VII: Golpe de realidad

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Después de aquella discusión, el Escorpión mayor se retiró y el más joven estaba sentado junto con Athena, Saga y su hijo. Los cuatro compartían una comida algo peculiar, la cual era de algunas papas hervidas y arroz.

No era mucho lo que cada uno tenía en su plato, pero era suficiente para mantener a cada uno de ellos con las energías que necesitaban. Sin embargo, para Milo era algo no tan apetecible, el como caballero dorado comía mejores cosas y observar que solo tenía un poco de arroz y dos papas le parecia ofensivo, pero dadas las circunstancias y viendo que hasta la Athena de ese tiempo solo comía eso se trago su orgullo y empezó a comer. Sus manos le temblaban y era difícil solo probar la papa, pues su sabor era desabrido.

No quería vivir ese futuro y su corazón latía rápidamente tratando de buscar una solución lógica que no involucra lastimar a alguien más, ya que no confiaba mucho en las palabras de su yo futuro y jamás se atrevería a poner un solo dedo encima al caballero de Sagitario por salvar a todo el mundo.

Mientras pensaba, observo que el único que comía con muchas energías era el hijo de Saga, con sus pequeñas manitas agarraba algo de arroz y lo comía con ternura. A Milo se le partió el corazón al verlo y pensar que el Camus de ese tiempo solo lo veía como un objeto de guerra le parecía cruel. Aunque tampoco sabía las circunstancias de porque su pareja habría tomado tal decisión.

Al ver que el pequeño casi terminaba de comer, con amabilidad le entrego una papa que tenía en su plato.

—Alguien muy especial me dijo que los niños deben alimentarse bien... Come un poco más, yo estoy satisfecho.— Mencionó el caballero con una sonrisa, al pequeño Calix le brillaron los ojos al recibir la comida y le agradeció con emoción.

—¡Muchas gracias Milo! ¡Realmente tu me agradas más que nuestro Milo!— Sin más que decir el menor continuó comiendo.

—Imagino que tú aún disfrutas de los grandes buffet del santuario... quedan en mis recuerdos esas cenas lujosas que las doncellas nos preparaban... Los fines de semana el mejor vino no faltaba en la mesa y era agradable reunirse todos juntos, incluso el patriarca se olvidaba que era el patriarca y la señorita Athena era la más feliz...— Aquello Saga lo recordó con cierta melancolía, recordar esos tiempos más que felicidad era una tristeza, pues conocía su realidad y sabía que esos tiempos jamás regresarían y  si existía la probabilidad de acabar con la guerra, no volvería a ver sus compañeros. Puesto que hasta sus almas fueron destruídas por el mismo dios Hades.

Por su parte Milo se quedó en silencio, él en lo personal hace tiempo había dejado de asistir a esas cenas porque prefería salir a solas con Camus o simplemente ir a beber con sus amigos. Pero ahora vería de otra manera esas cenas, porque no imaginaba un mundo sin Camus y sus compañeros.

—Lo siento mucho Saga... Fue mi propia incompetencia lo que causo está guerra, si pudiera cambiar las cosas incluso a cambio de mi vida lo haría sin dudarlo... Porfavor perdóname, tu, Milo y Calix no merecen esta vida....— La diosa de ese tiempo no tardó en llorar, se cubrió los ojos con ambas manos y sus lágrimas caían sin parar y cualquiera ahí sentía su dolor. Saga estaba por acercarse a su diosa y tratar de consolarla, pero fue Calix quien lo hizo primero y le tomo de la mano.

—No llores Saori... Tu dijiste que no debemos perder las esperanzas. Aún estás viva y eso es lo importante... Papá y yo estamos bien, incluso Milo regreso asalvo. Aún podemos ganar, incluso el Milo del pasado puede cambiar las cosas. ¿Verdad? Tu aún puedes evitar está guerra.— Dijo el pequeño observando al final al caballero de Escorpio, asintiendo para no romper esas tiernas ilusiones. Sin duda las palabras del pequeño nuevamente lleno de esperanza a la diosa y Saga, la joven Athena lo abrazo con cariño y trato de calmar su llanto.

Un destino perdido [MiloxCamus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora