La familia Choi

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Sus ojos contaban más que sus palabras. Como siempre.

Mirarle era toda una historia esperando a contar cada uno de sus secretos. 

A veces hablaban y otras se encerraban en los confines de su mente. Han sabía cuando las verdades se quedaban congeladas en la garganta y lo que salía eran solo palabras que no respondían a la razón de nada. 

— ¿Tengo que irme?- Tantea con la voz arenosa- o... Eres tu... quien quiere que me vaya.

De nuevo los ojos, pudiendo responder con la sinceridad y que no hiciera falta nada más para decirle cuanto le quiere aquí, decidieron callarse. Minho miró a otro lado y Han esperó doce suspiros hasta que aceptó que no iba a tener una buena respuesta, tal vez ninguna. 

Los ojos le empezaron a quemar en el sexto suspiro, el resto solo le acercaron poco a poco al llanto, listo para derramarse cuando giró sobre sus talones en el portal de la casa de Minho.

No le dijo adiós.

Tampoco sabe que Minho tenía el "No quiero que te vayas" escrito en la comisura de sus ojos. 

Sus pasos son pesados, hacen ruido contra el empedrado de la calle en la plaza. Innie le mira tratando de descifrar su rostro, no tarda en captar la mirada aguada y los hombros bajos. Decide no preguntar, y mucho menos cuando Hyunjin y el cruzan un asentimiento. No saben lo que pasa, quizá no les hace falta. 

Han no recuerda cuando se fue Hyunjin y Juliette. Se despidieron, los escuchó. "nos vemos luego". Tampoco recuerda muy bien a donde fue Gabriel, o lo que dijo el señor Yang. Innie tira de el por el camino de tierra que ya se conoce de corazón, van al molino, a hacer la harina, y luego irán a la panadería. Como cada día. 

¿Cómo es que esto se ha vuelto una costumbre?

Si Han se diera la vuelta, metiera sus cuatro camisetas de nuevo en la maleta y se fuera a casa, mañana no habría molino, ni harina, ni pan, ni el beso de Nan en su cachete, el desayuno de Gabriel, la misa de por la mañana, el enfado del señor Yang. No estaría el maldito de Kim Seungmin, ni pelearía a cada momento con Hyunjin...

Despertaría en su cama, en la oscuridad conocida que le envuelve, la de siempre. La que le asfixia por la noche y le hace temblar de día. Chan le llamaría a la puerta recordándole que hoy tienen ensayo, o reunión o cualquier cosa y el preferiría quedarse ahí entre las sábanas pesadas que le separan del mundo real. Hasta que se pierda tanto que deje de ser una persona. 

"¿Quieres hacer algo para divertirte luego?" Innie le acomoda una mano suave en el hombro, devolviéndole a la realidad. Le sonríe y se acuerda con un suspiro: Aquí no hay oscuridad.

En este mundo sus hombros no pesan el doble. 

En este mundo sigue existiendo Minho. 

Suspira y entonces se recompone un poco. El señor Yang le riñe cuando no encaja bien la pieza del silo, Innie se ríe, la harina se le desborda y Han termina con unas cuantas canas blancas. Abuelo y nieto aprovechan para burlarse de el (no pueden negar que son familia) hasta que ambos terminan por accidente con algunas manchas de polvo blanco en sus camisetas y Han no puede hacer otra cosa que reir mientras sale por patas. 

El brazo alzado del señor Yang gritándoles mientras Han e Innie corren calle abajo hacía la panadería trae recuerdos que saben a nostalgia a pesar de tener apenas unos días de antigüedad. Nan les abraza distraída, reparte besos en las mejillas de ambos... Hasta que se da cuenta del rastro de harina que dejan tras de ellos y su trato afable se transforma en un diablo con delantal. Salen pitando, con sus trozos de tarta, que no pueden faltar. 

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⏰ Última actualización: Nov 16 ⏰

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