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—¿Qué hay de usted?

El pelinegro elevó su rostro a la altura del tablero y se subió los lentes por el puente de su nariz. Sus rodillas temblaron e intentó detener una de ellas con su mano, esta sudaba.

El chico era pésimo hablando en público, era muy tímido. La única manera de expresarse era escribiendo, por eso llevaba dos años en el mismo club de escritura.

—Park Sunghoon —murmuró, sus mejillas ardían en calor—. Último semestre.

—Entendido, señor Park. ¿Tiene fiebre o fue a la playa?

La clase rió y eso solo aumentó los nervios del pelinegro. Ya era evidente que todos habían notado su cara rojísima.

« Este me las va a pagar. » el pelinegro pensó y quiso desaparecer para siempre.

—¿Por qué cambiaron al profesor Choi? —Sunghoon se atrevió a preguntar—. Llevo desde sexto semestre en este club con el profesor Choi, ¿qué le pasó?

—¿Entonces sí habla? —el hombre canoso se giró en dirección al pelinegro y se acercó con una sonrisa—. El señor Choi decidió irse a lo que llamamos vacaciones permanentes, querido. Ahora estoy yo, Jung Jihan, dispuesto a tomar su lugar con todo el respeto.

Sunghoon asintió.

—¿De veras lleva tanto tiempo en este club de escritura?

—Es un rarito.

—Es un fracasado, más bien.

Unas voces en el fondo se escucharon.

—No quiero comentarios, gracias —el profesor Jung ordenó—. No tendré problema en sacarlos de mi clase.

—No le hablen así al próximo escritor más reconocido de Corea.

El pelinegro se quedó atónito ante esa respuesta, venía de una voz desconocida también, pero le agradó en cierta medida. Le hizo sentir escuchado.

—¿Y usted quién es?

Sunghoon no se volteó hasta escuchar lo que el desconocido contestó, su nombre:

—Yo soy Sim Jaeyun.

El pelinegro se quedó paralizado, con su mirada fija en el chico que acababa de hablar. Entonces allí, todos las piezas finalmente encajaron. Era ese Jaeyun, el de cabello castaño, ojos cálidos, de sonrisa bonita. Era ese Jaeyun, el chico que había estado recibiendo todas las cartas que él escribía.

En eso, una mezcla de sorpresa y nerviosismo invadió su pecho, siendo el causante Jaeyun, el estudiante que lo tenía todo, deportista, buenas calificaciones, buenas habilidades sociales; Sunghoon se sintió honrado de haber escuchado eso de él.

« "Escritor más reconocido de Corea" ¿por qué se siente tan bien escuchar eso? »

Pero entonces recordó la verdad: no era él quien sentía algo por Jaeyun. Era su compañero de clase, Seonho, quien había confiado en él para escribir esas cartas. El pelinegro era un simple mensajero, o el vigilante que guardaba el secreto de los sentimientos de otro.

« ¡Mierda! ¿Y cómo este sabe que escribo? Ni siquiera me conoce, mierda, ¿sabrá todo ya? »

—¿A qué viene ese comentario, joven Sim?

—Solo un pequeño chiste, u observación, profesor Jung —agregó el castaño—. Si lleva media carrera en este club debe ser por algo, ¿no? El chico debe amar la escritura.

—Dicho eso, espero que me sorprenda, joven Park. Este semestre el mejor escrito logrará entrar a la convocatoria de la editorial YinYang, y ustedes, jovenes —el hombre señaló a la clase—, aprendan de Sunghoon.

El chico de lentes agachó su cabeza y sintió sonrojarse de nuevo. Se sonrió a sí mismo y se armó de valor para seguir con la clase. A este no le gustaba ser el centro de atención, pero vamos, si algunos piensan que iba a ser el escritor más reconocido de Corea, debía acostumbrarse.

« Park Sunghoon, escritor coreano, ¿debería tener un apodo? ¿Debería ir con mi nombre real? ¿Y si creo un nombre artístico? »

« "Escritor más reconocido de Corea" »

El pelinegro se volteó suavemente y divisó sobre su hombro al castaño. Este lo notó y elevó una ceja, sonriendo ampliamente mientras agitaba su mano en forma de saludo. Sin embargo, Sunghoon se giró rápidamente, como si nada hubiese pasado.

« ¡Me vio! »

sincerely, anonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora