Hacía ya unos minutos que la limusina había parado, pero la chofer ya sabía que jamás debía interrumpir a su jefa cuando estaba con una de sus chicas y sobre todo cuando cerraba la ventanilla que comunicaba la parte trasera con la delantera.
Freen abrió la puerta y luego le tendió la mano a la joven para ayudarla a salir.
Becky todavía temblaba a causa de lo vivido, por lo que se sujetó fuertemente al brazo de Freen una vez salieron del auto y ella la ayudó a bajar.
-Ahora tú y yo vamos a almorzar y tener un rato para hablar lejos de todas esas formalidades. Me apetece mucho conocerte mejor -Freen explicó ofreciéndole el brazo para caminar juntas hasta el restaurante del club, donde el encargado no tardó en acercarse a ellas.
-Señora chankimha, que agradable volver a verla. No sabía que estaba de nuevo en la ciudad.
-Llegué hace tan solo una semana -explicó con una suave sonrisa que no parecía realmente genuina, más bien parecía fingida amabilidad que tenía tan ensayada que era difícil notarla, a no ser que su interlocutor la conociera muy bien.
-Y muy bien acompañada, como siempre -El hombre no dudó en barrer exhaustivamente con la mirada de arriba a abajo el cuerpo de becky hasta que Freen carraspeó y lo fulminó con la mirada por descarado, provocando la posesividad de la tailandesa. Freen era la única que tenía derecho a repasarla de ese modo.
-¿Su mesa de siempre? -el encargado preguntó, incómodo.
-Esa será perfecta, pero no hace falta que nos acompañe, yo misma conozco el camino.
Y antes de que pudiera responder, llevó un brazo tras la cintura de becky, acercándola levemente a su cuerpo y haciéndola caminar hasta una de las mesas del fondo, la cual estaba justo al lado del ventanal que daba a los campos.
-Ese imbécil... -Freen murmuró sintiendo como algo que no había sentido en mucho tiempo la empezaba a invadir: celos. Sí, sin duda, eran celos. Pero no solo eso, también tenía ganas de proteger aquello que consideraba suyo.
Retiró la silla y le indicó a becky que se sentara. Ella era tan distinta, tan pura que odiaba que la observaran y tratarán como a las demás, cuando ni ella misma lo hacía. Era su diamante en bruto, suya.
Becky aceptó la invitación a comer que Freen le ofrecía, ella también quería saber un poco más sobre esa mujer, además, Yoko le había dejado claro que al prestar sus servicios como sugar baby significaba ser también una buena oyente, acompañante, e incluso, en ocasiones, una especie de terapeuta, que no todo se trataba de sexo.
Sin embargo, se sintió incómoda e intimidada ante la mirada del coordinador del restaurante. Era una mirada tan descarada y llena de prejuicios que ella se colgó un poco más del brazo de Freen. Casi estuvo a punto de decirle si podrían ir a otro lugar, pero al escucharla hablar y sentir que ella de algún modo la protegía, un sentimiento extraño de seguridad la embargó. No dijo nada y solo se limitó a seguirla notando como la confianza en ella misma crecía y esa sensación de sentirse protegida a su lado se le hacía agradable.
-¿Estás segura de que quieres comer aquí? Yo no encajo mucho en este tipo de lugares -mencionó becky algo avergonzada, mirando disimuladamente a su alrededor y
sintiendo que la ropa que llevaba estaba por debajo incluso de los meseros.-Por supuesto que encajas. Quien no encaja es ese señor indiscreto, creo que es hora de darle una lección -Freen aseguró sacando su teléfono móvil y escribiendo un mensaje rápidamente para después guardarlo, estando segura de que no tardarían mucho en tener una visita- El buen servicio mira, escucha y sobre todo calla, jamás juzga a sus clientes y mucho menos a sus acompañantes, se hace invisible y solo cuando se le necesita está ahí.
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SUGAR MOMMY (G!P)
Randombecky Armstrong, una chica de 20 años agobiada por las deudas que la ahogan a ella y a su madre. Abandona por el resto de su familia, ambas están luchando por sobrevivir. Freen sarocha, una noble de 36 años y descendiente la realeza tailandesa, ha c...