LYSSTRALE (1)

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«Al Aether manifestarse como la segunda fragmentación de un Titán, se le atribuye la creación de los Arteros, lo que se conoce ahora como Osages. A raíz de un suspiro de nieve y una gota de su inmortalidad, él crea a los drudes, o hadas de la malicia impoluta. Seres inmortales y simples, sin capacidades meramente importantes, lo que encantaba al segundo Aether, sin nombre, pues para los ordinarios simboliza la muerte conocer el verdadero significado de Ę̸̯̟̭͔͕̭͙͍̝̥̉͋͐̈̏́͊́̎̏͘͝͠Ș̸̡̫͚̙̠̲̞̤́̀̐È̵̮͕̼̦̭͎̮̘͚̪͑̇̏̊̚͘̚͜͠ nombre. Los drudes permanecerían así durante la mayor parte de lo que existió el Svolljarg»

Fragmento de Los Silbidos del Svolljarg. Los Ilustradores desconocen quién podría ser el autor o la autora de estos hechos, ni su veracidad, sin embargo, son los relatos más aceptados en la actualidad.

(...)

—¿Crees qué un transportador me va a dar de comer? —le espeto a Cyrocco, furiosa. Este se encuentra reclinado en la silla carcomida de skirges, con una sonrisa cadavérica que acentúa la flacidez de sus mejillas curtidas—. Y estos rubíes... ¿crees qué estás haciendo negocio con una niña? Te pedí algo útil. No esto. Ni siquiera puedo hacer un arma con esta porquería.

Sus palabras en la lengua común salen flojas y erróneas, como si ya no conociera su propio dialecto.

—Los humanos tienen la ventajaz de no achicharrarse al cruzar el venidio de las Barreraz. Con el transportador puedes viajar a la Corte Quebrantahuesos, por lo menos hastaz sus fronteraz. He oído que esaz Corte está repletaz de tesoros y bestiaz de buena carne.

—Esto es un transportador. Me iría, por supuesto, pero no me convendría tener que cruzar toda la Corte Drude para llegar aquí. —Apunto—. La última vez que me diste un transportador, casualmente estaba alterado para que cayese cerca de Cuarto Jardín.

—Eso fue una bromaz.

Le devuelvo la bolsita de cuero.

—Debes darme algo. Debes tener algo.

—Es lo que tengo. Es lo que conseguí de acuerdo a esas escapolitaz, que no me sirven, por ciertoz. No estás en condiciones de reclamar, niña bastarda. Más bien me debes.

—Te pagué la comida de la semana de ayer. Tú mismo lo aceptaste.

Su risa se confunde con un hipido.

—¿Lo hice? Creo que conté mal...

Estoy a punto de tomarlo de ese cuello renegrido de mugre, cuando recuerdo que una decena de borrachos pululan por la taberna. Las astillas de la barra se clavan en mis brazos. Cuando alzo los ojos para buscar paz, las pobres velas platinadas titilan con pobreza, como si también sufrieran la hambruna. Aquí los olvidados se sacian con la cerveza barata que consiguen traficar... y la comida, no lo sé. Quizás el primero que se desmaye, sea una buena cena.

—Cyrocco, por favor, somos buenos negociadores. Sé que debes tener algún frasco de venidio o al menos un buen guerrero en busca de armas..., es lo que necesito para trabajar. Y yo tengo... lo que tú quieras. Si tuviera mi mano derecha, la de verdad, te la daría. Ya sé que soy funcional sin ella.

—¿Por qué no me ofrecez tu mano falsa? —pregunta, me mantengo en silencio—. Oh, claro. Es mil vecez máz fuerte y eficiente que una mano humana común y corriente...

Sus dos ojos son dos rendijas vidriosas y la grasa de sus párpados hundidos se desliza por los huesos marcados de sus pómulos. Los drudes tienen características específicas; sangre azul, ojos rojos, pelo de plata y oro, piel de nieve... lo último varía si eres poderoso o no. Si tu sangre está destinada a la Corona, llevarás la piel de un blanco vomitivo. Perfecta, claro. Los demás son simples ordinarios, mezclados con otras criaturas, posiblemente. Pero Cyrocco es diferente. La silueta de sus brazos desollados actualmente son cráteres de carne azul, que me recuerdan a la piel impenetrable de los kábalos. Le faltaría la joroba, la incapacidad de pensar y el tamaño de un medio hombre. Bueno. Ya tiene dos de esas tres cosas. Puede que sea un híbrido. O puede que simplemente haya contraído mal de brujo.

CADENA DE SANGRE Y SUEÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora