Esta semana ha sido demasiado entretenida para mí. He tenido muchas citas con Kiara y aprovechaba siempre mi tiempo libre para verla. Hoy estaba muy feliz porque haríamos algo diferente; ella decidió elegir el lugar de la cita. Era el último día de la semana y queríamos hacerlo interesante. Ella dijo que quería llevarme a un parque de diversiones; yo me sorprendí cuando lo dijo, no me lo esperaba. Jamás había ido a un lugar así, pero me gustaban las nuevas experiencias. Dijo que debía vestirme cómodamente para esta salida ya que íbamos a tener mucho movimiento y que un traje sería muy incómodo para llevar. Yo inmediatamente acepté, odiaba ponerme trajes y esmoquin, era realmente incómodo aunque me quedara bien; prefería estar en pijama. Decidí ir en taxi al lugar para no llamar la atención de otras personas con mi coche Rolls Royce, de seguro me lo robarían, aunque sinceramente no era peor de donde yo vivía antes.
Llegué al lugar unos minutos después y ahí estaba. Llevaba unos vaqueros claros con una camisa blanca con un dibujo de Minnie Mouse en el centro. No la había visto así casi nunca a Kiara; siempre se vestía elegante y con vestidos, pero hoy venía cómoda. Además, esta vez se dejó el cabello suelto y se mostraban sus ondas muy bonitas, como unos espirales. Levanté la mano para saludarla, aunque ella me podría reconocer porque era muy alto, casi medía dos metros de altura.
—Hola, conejita —espeté, caminando hacia ella con una sonrisa entre los dientes. Ella tenía una cara seria, casi nunca la había visto sonreír, pero a veces, aunque sea solo por un momento, la molestaba para ver su cara con alguna expresión, y me gustaba avergonzarla.
—Hola, Dario —dijo con una expresión un poco feliz.
—Y bien... ¿qué vamos a hacer? —pregunté. De repente, ella sonrió y tuvo una mirada traviesa, eso me pareció interesante. Luego, cogió mi mano y me llevó corriendo, parecía emocionada.
—Vamos a subirnos a la montaña rusa —dijo mientras seguía corriendo, cogiéndome la mano.
—¿Qué...? —pregunté nervioso y me sudaba la frente. Ir a la montaña rusa como primera actividad del día era algo loco. Joder, pensé, estaba jodido, pero mucho. Cuando le preguntaba a mis amigos cómo era, decían que te mareabas y vomitabas o se te revolvía el estómago. Eso me quedó marcado y no lo olvidaría nunca, por eso nunca lo intenté. Me había traumado.
—¿Qué? ¿Tienes miedo? —Me miró casi como si se estuviera burlando.
—No, ¿por qué lo tendría? No me subestimes, Kiara —dije con una sonrisa desafiante y atrevida.
—Solo decía —se detuvo en la fila larga que había para montarse en la montaña y yo me quedé atónito. Era muy alta y había muchos giros en todos lados, aunque no me había montado todavía, me sentía mareado. Kiara tomó mi mano y sonrió, yo la miré sorprendido. Su sonrisa era bonita. Parecía que había notado mi nerviosismo; pensaba que se iba a burlar o reír de mi comportamiento, pero no lo hizo. Solo me estaba intentando calmar y eso, de verdad, me tranquilizaba. Era... cálido, algo que no había sentido en años.
Después de un rato, ya casi estábamos por subirnos; solo unas personas más entraban y luego seguíamos nosotros. Tragué saliva, me estaba arrepintiendo, pero Kiara y yo habíamos esperado mucho tiempo para llegar hasta aquí y no podíamos, ni queríamos, volver a hacer la larga fila de nuevo. No quería arruinar esta cita. Llegó nuestro turno y yo respiré hondo. Me subí en el primer asiento de todo el frente, Kiara se sentó a mi lado, luego bajó una barra de metal frente a nosotros, haciendo que no pudiéramos salir. El que parecía un tren comenzó a moverse y estaba nervioso. Continuó moviéndose y comenzó a ir más rápido; sentía que mi cabello volaba detrás mío, el viento golpeaba mi cara y yo cerraba los ojos. Luego, íbamos a subir muy alto y en ese momento se movía lento, pero después, cuando llegamos a la cima y empezamos a bajar, comenzó a ir mucho más rápido.
—¡Mierda! —dije gritando. Kiara se rió, se estaba tapando la boca para no reír a carcajadas. Era divertido, pero se me revolvía el estómago. Terminamos la montaña rusa y mi cabeza daba vueltas. Sentía la comida en la garganta y quería vomitar.
—¿Lo hacemos otra vez? —Me miró emocionada.
—No, con una vez es suficiente —dije, intentando caminar adecuadamente.
—Vale, no lo pediré más, pero ¿quieres ir a otro juego? —me preguntó con cautela. Suspiré.
—Está bien, ¿a cuál quieres ir?
—Vamos a uno leve, a los coches de choque que están por allá.
Giré en dirección hacia donde me había señalado y vi el juego. Caminamos por toda la multitud de gente que se amontonaba en todos lados hasta llegar, y esperamos a que desocuparan dos coches. Cuando llegamos, uno de seguridad bloqueó el paso.
—¿Qué sucede? —pregunté desconcertado pero serio.
—No pueden subirse, es solo hasta niños de diez años y ustedes ya son adultos. Le di una sonrisa descarada, estaba indignado, me parecía injusto, pero sabía cómo tratarlo. Giré la mirada hacia Kiara, que estaba con el puño apretado, tanto que se podían ver sus venas, y con una sonrisa enfadada en su rostro. Le bloqueé el paso para que no golpeara al guardia con su mano preparada para atacar. Ella me fulminó con la mirada para que me moviera, pero no le hice caso. Más bien, me dirigí hacia el guardia y le di un monto de dinero muy alto. Él volteó a otro lado y cogió el dinero. Sonreí, parece que después de todo sí necesitaba el dinero.
Después de un rato, nos subimos a los coches. Kiara se estaba divirtiendo, igual que yo. Kiara golpeó mi coche, empujándolo contra una esquina del área cerrada.
—¡Oye! —Me vengué moviendo el pequeño coche para empujar contra él de ella y luego me escapé de ahí mientras ella me fulminaba y me perseguía. Nos reímos, y me flipó ese día, lleno de diversión y emoción, algo que volví a obtener después de años.
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Mi Imperio a tus pies
RomanceUna joven heredera de una de las mafias más peligrosas se ve atrapada en una guerra sin tregua contra una facción rival. En medio del caos, conoce a un hombre que despierta en ella un profundo interés, pero su oscuro pasado y los secretos que su pad...