19... Farmacia

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Despertar fue difícil, sentía el cuerpo exhausto, negado a reaccionar, pero un leve rayo de sol se filtraba por las cortinas, cayendo justo sobre sus ojos, molestandolo.

A lo lejos se escuchaba el murmullo de las cotorrillas, que anidaban en los árboles de la plaza del frente. El ruido lo consternó, abriendo los ojos de repente, saliendo de su cálido capullo de frazadas, en el complejo de su familia jamás se escucharía el ruido de un pájaro o cualquier otro sonido natural.

Se irguió en el cómodo sillón, envuelto en las coloridas mantas tejidas, cayendo en cuenta que se encontraba en el departamento de Von Feder... Otra vez. Se derrumbó en la cama improvisada de nuevo, mirando al techo por un breve momento de pánico.

Estar una vez en la casa de un Alfa ya era una mancha negra en un historial, pero dos veces se sentía como un importante límite mental que no había planteado.

Respiro profundo de nuevo, queriendo contener la inevitable reacción de su cuerpo ante la ansiedad, empezando a temblar levemente.

Se movió hacia la riñonera que siempre llevaba consigo, buscando un supresor, estar rodeado de feromonas Alfa lo preocupaba, prefería tomar precauciones, se detuvo un momento en las pastillas que solo tomaba de vez en cuando, para evitar los ataques de pánico, pero las ignoró y siguió revolviendo el pequeño espacio, otro puñal de ansiedad se posó en su pecho al ver que no estaban. Revolvió la riñonera más frenéticamente, sacando el contenido una y otra vez, pero las pequeñas cápsulas no aparecían. ¿Se le habían caído? ¿Cómo podía haber sido tan descuidado? Las reponía siempre que veía que faltaban, era parte de su rutina... "¡¿Entonces por qué no están en su sitio?!" Pensó, Angustiado.

Volvió a respirar profundamente, aunque cada vez era más difícil, se aferró al borde del sillón, como si ello lo pudiera anclar a la tierra. "Debo ir a comprar más" Pensó, decidido, aunque las dudas no tardaron en llegar, no conocía la zona y no podía desaparecer sin decir nada.

Observó el pasillo al lado de la cocina, con dos puertas, una ya la conocía, el baño, la otra era la habitación de Charles. Si el aroma natural que rondaba por la casa lo ponía alerta, acercarse al cuarto de la portadora de dicho aroma le erizó la piel, con la ansiedad carcomiendo su pecho y las manos temblorosas, tocó suavemente la puerta del cuarto, odiando cada minuto.

"Charles" Llamó, con un leve carraspeo por la sequedad de su garganta.

Un gruñido suave y adormilado se escuchó desde el interior de la habitación, abrió levemente la puerta, dudando de si le escuchaba, estuvo a punto de volver a llamar, cuando otro gruñido se produjo.

"¿Qué pasa?" Murmuró ella entre las frazadas, sin abrir los ojos todavía, pero sintiendo la presencia de Hale en el aire.

Él se mordió los labios, odiando tener que explicarse, sintiendo un nudo en el estómago que lo ahogaba.

"Voy a salir. A la farmacia. Necesito comprar algo, volveré rápido" Masculló de forma escueta, intentando no sonar desesperado.

Charles parpadeó un par de veces, tratando de procesar lo que él decía. Aunque su cerebro seguía en modo sueño, la preocupación comenzó a deslizarse en su expresión, mezclada con la confusión.

"¿Ahora?" Consultó viendo la hora en su celular, siendo apenas la madrugada.

"Si" Respondió con un poco más de aspereza de la que pretendía. "Solo será un momento. No es gran cosa". Masculló apretando la mandíbula y el pomo de la puerta, queriendo huir.

Charles se levantó lentamente de la cama, asomándose y abriendo la puerta que los separaba, analizando el estado de Hale, su postura rígida, el leve temblor de sus manos, detalles que destacaban su estado.

Cazando a este antagonistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora