con el ambiente cargado. El cielo estaba gris y había una ligera amenaza de lluvia. Max y Charles se cruzaron brevemente antes de que comenzaran las sesiones, ambos concentrados en sus equipos, en sus autos, en la inminente batalla en la pista. No hubo palabras entre ellos, pero la electricidad entre ambos era palpable

La clasificación fue intensa. Charles hizo una vuelta perfecta que le valió la pole, pero Max quedó a solo unas décimas. Sabía que la carrera del día siguiente sería una pelea sin cuartel, pero también sabía que esa batalla estaba marcada por algo mucho más profundo que simples puntos en el campeonato

Al día siguiente, en la parrilla de salida, ambos estaban listos para la lucha. Cuando se apagaron las luces, todo sucedió rápidamente. Curva tras curva, metro tras metro, Charles y Max estuvieron codo a codo, sus autos rozándose peligrosamente en más de una ocasión. Cada adelantamiento era una declaración, cada maniobra, una conversación no dicha

A mitad de la carrera, una intensa pelea entre ambos hizo que Charles se saliera de la pista brevemente. Max aprovechó el momento para tomar la delantera. Charles apretó los dientes, sintiendo una mezcla de frustración y admiración por el holandés. Sabía que no podía rendirse

En la última vuelta, Charles volvió a estar justo detrás de Max. El sonido de los motores y el griterío de la multitud eran ensordecedores. Y entonces, en la última curva, Charles hizo una maniobra arriesgada, pasando a Max con una precisión milimétrica. Cuando cruzó la línea de meta primero, la adrenalina lo recorrió de pies a cabeza

El rugido del público quedó en segundo plano mientras Charles bajaba del coche, empapado en sudor y con el corazón aún latiendo con fuerza. Sabía que Max no estaría lejos. Y no lo estaba. Max se le acercó lentamente, sus ojos ardían con una mezcla de frustración y admiración

—Te lo dije —dijo Charles, con una media sonrisa mientras ambos se acercaban.

—Lo hiciste —admitió Max, su mirada intensa. Esta vez, no había cámaras cerca, ningún medio esperando su reacción inmediata

Por un segundo, el mundo alrededor de ellos pareció detenerse. Había tanto que decir, tanto que sentían, pero nada que fuera sencillo de expresar en palabras. Charles le dio un pequeño golpe en el brazo, un gesto que podría haber pasado por camaradería entre rivales, pero para ellos significaba mucho más

—No te confíes —le dijo Max, con una sonrisa ladeada—. Aún no hemos terminado.

—Nunca lo hacemos —respondió Charles, sabiendo que no solo hablaba de las carreras

Ambos se quedaron ahí un momento más, bajo la mirada de sus equipos y el eco de la multitud. Sabían que su historia, como pilotos y como algo más, continuaría. Lo que había comenzado en Mónaco no había hecho más que intensificarse. La pista siempre sería su campo de batalla, pero fuera de ella, la lucha era aún más complicada.

                

Aquí el tercer cap, espero les guste.

Rivales en la pista, complices del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora