Capítulo 26

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Darius seguía provocando en mí las mismas sensaciones que hace cinco años. Mi corazón amenazaba con salirse de su lugar, y sentía miles de mariposas en el estómago, igual que el día anterior cuando, en mi oficina, me dijo que me amaba.

Jamás me había dicho que me amaba, y escuchar esas palabras de su boca me emocionaba, pero mi mente no dejaba de recordarme el engaño de Darius.

Tenía que poner mi dignidad por encima de lo que me dictaba el corazón; él había jugado conmigo sin importarle mis sentimientos, y no dejaría que con unas palabras bonitas volviera a entrar en mi vida.

Todo era tan confuso que me sentía abrumada. No sabía cómo decirles a mis pequeños que el hombre con el que chocaron ayer en la recepción del edificio era su padre. Tenía miedo de cómo iban a reaccionar; todo me aterraba, pero sabía que había llegado el momento de que conocieran a su padre.

-Estás tan sumergida en tus pensamientos que ni siquiera escuchaste cuando toqué y entré -dijo Leo, apoyado en el marco de la puerta de mi oficina, con una sonrisa-. Sigues afectada por verlo después de tanto tiempo, ¿verdad?

Suspiré con pesadez. No podía negárselo; él mejor que nadie sabía cómo había sufrido los primeros meses tras dejar Nueva York.

-Y ahora, para colmo, ya sabe que Dax y Taisha son sus hijos -Leo me miró con sorpresa mientras se acercaba a mí.

-¿Cómo lo descubrió?

Le expliqué que los chicos habían salido ayer a comprar algo de comer con Lucy y que, de alguna forma, habían chocado con Darius en la recepción. Al verlos hablando con él, me puse tan nerviosa que me desmayé. Darius me llevó hasta mi oficina, y al notar el parecido de Dax conmigo, sacó sus conclusiones. No pude seguir ocultándole la verdad. Leo asimiló lentamente la información, y tras unos minutos de silencio, retomó la palabra.

-Vaya, se lo tomó bastante bien, para ser sincero. Yo, en su lugar, creo que hubiera explotado al saber que ocultaste la existencia de sus hijos durante cinco años -suspiró y negó con la cabeza-. ¿Y qué más pasó? Anda, sé que no estás así solo por eso -sonrió, con esa manera de entenderme tan bien.

-Me pidió perdón por ser un tonto y me explicó que todo fue un malentendido... lo de su prima, lo de aquella mujer y lo de la apuesta. Me dijo que me ama.

-¿Y qué piensas hacer con todo eso? -preguntó Leo, levantando una ceja.

-Todavía sigo enamorada de él, Leo, pero no puedo dejarle las cosas tan fáciles a Darius -me levanté de mi silla y me acerqué a la ventana-. Él me hirió, me mintió, y nunca me habló de esa apuesta, por más inocente que haya sido.

-Mira, hermosa -dijo Leo, colocándose detrás de mí y tocando mi hombro suavemente-, tú sabes cuánto te quiero. Siempre pensé que tenía una oportunidad contigo, pero cuando viniste a mí llorando por él, vi en tus ojos cuánto lo amas. Aún veo ese amor ahí. No te sigas privando de ser feliz junto a tus hijos y el hombre que amas. No dejes que esas mujeres se salgan con la suya al separarte de él. Demuéstrales que se equivocaron metiéndose contigo.

-Tengo miedo de salir lastimada otra vez -me dejé caer en los brazos de Leo, tratando de controlar mis lágrimas-. No soportaría otro engaño. Lo amo demasiado, pero me aterra.

-Te entiendo -susurró, acariciando mi espalda para consolarme-. No te prometo que no habrá dificultades, pero debes enfrentarlas junto a él. Lucha por tu familia, hermosa. No permitas que te la arrebaten de nuevo. Sé feliz junto a ellos.

Las palabras de Leo me reconfortaron, ayudándome a calmar mis temores. Sabía que tenía razón; amaba a Darius y nuestro lugar era a su lado, como la familia que siempre debimos ser.

Un Contrato Con Mi JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora