Capitulo 2

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Capítulo 2: Un Día como Cualquier Otro… o Tal Vez No

Habían pasado unos días desde que Rodolfo asumió su nueva responsabilidad como representante del salón de los estudiantes transferidos. Aunque la tarea no era precisamente sencilla, él se esmeraba en ayudar a sus nuevos compañeros a adaptarse a su nueva vida escolar. Se había ganado la confianza de muchos, incluidos algunos de los alumnos extranjeros más destacados, como Alya. Aunque no dejaba de ser agotador, Rodolfo lo afrontaba con la misma dedicación con la que hacía todo.

Esa mañana, tras finalizar algunas tareas administrativas relacionadas con el grupo, decidió tomarse un merecido descanso. Al sonar la campana que anunciaba el recreo, se dirigió directamente a la cafetería, un lugar donde podía despejarse y disfrutar de su almuerzo en paz. Al llegar, eligió una mesa cercana a la ventana y se dispuso a abrir su caja de almuerzo. Pero justo cuando estaba a punto de dar el primer bocado, una voz familiar lo interrumpió.

—¡Hasta que te dejas ver, mendigo chaparro! —gritó alguien desde el otro lado de la cafetería.

Rodolfo alzó la mirada, reconociendo al instante a su amigo Alexis, un joven de tez morena, con el cabello corto estilo militar y una expresión burlona que parecía ser su marca registrada. Aunque tenía una apariencia un tanto intimidante para los que no lo conocían, Alexis siempre había sido su mejor amigo en el grupo anterior.

—Lo mismo digo de ti, mendiga sucia —respondió Rodolfo, con un tono cómico y sarcástico que dejaba claro la amistad que compartían.

Alexis soltó una carcajada profunda y se dejó caer en la silla frente a él, ignorando las miradas de los demás estudiantes.

—Sisi, lo que digas, Benito Juárez —bromeó Alexis, provocando que ambos se rieran de la ocurrencia.

Después de las risas iniciales, Alexis miró a Rodolfo con una mezcla de curiosidad y seriedad.

—Oye, ¿es verdad que te transfirieron a un grupo lleno de extranjeros? —preguntó, arqueando una ceja con interés.

Rodolfo asintió mientras tomaba un sorbo de su bebida.

—Sí, así es. Todos vienen de diferentes países. Algunos de Europa del Este, otros de Asia. Es bastante variado.

Alexis lo miró fijamente durante unos segundos antes de soltar otra de sus típicas bromas.

—¿Y no se te ha hecho incómodo? Ya sabes... —bajó la voz, acercándose con complicidad—. Tu inglés no es precisamente de los mejores, bro.

Rodolfo se limitó a soltar un suspiro, ya acostumbrado a ese tipo de comentarios.

—Curiosamente, no ha sido tan difícil —respondió, encogiéndose de hombros—. Antes de venir, la mayoría aprendió un poco de español, así que no tenemos muchos problemas. Solo les echo una mano cuando tienen alguna duda con la pronunciación o si no entienden algo que dice un profesor. Es más cansado que difícil.

Alexis lo observó por un momento, luego asintió, dejando que su típica sonrisa socarrona volviera a su rostro.

—Bueno, supongo que no te ha ido tan mal, entonces. Debe ser entretenido.

—Sí, un poco. Al menos no es aburrido —contestó Rodolfo, esbozando una sonrisa leve—. Y, dime, ¿cómo están los chicos del grupo?

Alexis se apoyó en el respaldo de la silla, adoptando una postura relajada.

—Ya sabes, Rain sigue con sus dramas existenciales, Kristofer no deja de hablar de Dark Souls, y Alan, Nardian, y Nadle siguen siendo los mismos de siempre. Nada nuevo bajo el sol.

Rodolfo soltó una risa, recordando las extravagancias de su grupo anterior.

—Esos vatos nunca cambian —murmuró, divertido.

La conversación fluyó con naturalidad, hablando de temas triviales, recordando viejas anécdotas, y poniéndose al día sobre lo que había pasado desde que Rodolfo se había transferido de grupo. Ambos disfrutaron del tiempo juntos, riendo y bromeando como en los viejos tiempos. El recreo pasó volando, y antes de que se dieran cuenta, la campana sonó, marcando el final del descanso.

—Bueno, parece que es hora de regresar al campo de batalla —dijo Rodolfo, recogiendo sus cosas mientras Alexis lo acompañaba hacia su nuevo salón.

Cuando llegaron al aula, Alexis se detuvo justo antes de la puerta y le dio una palmada en la espalda a su amigo.

—Bueno, hasta aquí llego, bro. Nos vemos luego. Ya me contarás más de tus aventuras con los "extranjeros" —dijo con una sonrisa burlona.

—Va, cuídate. Nos vemos luego —respondió Rodolfo, despidiéndose.

Pero antes de que pudiera entrar al aula, una figura familiar lo estaba esperando. Era Alya, la alumna rusa de cabello grisáceo y ojos azul celeste. Rodolfo la reconoció al instante, y antes de que pudiera decir algo, ella se le acercó con una leve sonrisa.

—Qué bueno que llegaste, Rodolfo. Necesitaba tu ayuda con un tema —dijo Alya en un tono calmado.

Rodolfo dejó escapar un suspiro con un toque de gracia, resignándose a seguir ayudando a sus compañeros extranjeros. Después de todo, esa era su responsabilidad como representante de la clase.

—Bien, ¿en qué necesitas ayuda, Alya? —preguntó, mientras entraba con ella al salón.

Alexis, quien había presenciado la interacción, se quedó congelado en el pasillo, con los ojos bien abiertos. Parpadeó un par de veces, procesando lo que acababa de ver.

—¿Eso era una... mona china? —murmuró para sí mismo, perplejo por lo que acababa de presenciar.

Con la cabeza llena de confusión y nuevas preguntas, Alexis se retiró del lugar, mientras Rodolfo comenzaba una nueva y peculiar aventura con Alya a su lado.

Continuará…

las desventuras del pequeño Rodolfo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora