capitulo 6

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Capítulo 6: Un Cambio Sutil

Desde aquella salida que terminó con un beso en la mejilla, la relación entre Rodolfo y Alya había cambiado notablemente, al menos para todos los que los rodeaban. Rodolfo, sin embargo, parecía ajeno a todo, como si nada hubiera cambiado entre ellos. Pero para quienes los observaban desde fuera, la cercanía entre ambos era evidente.

Alya, quien antes se mostraba algo más reservada, ahora se la pasaba pegada a Rodolfo en cada oportunidad. Si alguien los veía por primera vez, no dudaría en asumir que eran algo más que amigos. Sin embargo, la misma Alya trataba de mantener la situación relajada, aunque sus gestos revelaban más de lo que ella podía controlar. Para el círculo de amigos de Rodolfo, esta situación era a la vez divertida y entrañable.

En especial para Ibrahim, un joven de complexión grande, tez clara y cabello corto, que observaba todo con una mezcla de diversión y ligera frustración. Para él, era increíble que Rodolfo no captara las señales obvias que Alya le lanzaba. Ver a su amigo tan despistado sobre los sentimientos de la chica le proporcionaba un sinfín de entretenimiento.

Durante el recreo, Rodolfo y Alya se encontraban sentados en una mesa del patio, disfrutando del desayuno juntos. Rodolfo, como siempre, compartía anécdotas graciosas, animando a Alya a reírse. Mientras tanto, a una distancia prudente, el grupo de amigos de Rodolfo no podía evitar su rol de observadores curiosos.

—Oye, Alexis, ¿me recuerdas por qué seguimos siendo chismosos con la relación de Rodolfo? —preguntó Alan, con una sonrisa divertida mientras veía cómo su amigo, totalmente ajeno, seguía charlando con Alya.

Alexis, un joven delgado y de aspecto relajado, se encogió de hombros, riendo.

—Creo que es porque Ibrahim apenas se dio cuenta de lo que está pasando —respondió, lanzando una mirada hacia su amigo corpulento.

Ibrahim, sin apartar la vista de Rodolfo y Alya, simplemente asintió con una sonrisa maliciosa, levantando el pulgar en señal de aprobación. No necesitaba palabras; la situación le parecía demasiado buena como para no seguir observando.

Mientras tanto, Rain y Nardian, los otros dos integrantes del grupo, se mantenían algo más callados, pero no por eso menos atentos. Para ellos, el espectáculo era entretenido, pero también les daba un motivo para bromear con Rodolfo más tarde.

Las Nuevas Amistades

Sin embargo, no solo los amigos de Rodolfo estaban atentos a lo que ocurría. Alya, en su tiempo en la preparatoria, había formado un pequeño grupo de amigas cercanas que, al igual que los chicos, no podían evitar notar la evolución en la relación de la rusa-japonesa y el despistado líder de grupo. Wendy, una chica de tez morena y cabello corto, y Andrea, una joven de piel clara, cabello largo y gafas, habían llegado a convertirse en sus confidentes más cercanas.

Ambas chicas observaban desde su propia mesa cómo Alya y Rodolfo compartían risas y charlas. Si bien sus rostros mostraban neutralidad, la conversación entre ellas era otra historia.

—¿Crees que alguna vez lo notará? —preguntó Wendy, mientras daba un sorbo a su bebida.

Andrea ajustó sus gafas y sonrió con suavidad.

—No lo sé, pero definitivamente no será hoy —respondió—. Rodolfo parece vivir en su propio mundo.

Wendy rió entre dientes, mirando de nuevo a la pareja.

—Pobre Alya, debe ser frustrante. Aunque no puedo negar que su amistad parece genuina —añadió, observando cómo ambos continuaban hablando como si fueran los únicos en el patio.

Un Recreo Lleno de Risas

La conversación entre Rodolfo y Alya, como de costumbre, giraba en torno a temas que ambos compartían en común. Desde el anime hasta la música, pasando por libros y películas, parecían tener un universo entero de intereses que los mantenían conectados. Rodolfo, fiel a su estilo, contaba anécdotas graciosas que hacían reír a Alya con sinceridad, mientras ella lo escuchaba con una atención que no solía darle a nadie más.

—¡Y entonces, me caí frente a toda la clase! —dijo Rodolfo entre risas, terminando una historia que había comenzado sobre sus desastrosos intentos por impresionar a su profesor de matemáticas.

Alya rió, llevándose la mano a la boca para intentar contenerse, pero era evidente que estaba disfrutando cada palabra que Rodolfo decía.

—No puedo creer que te haya pasado eso —respondió ella, sus ojos brillando con alegría—. Pero bueno, al menos ahora tienes una historia divertida para contar.

Rodolfo se encogió de hombros, sonriendo.

—Sí, supongo que siempre hay algo bueno en los desastres —respondió, mirándola con una sonrisa genuina.

El Regreso al Salón

El recreo pasó rápido, como siempre lo hacía cuando estaban juntos. Cuando la campana sonó, anunciando el final del descanso, ambos se levantaron y comenzaron a caminar de regreso al salón de clases. Como era costumbre, lo hicieron juntos, caminando uno al lado del otro sin necesidad de hablar. La cercanía entre ellos se había vuelto algo natural, pero era algo que ninguno de los dos mencionaba.

Desde la distancia, tanto el grupo de amigos de Rodolfo como las amigas de Alya los observaban marcharse, intercambiando miradas entre sí. Sabían que algo estaba cambiando, aunque ninguno de los dos protagonistas parecía darse cuenta del todo.

—Algún día se darán cuenta —dijo Wendy, cruzando los brazos con una sonrisa.

—O tal vez no —respondió Ibrahim desde su lugar, con una sonrisa pícara—. Y ahí estaremos nosotros para disfrutar el espectáculo.

Continuará...

las desventuras del pequeño Rodolfo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora