Capítulo 7

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Llegué a la oficina pasada el mediodía. Respiré hondo varias veces, intentando tranquilizarme. Hoy mismo pienso darle al señor Evans mi respuesta.

Después de pensarlo toda la maldita noche, ya tengo clara mi decisión.

Cuando el elevador abre sus puertas y bajo, mi cuerpo se detiene de golpe al ver a mi jefe sentado en la silla frente a mi escritorio, con ambas manos entrelazadas sobre su cabeza.

¡Esto sí que es una sorpresa!

Me mira y, al verme, se levanta de la silla. Mi cuerpo reacciona automáticamente, caminando hacia él.

-Señorita Banks -me dice serio-, espero que hoy me tenga una respuesta.

-Buenos días, ante todo, señor -coloco mi bolso sobre el escritorio-. Me pareció escucharle decir ayer que podía tomarme el tiempo que quisiera.

-Le seré sincero, tengo prisa. Como sabe, el tiempo corre en mi contra -me señala el pasillo-. Acompáñeme.

Caminamos hacia su oficina. Abre la puerta y se hace a un lado para que pase primero.

Así lo hago, camino hacia su escritorio, me siento y me dispongo a hablar.

-Siempre he dicho que el matrimonio no estaba en mis planes. No soy una mujer que crea en esas cosas, pero tampoco soy interesada -su mirada se endurece-. Sin embargo, voy a aceptar su trato, señor, pero con algunas condiciones.

-¿Cuáles condiciones?

Se quita el saco y se sienta a mi lado, mirándome directamente.

-Primero, nada de otras mujeres -arquea una ceja y sonríe de medio lado-. No quiero rumores ni, mucho menos, ser la esposa engañada.

-Señorita, tengo necesidades. ¿Qué haré con ellas? -me mira divertido-. ¿O acaso piensa cumplir con su papel de esposa en todo el sentido de la palabra?

-¡Claro que no! -rio sarcástica y ruedo los ojos-. Tendrá que aguantarse, porque si me entero de alguna infidelidad, daré por terminado este acuerdo.

Él niega, indignado, y yo sonrío al ver que no le ha gustado nada mi condición.

-Continúe, ¿qué más?

-Segundo, dormiremos en cuartos separados. Y tercero, seguiré trabajando como su asistente, pero cuando el contrato termine, me retirará del puesto para que sea más cómodo para ambos.

Se levanta de su asiento y camina hacia el ventanal de su oficina. Se queda allí, con las manos en los bolsillos de su ajustado pantalón.

¡Maldita sea! Tiene mejor trasero que yo.

Se gira, camina de nuevo hacia mí y se sienta frente a mí, esta vez con su escritorio dividiéndonos.

-Bien, acepto sus condiciones. A partir de ahora, me dejarás de tratar de usted y me llamarás por mi nombre, al igual que yo lo haré contigo, Trisha -golpea el escritorio con un bolígrafo-. En dos días, el contrato estará listo para que lo firmes.

-De acuerdo, Darius -digo con sarcasmo-. Y, de paso, llámame Trish.

-Frente a otras personas, o mi familia, me llamarás de manera cariñosa y actuarás como si estuvieras enamorada de mí -se levanta de la silla y se para frente a mí-. Yo haré lo mismo contigo, Trish...

Me mira de arriba abajo y siento cómo mis mejillas se encienden.

-Está bien -me encojo de hombros-. No tengo problema con eso, Darius.

-Bien. Entonces, saldremos ahora mismo al centro comercial para comprar lo que te pondrás esta noche para la cena en casa de mi familia.

¿Qué?

Un Contrato Con Mi JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora