-𝐞𝐥𝐞𝐯𝐞𝐧.

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Pasaron algunas semanas desde la muerte de la Princesa Gael Targaryen y la razón de ella se esparció por los Siete Reinos como una fiebre de verano, aunque los cuchicheos sobre un bastardo no dejaron de sonar por Poniente. Era de esperar que se hablara de ello, pero la magnitud de la noticia no tardó en pasar y la mayoría se olvido del asunto con rapidez.

La gran boda esperada por la casa Targaryen y la casa Hightower se pospuso por órdenes del Rey Jaehaerys y la Reina Alysanne, esperando seguir con la organización una vez que pasarán su debido y merecido luto por su hija. Muchos murmuran sobre el estado de los monarcas, más deteriorado desde el día fatal y la ceremonia fúnebre, ambos se saltaban las comidas y convivían muy poco entre ellos o su familia, y la Reina había comenzado a tener catarros más seguidos. Por otra parte, la relación de los prometidos parecía haberse reforzado en tan poco tiempo, volviéndose inseparables. A donde se presentara lady Leyla, el Príncipe Daemon estaba junto a ella. No la dejaba ni a sol ni a sombra.

Ese día, lady Lynesse y sir Robert Hightower, partirían a Oldtown a dejar todo en orden antes de la boda. Leyla estaba más ansiosa que triste, tenía un mal presentimiento desde la mañana y en varias ocasiones insistió a su madre y hermano de permanecer un poco más de tiempo en la corte, pero ambos se negaron, excusándose de que tenía que rendir cuentas a su tío Otto sobre los asuntos que le habían encargado. Nunca habían anticipado su compromiso y su visita se había extendido más de lo debido.

—¿De verdad tienen que irse ahora? —preguntó Leyla, su voz cargada de una ansiedad que no lograba disimular mientras tomaba las manos de su hermano mayor.

El mayor esbozó una sonrisa serena, tratando de calmarla.

—Volveremos cuanto antes, Lea. —explicó en un tono suave, su habitual firmeza revestida de afecto fraternal. —Padre y Ormund seguirán aquí contigo. No estarás sola.

Leyla asintió, pero la preocupación no abandonaba su mirada. Sabía que los asuntos en Oldtown eran importantes, pero algo en su interior le decía que ese no era el momento para que su familia partiera.

—Aun así... —su voz se quebró por un instante, sintiendo que debía hacer algo más para evitar su partida, pero no sabía cómo.

—Estaremos bien. —intervino lady Lynesse, su madre, acercándosele y colocando su mano cálida sobre su mejilla. —Tienes que confiar en que todo saldrá como debe ser. Dejémoslo en manos de los Dioses.

Leyla forzó una sonrisa, pero el mal presentimiento seguía latente. La despedida se sintió más fría de lo que debería. Daemon, quien observaba la escena a unos pasos de distancia, no intervino, pero su mirada no abandonaba a Leyla en ningún momento.

Cuando el carruaje de los Hightower se alejó a las afueras de la Fortaleza Roja, una sensación de vacío invadió el pecho de Leyla. Había estado en la corte sola durante años, siendo solo una dama de compañía, pero ahora era diferente. Sabía que no estaba sola está vez, que Daemon seguiría a su lado, pero no podía sacudirse la sensación de que algo oscuro se cernía sobre ellos. Las nubes en el cielo, grises y cargadas, parecían ser un presagio de lo que estaba por venir.

-𝐓𝐇𝐄 𝐊𝐈𝐍𝐆- | 𝘋𝘢𝘦𝘮𝘰𝘯 𝘛𝘢𝘳𝘨𝘢𝘳𝘺𝘦𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora