Cap.2: Kiara

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Las luces brillaban y destellaban colores en el suelo mientras estaba oscuro con las luces apagadas, gente disfrutaba de la música que se escucha del DJ arriba de todos, en la encimera había gente tomando, otros coqueteando y algunos mirando a quien follar aunque la mayoría se iba afuera a fumar, estaba con Allan, tomando, fumando, ese tipo de cosas que haces en un night club. Estaba conversando con Allan de cuando nos conocimos hace unos años.

—¿Te acuerdas cuando nos conocimos? —Se rió.

—Sí, me acuerdo, y yo te intenté ligar en ese tiempo —se volvió a reír de lo que dije.

—Sí, es verdad, que me intentaste ligar.

—Nunca te interesé, aunque lo intentara, y tú tampoco me gustabas, solo buscaba un tipo con el que pasar la noche. Y era verdad lo que decía.

Yo antes era una adolecente toda hormonal de mierda que buscaba con quien tener sexo y acostarse con quien sea pero he madurado en ese modo y ya no busco a cualquier tipo que veo, primero converso lo conozco y luego me acuesto con el. En ese tiempo y en este momento era el tipo de chica que lideraba en la relación de compañeros sexuales, pero nunca salía con nadie, solo buscaba hombres para matar mis deseos sexuales que casi todo el tiempo tenia a esa edad y a mi padre nunca le importaba, nunca tenia sentimientos en el sexo como muchas mujeres lo hacian, yo no sentia nada solo me excitaba y eso era todo hasta a mi me sorprende lo buena que era para no sentir nada porque yo soy una mujer, un hombre puede tener sexo sin sentir nada pero una mujer es diferente pero yo no era asi, pero tenía condiciones: nunca les iba a lamer la polla y ellos a mí tampoco me harían sexo oral, me parecía repugnante y aun me sigue pareciendo, de solo pensarlo me da asco. Otra era que no me darían órdenes de qué hacer, no me gustaba que me trataran como una sumisa porque quisieran, y yo me movía cuando quisiera en el acto y era sexo duro, de esos que ganarias un premio en el Youtube naranja si asi lo quisieras, follaba durisimo que podrias llegar al orgasmo en casi segundos y yo era la que mandaba, se detenian porque se detenian. Esa es la ventaja de ser hija de la mafia: nadie te iba a dirigir la palabra, y si lo hacían, los amenazaba con matar a su familia o tenía un cuchillo escondido en mi pelo, yo no me dejo por nadie, pobrecitos esos hombres que intentaron tomar el control. Mi padre era un gran mafioso, lo conocían como la parca en vida, era el más temido. La mafia que lideraba mi padre era una de las más peligrosas; Los Petrov eran un grupo que mataba sin perdón y hacía que los asesinatos parecieran accidentes, pero eran muy sangrientos que si era una película solo los pudieran ver adultos mayores de ochenta años. Actualmente, estábamos en guerra con otra mafia, liderada por Matteo Messina un famoso italiano que era conocido por amar mucho a su esposa, él declaró la guerra a muerte pero yo no sé la razón por ahora. Una total locura.

Nos estábamos sentando cómodamente en el night club, estábamos sentados en uno de los lugares reservados para personas importantes, y claramente, yo era una de esas personas, no es por presumir pero me agradaba. Mi mejor amigo me dijo que me iba a presentar a un amigo que había conocido hace mucho tiempo. Mis pelos estaban de punta y me caían gotas de sudor por la espalda, los nervios no paraban ahí, y eso que nunca me había puesto así. Sentía nervios, claramente los iba a sentir; Allan nunca me había presentado a ninguno de sus amigos, y me parecía extraño, él era muy reservado y casi no me contaba de sus amigos. Estaba un poco interesada en saber quién era el tipo que quería presentarme mi mejor amigo, quería saber con quién se juntaba cuando no estaba conmigo, y extrañamente me sentía rara al pensarlo. Se abrieron las puertas del night club e irradiaba brillo en la puerta de entrada, me preguntaba si solo era mi imaginación, trague saliva y entró un hombre que dejó boquiabiertas a muchas mujeres, las dejaba flipando. Todas susurraban y decían que era guapo y lo querían tener para ellas sola. Mientras algunas lo miraban con deseo, otras peleaban por acercarse, eso era típico del bar con las chicas, ven un juguete nuevo y lo quieren probar. Tenía que admitirlo, era el hombre más guapo que había visto en toda mi vida, pero yo no era la típica chica que veía a un hombre guapo y se tiraría encima de él, como si fuera una loca babosa o un chicle que se pega en el zapato. ¿Quién creían que era?

El hombre era alto, como de un metro noventa de estatura, con un cuerpo esbelto, hombros anchos y cintura pequeña. A través de su camisa oscura de mangas largas se podía apreciar que tenía un cuerpo tonificado y bien entrenado. Tenía unos botones desabrochados en la parte de arriba que mostraban parte de su pecho deliberadamente, pero sin exagerar, ese tipo de estilo lo hacía ver que era un tipo relajado. Llevaba unos vaqueros oscuros que combinaban con su atuendo. Y su rostro... Dios, pero qué guapo, pensé. Su rostro parecía tallado por los mismísimos dioses; era mi tipo, pero no quería que pareciera que estaba interesada. Tenía una mandíbula ancha, aunque su cara era fina y alargada, con cejas gruesas y unos ojos azul oscuro que te perforaban con la mirada. Su cabello era negro, liso y casi ondulado, peinado hacia atrás, lo que le daba un aspecto elegante. Su piel clara casi bronceada le confería un aire frío que combinaba con su personalidad a primera vista. Se me erizó la piel, sentí un sentimiento de electricidad por mi espalda.

El hombre se estaba acercando a nuestra mesa, y me puse nerviosa, me temblaba todo y no sabía por qué. Vi que Allan alzaba la mano para saludarlo, y me sorprendí, ¿lo conocía?. Allan me miró y lo acercó a nuestra mesa, diciendo.

—Te presento a mi amigo. Él es Dario Messina.

Lo saludé con cortesía, aunque un poco nerviosa. Me sudaban las manos y tenía los pelos de punta. Sentí un temblor por todo mi cuerpo hasta que dije.

—Mucho gusto, soy Kiara Petrov.

Le estiré la mano para que la estrechara. Siempre era muy formal con cualquiera que conocía, aunque si estabas en un bar, no lo era tanto. Me estrechó la mano.

—Es un placer conocerla —dijo mientras besaba mis nudillos de las manos, sus labios tocaban mis nudillos delicadamente mientras me miraba. Sus ojos azules me penetraban con intensidad, y sentí un escalofrío en la espina dorsal, su voz sonaba ronca y gruesa mientras se oía suave en mi oído, era todo un caballero.

—También el mío —sonreí. Me había sonrojado, cuando solo me había besado la mano, nos miramos por un momento, parecía que el tiempo se había detenido en ese momento.

—Bueno, ¿qué tal un trago? —dijo Allan, interrumpiendo el momento en el que nos mirábamos fijamente.

—Oh, sí, claro —dije, volviendo a la realidad. No sé qué me pasaba.

—Vale —respondió Dario, mirándome fijamente con una sonrisa entre los dientes.

Unas horas después, estábamos tomando, y yo ya estaba borracha, diciendo puras gilipolleces mientras Allan se reía de mis chistes que no daban gracia y no tenían sentido, veía borroso y me sentía mareada viendo cómo el mundo daba vueltas en mi cabeza. Ya era hora de irse a casa, y vi la hora. Era muy tarde. Me levanté y dije que me iba intentando mantenerme levantada correctamente para no caerme. Dario se levantó y dijo.

—Yo te acompaño.

—De acuerdo. Le dije aunque casi no lo escuche.

Estaba un poco desorientada y mareada veía todo raro,todo me daba vueltas y cuando comencé a caminar no sé con qué choque pero me tropecé cayendo hacia atrás y caí encima de Dario. Sentí mucha vergüenza, y más cuando accidentalmente me senté en la pierna y estaba presionando su polla con mi trasero. Estaba dura y era grande, demasiado a decir verdad. Me sonrojé en el momento en que la sentí. ¿Cómo podría ser tan grande?, me pregunté. Él se levantó y también me levantó a mí en brazos. Me ayudó a llegar al estacionamiento donde estaba mi moto al llegar me pidió las llaves, no podía oírlo hasta que lo repitió diciéndolo más fuerte. Accedí y lentamente la saque de mi bolsillo derecho de mis vaqueros pero no la encontraba, luego metí la mano en mi chaqueta y las encontré se las di en su mano y me dio un choque de electricidad cuando le toque la punta de sus dedos y se las entregué. Me pidió la dirección de mi casa y le dije detalladamente la dirección para que no se confundiera, era un poco lejos así que tomará tiempo llegar. Él no estaba tan borracho, parecía tolerante al alcohol. Al llegar a casa, yo estaba tan borracha que me desmayé al llegar a la entrada.

Mi Imperio a tus piesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora