Capitulo 4

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Capítulo 4: El Misterio de los Panes de Muerto

El Día de Muertos se acercaba rápidamente, y la escuela de Rodolfo comenzaba a prepararse para la festividad. Todos los alumnos se mostraban emocionados ante la idea de participar en una tradición tan arraigada, aunque para Rodolfo eso significaba algo más: tendría que explicarle a sus compañeros extranjeros, especialmente a Alya, en qué consistía todo el evento.

Al final de una de las clases, Rodolfo se levantó frente al aula con un aire de responsabilidad, intentando que sus compañeros prestaran atención.

—¡Ya, ya! Guarden silencio, por favor —dijo Rodolfo, golpeando suavemente el escritorio para captar la atención de todos.

Uno de sus compañeros, un chico al que llamaban A.R., no tardó en levantar la mano, curioso y un poco impaciente.

—¡Oye, Rodolfo! ¿Qué se tiene que hacer en estas fechas? —preguntó con un tono mezclado entre interés genuino y confusión.

Rodolfo, ya acostumbrado a las preguntas de los extranjeros sobre las tradiciones mexicanas, sonrió levemente.

—Bueno, hagan de cuenta que es algo similar al Día de Brujas o Halloween, pero en lugar de disfrazarnos, aquí en la escuela nos toca hacer una ofrenda. Este año, es temática, y tenemos que dedicarla a algún personaje célebre —explicó con calma, mirando a sus compañeros que lo escuchaban atentamente.

Otro de sus compañeros, A.R.2, levantó la mano y añadió:

—¿Y qué nos toca hacer a nosotros?

Rodolfo sacó un documento que había recibido del comité organizador de la escuela. Lo hojeó brevemente y luego les informó con tono serio:

—Según este documento, nos toca la parte de los panes de muerto, así que tengo dos propuestas. La primera es que cada quien compre entre cinco y seis panes, como máximo. Y la segunda opción es que yo busque precios de algún proveedor para encargarlos.

La mayoría de la clase, que prefería evitar complicaciones, levantó la mano rápidamente para votar por la segunda opción. Rodolfo asintió con una sonrisa, satisfecho por la rápida resolución, y volvió a su asiento para seguir con su jornada escolar.

Cuando el día llegó a su fin, Rodolfo organizaba sus cosas para irse a casa. Guardaba sus cuadernos y su almuerzo vacío en la mochila cuando, al salir del aula, notó que Alya lo esperaba en la puerta. Su sonrisa serena siempre llamaba la atención.

—Oh, hola Alya —dijo Rodolfo, algo sorprendido pero contento de verla.

—Hola, Rodolfo. ¿Te parece si nos vamos juntos? —preguntó la chica con ese tono que siempre lo ponía ligeramente nervioso, aunque trataba de disimularlo.

—Claro, no tengo ningún problema —respondió Rodolfo, tratando de sonar tranquilo.

Ambos comenzaron a caminar juntos, alejándose de la escuela, mientras charlaban de temas ligeros, sin percatarse de que, desde la distancia, Alexis, Alan y Nadle los observaban atentamente, ocultos entre los árboles cercanos. Alexis, como siempre, tenía una sonrisa traviesa en el rostro.

—¿Qué crees que hagan? —preguntó Alan, divertido por la escena que observaba.

Alexis, fiel a su espíritu curioso y siempre en busca de entretenimiento, respondió con entusiasmo.

—No sé, pero esta telenovela yo no me la pierdo —dijo mientras comenzaba a seguir a Rodolfo y Alya de manera discreta. Alan lo siguió de inmediato, y Nadle, aunque más reservado, fue arrastrado por pura curiosidad.

A la distancia, Rodolfo y Alya seguían caminando y charlando de manera tranquila. Su conversación fluía con naturalidad, y las personas que pasaban a su lado no podían evitar mirarlos. La diferencia de altura de 11 centímetros no pasaba desapercibida, y aunque Rodolfo no se daba cuenta, algunas personas asumían que eran pareja, lo que provocaba que Alya se sonrojara un poco.

Sintiendo la presión de su creciente sonrojo, Alya desvió la mirada por un momento y, casi sin pensar, murmuró algo en ruso.

—Пока нет, но я бы не возражала. (Aún no lo somos, pero no me molestaría) —susurró, sus ojos reflejando una mezcla de timidez y sinceridad.

Rodolfo, aunque era perspicaz, no logró entender del todo lo que había dicho. Con su típico aire despreocupado, le preguntó:

—¿Dijiste algo, Alya?

La chica, notando que había hablado en su lengua materna sin darse cuenta, se apresuró a inventar una excusa.

—Ah, no, nada. Solo dije que parece que va a llover pronto —respondió, tratando de sonar despreocupada.

Rodolfo miró el cielo, que efectivamente comenzaba a nublarse, y asintió.

—Sí, es cierto. Mejor apresuremos el paso —sugirió, y ambos aceleraron un poco, sin darle mayor importancia a la situación.

Sin embargo, los tres espías, Alexis, Alan y Nadle, habían escuchado el comentario de Alya. Alexis, siendo el más curioso, sacó rápidamente su teléfono y activó el traductor para intentar descubrir qué había dicho en ruso.

—A ver, según el traductor... —murmuró mientras la aplicación analizaba las palabras—. ¡Oh! Dijo que... le encanta el pez volador de Tijuana.

Alan se llevó una mano a la cara con frustración.

—No puede ser, esta porquería vuelve a fallar.

Mientras Alexis y Alan se quejaban del mal funcionamiento del traductor, Nadle, que había permanecido callado todo este tiempo, decidió usar su propio dispositivo. Y para sorpresa de todos, su traductor sí logró captar el verdadero significado.

—Eh... chicos, mi traductor dice algo diferente... —dijo Nadle, con un tono de sorpresa—. Al parecer, lo que realmente dijo fue que "aún no son pareja, pero no le molestaría que lo fueran".

Alexis y Alan se quedaron boquiabiertos ante la revelación.

—¿Quién lo diría? —murmuró Alexis, con una sonrisa pícara en el rostro—. Ese chaparro está resultando ser todo un galán.

Alan asintió, aún asombrado por lo que habían descubierto. Nadle, por su parte, se encogió de hombros, aunque en el fondo también se sentía intrigado por el desarrollo de esta "telenovela".

Y así, mientras Rodolfo y Alya seguían su camino, los tres amigos decidieron seguir observando desde la distancia, sin saber qué nuevos giros podría tomar esta historia.

Continuará...

las desventuras del pequeño Rodolfo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora