Faye rogaba por qué los pasillos del jodido castillo se acortarán por arte de magia y llegar cuanto antes a su habitación. Las insinuaciones de yoko la tenían nerviosa, alterada y a punto de perder el control de nuevo, sobre todo al tener todavía muy presente y fresco el recuerdo de cómo la había tomado en el laberinto solo unas horas antes no ayudaba a que pudiera recobrar la cordura con facilidad.
-Bueno, por fin llegamos -el alivio se sintió en su voz cuando paró frente a sus puertas observando a yoko e indicando con un gesto de la mano que entrara- Espero que duermas bien, yoko -Faye observó su rostro y sus labios tenía deseos de besarla. ¿En qué estaba pensando? Ni siquiera la había besado mientras la follaba, ella jamás besaba a sus amantes y si no lo hacía durante el sexo, mucho menos lo haría frente a su puerta para despedirla como una jodida adolescente despidiéndose de su novia después de una cita.
Se giró para agarrar el picaporte de su puerta y la abrió entrando rápidamente y sintiéndose a salvo de sus propios impulsos dentro, ciertamente las morenas eran su jodido punto débil y yoko sabía cómo hacer crecer su deseo, era peligrosa para ella.
Yoko mordió sus labios, frenando el impulso de colgarse en el cuello de Faye y besarla. Yoko jamás besaba en los labios, besar en los labios era algo tan íntimo, algo que daría paso a un apego que no necesitaba. Por eso tuvo que herir con sus uñas la palma de sus manos para no hacer lo que en esos momentos deseaba hacer con todas sus fuerzas.
-Hasta mañana -se atrevió a responderle con cierta vergüenza, odiando comportarse así ante Faye y que ella fuera capaz de hacerse cuestionarse tantas cosas, de hacerla desear saltarse sus propias normas.
Joder, yoko no era así. Ella no sentía vergüenza, mucho menos se portaba sumisa frente a ningúna mujer. Una vez cerró la puerta tras despedirse de la abogada, golpeó su cabeza contra esta al cerrar.
"¿Qué diablos te está pasando, yoko?"
Se cuestionó dejando que su cabeza tocara contra la fina y gruesa madera de la puerta una vez más, la noche sería demasiado larga para su gusto. Sobre todo tras media hora después de salir de la ducha y no sentir ningún deseo de dormir, sino de volver a sentir las manos de esa mujer sobre su cuerpo.
Yoko mordió sus propios labios ante sus propios pensamientos, que la incitaban a salir de ese maldito cuarto, atravesar el pasillo y colarse en el cuarto de Faye. Su única preocupación era la de pensar que pasaría si esa puerta se encontrara cerrada.
"Yoko, tú no eres una cobarde."
Se dijo a ella misma, golpeando con las palmas de sus manos sus mejillas, incapaz de no parar ella misma los pasos que su cuerpo daba, llevándola de nuevo hasta la puerta, la cual no dudó en abrir, atravesando el pasillo hasta quedar de frente a la otra puerta, sabiendo que tras de esta se encontraba la abogada.
"Bien, yoko ya has salido y estás aquí, ¿Qué esperas para abrir la puerta?"
Faye se había quitado la ropa y se metió en la cama, no pensaba tocarse y atender la jodida erección que tenía entre las piernas de solo pensar en yoko, porque eso sería seguir alimentando esa fantasía y lo que debía hacer era borrarla, así que apagó la luz y se metió refunfuñando bajo la sábana cuando notó la puerta abrirse.
Maldita niña que no pretendía dejarla borrarla de su mente, tal vez si se hacía la dormida pararía, pero eso no sucedió. Yoko avanzó lentamente hasta llegar a la cama y entonces Faye sacó un brazo para atraerla y hacerla caer. Para cubrirla rápidamente con su cuerpo y sostener las manos de la joven sobre su cabeza, sosteniendolas de las muñecas con una sola mano para prender la luz con la otra.
-¿No tuviste suficiente en el laberinto que viniste a por más, yoko? No te conviene...
-¿No me conviene que...? -le preguntó yoko debajo de ella.
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SUGAR MOMMY (G!P)
De Todobecky Armstrong, una chica de 20 años agobiada por las deudas que la ahogan a ella y a su madre. Abandona por el resto de su familia, ambas están luchando por sobrevivir. Freen sarocha, una noble de 36 años y descendiente la realeza tailandesa, ha c...