capituló 13: Por nunca jamas

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Inuyasha cruzó los brazos sobre el pecho, manteniendo la mirada en el suelo, ignorando el alboroto que lo rodeaba. Habían ido al consultorio del ginecólogo una semana después de que Inuyasha hubiera concebido, e Inuyasha no estaba nada contento. Sabía que era importante averiguar cómo procedería su embarazo, pero eso no significaba que tuviera que disfrutarlo. Los niños corrían de un lado a otro hasta muy tarde por la tarde, drogados por sus almuerzos y bocadillos a escondidas. La paciencia de Inuyasha se estaba agotando más que una telaraña.

-¿Inuyasha? -Inuyasha se puso de pie cuando lo llamaron por su nombre y rápidamente se dirigió a la puerta junto a la cual se encontraba la dama. Sesshomaru se dirigió más lentamente hacia la puerta, mientras Inuyasha lo miraba con enojo por encima del hombro.

Ahora no era el momento para que Sesshomaru caminara como si fuera dueño del mundo.

Cuando Sesshomaru finalmente lo logró y su padre se quedó esperando, la enfermera demonio los condujo a una habitación tranquila. Los nervios de Inuyasha se calmaron y su postura se volvió más relajada mientras miraba a la enfermera en busca de más instrucciones.

-Por ahora, voy a tomarles el peso y la altura. El médico llegará en breve -les dijo, e Inuyasha siguió sus instrucciones. En ese momento, pesaba ciento cuarenta y cuatro libras y medía un metro sesenta y cinco. La enfermera tarareó suavemente y lo anotó en una pizarra.

"Puedes ganar hasta quince libras durante el embarazo. Pero no todas las betas o mujeres lo hacen", le dijo, e Inuyasha asintió una vez en señal de comprensión.

Esperaba no ganar tanto peso; sería difícil volver a su musculatura. Inuyasha se levantó la camiseta cuando ella salió de la habitación, frunciendo el ceño. Originalmente tenía abdominales marcados, pero curiosamente no eran tan visibles como antes. Inuyasha se pasó una mano por el estómago, sintiendo la ligera redondez.

-Sesshomaru, ¿me amarías aún si fuera gorda? -preguntó Inuyasha suavemente, levantando la vista de su estómago hacia Sesshomaru, que había estado mirando por la ventana. Sus ojos dorados se posaron de nuevo en Inuyasha, parpadeando lentamente como si estuviera considerando las palabras de Inuyasha. Sesshomaru bajó la mirada hacia el estómago descubierto de Inuyasha y luego hacia su rostro, parpadeando de nuevo mientras parecía pensarlo.

"Sí."

Inuyasha no sentía que estuviera diciendo la verdad, pero eso lo hizo sentir un poco mejor consigo mismo. Volvió a mirarse el estómago y pasó una mano por encima.

¿Se sentiría a gusto si engordara?

Suspiró suavemente, molesto, se acercó a la mesa de reconocimiento y se sentó. Sesshomaru había vuelto a mirar por la ventana y su habitual actitud pétrea parecía haber regresado.

Al menos cuando estaban en público.

Inuyasha suspiró, se giró hacia un lado antes de acostarse. Cerró los ojos y se encogió sobre sí mismo.

Había pasado un tiempo desde que había podido dormir bien. Suspiró suavemente, relajando su cuerpo mientras se preparaba para descansar durante el día. Le recordaron con rudeza que no estaba en casa.

La puerta se abrió y se oyeron fuertes pasos en la habitación. Una voz estridente casi hizo que Inuyasha cayera de la mesa de reconocimiento por la sorpresa, y abrió los ojos de golpe con una ira apenas contenida.

Amor de cachorroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora