En la pequeña ciudad forestal, las calles parecían tranquilas mientras el sol se escondía tras el horizonte, bañando todo en tonos anaranjados. El Sheriff Labrador, de pelaje dorado y mirada profunda, manejaba su patrulla con la misma calma con la que siempre lo hacía. Conocía cada rincón de la ciudad como la palma de su pata. Al lado, su compañero de patrulla, Dobie, un dóberman de físico imponente y energía desbordante, no podía quedarse quieto. Parecía estar siempre en tensión, deseando que algo rompiera la monotonía.
Era su primer mes patrullando juntos, y aunque al principio Dobie había intentado mostrarse distante, el respeto que sentía por Labrador iba creciendo día tras día. Algo más que respeto, quizás. La tranquilidad y la seguridad con la que el sheriff se movía por la vida lo fascinaban de una manera que no quería admitir.
—¿No te aburre esto, sheriff? —preguntó Dobie de repente, intentando romper el silencio incómodo. Sus ojos color ámbar se clavaron en la figura relajada del labrador, esperando alguna señal de emoción.
—No todo es emoción y persecuciones, Dobie —respondió Labrador con su habitual tono calmado—. Aprenderás que a veces la verdadera acción está en mantener la paz sin levantar un solo ladrido.
Dobie bufó. Era joven, impetuoso, y su sangre parecía hervir cada vez que pasaban demasiado tiempo sin un incidente. Pero lo que realmente lo irritaba, aunque no lo admitiera, era lo afectado que se sentía por la presencia del sheriff. Esa calma, esa seguridad... Hacía que su propia energía pareciera infantil en comparación. Pero también había algo más, algo que no sabía cómo manejar: una atracción creciente que lo confundía, lo volvía aún más impulsivo.
De repente, el radio de la patrulla emitió un sonido estático, seguido por una voz agitada: "Robo en progreso en el almacén de la calle 12. Se requiere apoyo inmediato". Dobie se enderezó en su asiento, sus ojos brillando con una mezcla de anticipación y adrenalina.
—Eso es lo que estoy hablando —murmuró, mientras Labrador aceleraba con suavidad hacia el lugar.
El almacén era un edificio viejo, casi abandonado, pero ideal para esconderse en la oscuridad. Dobie saltó del coche apenas estacionaron, su cuerpo tenso y listo para la acción. Labrador lo siguió con más calma, observando su entorno.
—Vamos a hacerlo bien, Dobie. Mantén la calma y sigue mi señal —dijo Labrador, su voz suave, pero firme.
Dobie intentaba mantener la compostura, pero cada vez que el labrador hablaba, un extraño nerviosismo se agitaba en su pecho. ¿Por qué no podía actuar como siempre? ¿Por qué cada mirada de Labrador lo desarmaba tanto como un enfrentamiento físico?
Se movieron en silencio hacia la puerta trasera del almacén, escuchando las voces dentro. Los ladrones estaban distraídos, ocupados en su tarea, sin darse cuenta de que estaban siendo acechados. Dobie estaba listo para irrumpir, pero una vez más, la mano de Labrador lo detuvo, tocándole suavemente el pecho. Ese toque, aunque fugaz, envió un escalofrío por el cuerpo de Dobie.
—Esperemos el momento justo —susurró Labrador, acercándose peligrosamente a Dobie mientras miraba hacia el interior.
Dobie tragó saliva. El calor de la cercanía del sheriff lo desconcertaba más de lo que la situación requería. Se sentía tan vulnerable, no por el peligro, sino por lo cerca que estaba de perder el control de sus propios sentimientos.
Finalmente, Labrador le hizo una señal. Dobie se movió como un rayo, irrumpiendo en el almacén con una fuerza contenida. Los ladrones, sorprendidos, intentaron huir, pero Labrador ya estaba allí, bloqueando la salida. Dobie se lanzó sobre uno de ellos, inmovilizándolo con agilidad, mientras Labrador, con la misma precisión tranquila, derribaba al segundo.
Todo ocurrió en cuestión de segundos, y cuando los dos ladrones estaban esposados y fuera de peligro, Dobie se quedó de pie, respirando con fuerza. No por el esfuerzo físico, sino por la mezcla de emociones que lo sacudían. Sentía la mirada de Labrador sobre él, y cuando se atrevió a devolverle la mirada, sus ojos se encontraron por un largo momento.
—Buen trabajo, Dobie —dijo Labrador, acercándose a él con una sonrisa leve. Su voz, suave y cálida, lo hacía sentir seguro.
Dobie, sin darse cuenta, dio un paso hacia él, rompiendo esa distancia profesional que siempre intentaba mantener.
—No sé cómo lo haces —dijo Dobie, su voz apenas un murmullo—. Mantenerte tan calmado, como si nada te afectara.
Labrador inclinó ligeramente la cabeza, sus ojos dorados reflejando algo que Dobie no había notado antes: una suave comprensión. Se acercó aún más, hasta que sus hocicos casi se rozaron.
—Las cosas me afectan más de lo que crees —susurró Labrador, y en ese instante, el mundo pareció detenerse para Dobie.
El dóberman sintió su corazón latir con fuerza en su pecho, y antes de poder procesarlo, Labrador había acortado la distancia. El calor de su cuerpo, su presencia firme, y el leve roce de su nariz contra la suya hicieron que Dobie cerrara los ojos por un momento, dejándose llevar por ese instante que tanto había reprimido.
El aire entre ellos se cargó de una tensión que no tenía nada que ver con el peligro de la misión. Era algo más profundo, algo que ambos habían sentido desde el primer día pero que, hasta ahora, ninguno había osado reconocer. Dobie abrió los ojos lentamente, encontrándose con los de Labrador, y en ese momento, supo que no podía seguir ignorando lo que sentía.
—Sheriff... —comenzó Dobie, su voz más suave de lo que había sonado en semanas.
—Llámame Labrador —interrumpió Labrador con una leve sonrisa, susurrando su nombre como una invitación.
Y Dobie, finalmente permitiéndose ser vulnerable, asintió, sabiendo que, en esa noche silenciosa, entre sombras y ladridos, había encontrado algo mucho más importante que una simple misión: un compañero de verdad, y quizas, algo más.
Lo sé, se que está bien feo, no critiquen 🥲🥲
Es mi primera historia así que no me juzguen
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One-shot's - Sheriff labrador x Dobie
عاطفيةPequeñas historias sobre está tierna pareja