Capítulo 7

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Había transcurrido un mes desde que Izuku comenzó a asignarle a Makina (Shouka) pequeños encargos, usando como pretexto ganarse su confianza. Sin embargo, Makina sabía que no le permitían acercarse demasiado a los secretos importantes, ya que Izuku solo le daba tareas de bajo perfil. Además, siempre estaba bajo vigilancia: si no era Toga, era Dabi quienes discretamente la seguían, asegurándose de que no se desviara de lo que le habían encomendado. A pesar de esto, el día que Makina tanto temía finalmente llegó, el día en que tendría que mancharse las manos de sangre por la organización.

El escenario era un oscuro almacén propiedad de Izuku. Allí, el joven líder de la mafia golpeaba brutalmente a un hombre frente a su esposa e hijas, cuyos gritos de terror resonaban en el frío y sombrío lugar. Aunque Makina había presenciado actos violentos antes, nunca se acostumbraba al nudo en el estómago que sentía al ver a una familia quebrarse bajo la crueldad de la vida mafiosa. Sabía que esta vez no sería solo una observadora; pronto le darían una orden que pondría a prueba su lealtad y su moral.

Izuku: —limpiándose las manos ensangrentadas— Vaya... eso sí que fue un buen calentamiento. —se sienta en una silla frente al hombre maltrecho— Y bien, ¿tienes algo que decir con los pocos dientes que te dejé?

Hombre: —escupiendo sangre junto con algunos dientes— Por favor... perdona a mi familia...

Izuku: Sabes, nunca debimos llegar a esto. Pero cuando descubrí que estabas recibiendo una jugosa cantidad de dinero por vender información sobre mis barcos de transporte de droga, me enfurecí. No me gusta que me traicionen.

Hombre: —golpeando su frente contra el suelo, su voz rota por la desesperación— Mi avaricia fue lo que me llevó a esto. Te lo suplico, perdona a mi familia... deja que empiecen de nuevo...

Izuku: —levantándose con calma y colocando su bota sobre la cabeza del hombre— Claro... yo jamás podría matar a una dulce madre y a su hija.

El hombre comenzó a agradecer entre sollozos, pero sus palabras quedaron ahogadas por el estruendo seco de dos disparos a su espalda. Giró rápidamente y sus ojos se encontraron con los cuerpos inertes de su esposa e hija, con un solo disparo en la cabeza de cada una. Dabi, quien sostenía el arma, esbozaba una sonrisa fría.

Izuku: —con una serenidad perturbadora— Te lo dije... yo no podía hacerlo. Pero nunca dije que otro no pudiera.

El hombre, destrozado por la tragedia, comenzó a maldecir y gritar desesperado, pero Izuku lo calló de inmediato con una patada brutal en la cara, arrancándole los últimos dientes que le quedaban. La sala quedó en silencio, roto sólo por los sollozos ahogados del hombre derrotado, mientras Izuku observaba con frialdad, como si todo fuera simplemente parte del negocio.

Izuku: —mete la mano en su saco, sacando lentamente su arma— Bueno, ¿por qué no darte un final rápido? No soy fan de alargar estas cosas.

El sonido metálico de la pistola al ser cargada resonaba en el silencioso almacén, y cuando Izuku se disponía a apretar el gatillo, de repente se levantó y giró el arma, apuntando directamente a Makina. Ella se sorprendió, aunque en el fondo sabía que algo así podía pasar. Sin embargo, lo que más la desconcertó fue cuando Izuku le tendió el arma.

Izuku: —acercándole la pistola a Makina— ¿Por qué no le das tú el final a este hombre? —sus ojos la desafiaban mientras le ofrecía el arma—.

El ambiente en la sala se tensó de inmediato. Aunque Makina mantenía un semblante frío, por dentro una tormenta de emociones se desataba en su interior. Sentía un revoltijo de temor, duda y rechazo. Pero sabía que no tenía tiempo para flaquear; si vacilaba por demasiado tiempo, Izuku podría empezar a sospechar de ella. Sin más opción, tomó el arma de su mano, caminando lentamente hacia el hombre que seguía llorando, con la cabeza pegada al suelo.

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⏰ Última actualización: Nov 04 ⏰

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