Cap 6:noches de crepusculo

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El sol se desvanecía en el horizonte, tiñendo el cielo de un rojo profundo, como si el mundo mismo estuviera sangrando. Andreé se sentó en un banco del parque, con la mirada perdida en las hojas caídas que crujían bajo sus pies. La tristeza lo envolvía como un abrigo pesado. Había días en que el vacío se sentía tan profundo que apenas podía respirar.

Danna apareció en su campo de visión, su cabello largo ondeando con la brisa. Se acercó lentamente, como si temiera romper el silencio que los rodeaba. Sus ojos, normalmente brillantes, parecían apagados.

—Hola, Andreé —dijo ella, tratando de sonreír, pero sus labios temblaron antes de conseguirlo.

—Hola, Danna —respondió él, sin aliento. A pesar de su esfuerzo, no pudo ocultar el peso en su voz.

Se sentaron juntos, la distancia emocional entre ellos más palpable que nunca. Ambos sabían que las cosas no eran como solían ser. La risa y las bromas habían sido reemplazadas por un silencio abrumador. El recuerdo del último encuentro aún resonaba en la mente de Andreé: la discusión sobre la pérdida de un amigo en común y cómo, en ese momento, se habían sentido tan distantes.

—¿Cómo estás? —preguntó Danna, su voz quebrada por la preocupación.

Andreé se encogió de hombros. No había una respuesta sencilla para esa pregunta.

—No lo sé. Algunas veces me siento... vacío. Como si todo lo que solía importarme ya no tuviera sentido.

Danna lo miró fijamente, comprendiendo el dolor que él llevaba en su interior. Había intentado ayudarlo, pero cada vez que se acercaba, Andreé se cerraba más. Era como si un muro se hubiera erigido entre ellos, y él no sabía cómo derribarlo.

—A veces, creo que no tengo derecho a sentirme así —continuó él—. Eduard siempre fue el fuerte, el que nos mantenía unidos. Ahora que no está...

La mención de su mejor amigo dejó una sombra en el aire. Eduard había sido el pegamento que mantenía a todos juntos, y su ausencia era un eco constante en sus vidas. Un accidente trágico había llevado a Eduard, dejando a Andreé y Danna perdidos en un mar de culpa y tristeza.

—Tú también lo extrañas, ¿verdad? —preguntó Danna, sus ojos llenos de lágrimas.

Andreé asintió, sintiendo que su pecho se apretaba. No había un día en que no pensara en Eduard, en sus risas, en sus planes de futuro que nunca se realizarían.

—A veces me pregunto si podría haber hecho algo diferente —admitió él, su voz un susurro.

—No podías saberlo —respondió Danna, apretando la mano de Andreé—. No era tu culpa. A veces, el mundo es cruel sin razón.

El silencio volvió a asentarse entre ellos. Andreé se perdió en sus pensamientos, recordando momentos felices con Eduard. La imagen de su amigo riendo y bromeando era una herida abierta. Cuanto más pensaba en él, más se hundía en el abismo de la tristeza.

Danna se inclinó hacia él, su rostro a solo unos centímetros del suyo.

—Andreé, necesitamos encontrar la manera de seguir adelante. Eduard no querría que estuviéramos así.

La voz de Danna resonó en su mente, pero era una lucha. ¿Cómo podían seguir adelante cuando el dolor se sentía tan presente? En ese momento, un impulso oscuro le cruzó la mente: si tan solo pudiera volver a escuchar la risa de Eduard, todo sería más fácil.

—¿Y si simplemente no puedo? —respondió Andreé, su voz temblorosa—. ¿Y si nunca puedo dejarlo ir?

Danna lo miró, y su tristeza se reflejó en su rostro.

—No tenemos que hacerlo solos. Estoy aquí contigo, siempre.

La noche comenzó a caer, y las sombras se alargaron. Danna se quedó en silencio, sin saber qué más decir. Andreé deseaba que sus palabras pudieran sanar las heridas, pero el vacío seguía allí, latente.

De repente, Andreé se puso de pie, sintiéndose atrapado en un laberinto de emociones. Se alejaron unos pasos, luchando contra el torrente de lágrimas que amenazaba con brotar.

—Necesito un momento —dijo, y comenzó a caminar hacia el borde del parque.

Danna lo siguió, preocupada.

—Andreé, por favor, no te alejes de mí. No estás solo en esto.

El viento sopló fuerte, como si la naturaleza misma se uniera a su dolor. Andreé se detuvo al borde de un pequeño estanque, las aguas oscuras reflejando su figura. Se miró y vio a un extraño, alguien que había perdido su camino.

—¿Por qué? —gritó, la frustración brotando como una tormenta—. ¿Por qué tuvo que pasar esto?

El eco de su voz resonó en el vacío, y al girarse, encontró a Danna mirándolo con lágrimas en los ojos. Era un reflejo de su propio dolor.

—No lo sé —respondió ella, la voz quebrada—. Pero sé que debemos recordar a Eduard, no como una carga, sino como una luz en nuestras vidas.

Andreé sintió el peso de sus palabras. Eduard siempre había querido verlos felices, pero la idea de seguir adelante sin él era como intentar respirar bajo el agua.

—No sé si puedo —confesó, sintiéndose vulnerable.

Danna se acercó y tomó su mano, un gesto simple pero poderoso.

—Nos apoyaremos mutuamente. Es lo que haría Eduard. No le hagamos eso; no dejemos que su memoria se convierta en un motivo de dolor.

En ese instante, Andreé sintió una chispa de esperanza, pequeña pero presente. Las sombras que parecían consumirlo se disiparon un poco. No podían cambiar el pasado, pero tal vez podían crear un futuro que honrara la memoria de su amigo.

—Prométeme que no te alejarás —dijo Danna, mirándolo con intensidad.

—Lo prometo —respondió Andreé, sintiendo que, aunque el camino sería difícil, al menos no tendría que recorrerlo solo.

Juntos, se quedaron al borde del estanque, contemplando el reflejo de lo que alguna vez fueron y lo que podían ser. La noche era oscura, pero con cada latido de sus corazones, comenzaban a encontrar su camino de regreso a la luz.

El crepúsculo se convirtió en noche, y aunque el dolor seguía presente, una nueva esperanza comenzaba a asomar en sus corazones.

☆♡𝑨𝒎𝒐𝒓 𝒅𝒆𝒔𝒅𝒆 𝒆𝒍 𝒄𝒐𝒓𝒂𝒛ó𝒏♡☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora