☆DOCE☆

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Nunca se había sentido más confundida como ahora, era inexplicable lo que la convivencia con Kagome la estaba poniendo a prueba; más que nada su salud mental.
Rin ya se sentía cómoda en casa de la morena, creer que llegó con ganas de ser su rival la hizo sonreír mientras la observaba cocinar a sus espaldas; su cabello estaba despeinado y su revelador camisón de seda le daba una vista perfecta de sus blancas y tonificadas piernas.
Kagome hablaba sin parar, no podría decir que eran amigas pero en esas dos semanas se habían conocido bastante y vínculo de confianza se formó entre ellas.
Trabajar para Sesshomaru en América había sido como una utopía ya que el nivel de su empresa era más que reconocido, cuando consiguió el empleo celebró más de tres días consecutivos. Hacía bien su trabajo, era dedicada y muy eficiente, aunque a veces ser su amante a disposición la distraía de sus labores. Sesshomaru Taisho era todo un adonis. Era un caballero, buen amante, buen jefe... por un tiempo creyó que podría conquistarlo y poder casarse con él.
Por supuesto ese sueño se desvaneció con el tiempo, ya que él mismo le había dejado sus intenciones muy claras sobre una relación en distintas ocasiones.
Lo que tenía de perfecto, lo tenía de frío y distante.
Pero al parecer esa faceta no funcionaba junto a Kagome.
¿Como culparlo?
Kagome era hermosa, inteligente y su carácter estaba en el balance perfecto de la amabilidad y la perseverancia; volviéndola una persona dulce con un temperamento especial.

Mientras sus pensamientos volaban y ponían a prueba su heterosexualidad, se animó a caminar hacia ella y preguntarle si podía ayudarla.

  - No hace falta Rin, toma asiento y yo te serviré- le respondió con una preciosa sonrisa.

Rin se ruborizó inmediatamente.
La azabache la volvió a mirar algo preocupada y tocó su frente con el dorso de su mano.

  - ¿Te sientes bien? Pareces afiebrada-

Nerviosa, Rin sacudió su cabeza en negativa.

  - No tengo un termómetro en casa. Pero vé a tu dormitorio, te llevaré la cena-

  - No. No hace falta eso, Kagome. Por favor..- susurró apenada.

  - No discutas. Sube que enseguida te alcanzo.- ordenó la chica con un tono demandante.

No quiso mentirle, pero se sentía bien que Kagome se preocupara por ella. Sentirla cerca después de verla cada noche entregarse a Sesshomaru, le daba algo a su interior que no reconocía con exactitud.
Llegó a la habitación, se puso su pijama y se acostó esperando la atención de su nueva amiga.
En pocos minutos Kagome que cargaba una bandeja con verduras humeantes  se sentó a su lado con intensión de alimentarla.

  - ¿Que..que haces?- preguntó la castaña algo confundida.

  - Te alimento. Déjame cuidarte- insistió con una cuchara hacia su boca.

Al cabo de un rato, la situación se sentía cómoda e íntima entre ambas. O por lo menos así lo creyó Rin quien arriesgando todo se animó a rozar con delicadeza el desnudo brazo de la otra fémina.

  - ¿Porqué eres así.. tan buena?-

Kagome rió viendo todo de una perspectiva inocente y solo le dijo que ella le caía bien, que le parecía una mujer muy buena también.
Fue natural para la primera, quien estaba acostumbrada a tratar con amabilidad a los demás. Pero para Rin fue una luz verde y terminó por acortar la pequeña distancia entre ambas y besó sus labios de manera suave y dulce, apenas un roce entre sus bocas.
La azabache estaba perpleja y no respondió el beso, aunque tampoco se movió de su lugar..
Tomando eso como otro incentivo, la secretaria de Sesshomaru se entusiasmó y bajo uno de los breteles del corto camisón de seda de su acompañante, liberando uno de sus senos; le facilitó la falta de brasier para dejarla expuesta totalmente.
Esa pequeña anatomía se erizó al instante.. su pezon se coronó al sentirse al aire y Rin no dudó en tomarlo entre sus manos y masajearlo suavemente.

Cuestión de genética Donde viven las historias. Descúbrelo ahora