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Era la primera vez que Sunghoon pisaba el gimnasio de la universidad. Las gradas estaban llenas y los gritos aumentaban a medida que el partido se intensificaba. El chico apenas estaba en la puerta, no se había atrevido a sentarse porque no se sentía cómodo entre muchas personas. Solo estaba allí por el castaño.

Jaeyun estaba jugando, era uno de sus últimos partidos antes de graduarse. Era especial para él.

« Todos están gritando su nombre, es como si fuera una celebridad. »

Los ojos de Sunghoon siguieron el balón con rapidez, la agilidad de los jugadores era increíble y confiaba en que ganarían - dejarían el nombre de los tigres en alto, la mascota de la universidad.

« Pero... ¿cuándo acabará? »

El pelinegro estaba inquieto, quería hablar con Jaeyun lo más pronto posible. Necesitaba hacerlo.

Entre la tensión del partido, y los nervios del pelinegro, este se agachó en una esquina y se quedó en posición de sentadilla.

« De seguro no queda mucho, ya acabará el partido. »

Al otro lado del gimnasio, un Jaeyun eufórico, ansioso y agitado, se movía y saltaba por todo el espacio driblando. La conversación con Seonho, el rechazo de Sunghoon, y todas aquellas ideas negativas se acumulaban, pero el chico lograba de alguna manera canalizarlo en el juego. No por nada era el mejor del equipo.

De repente, vio el balón volar hacia el otro lado de la canasta donde debía encestar y se maldijo por dentro. Su mirada recorrió la grada y luego llegó a la puerta del gimnasio.

Lo vio.

—Sunghoon...

Jaeyun susurró, nadie pudo escucharlo. Quiso detenerse y correr hacia el pelinegro, pero se mantuvo fuerte, cualquier movimiento podía arriesgar su juego, su momento. A lo mejor no era el Park Sunghoon que conocía, a lo mejor lo estaba confundiendo, o a lo mejor pensaba eso para no distraerse.

Debía terminar.

Sunghoon bajó la vista a su teléfono y miró la hora, ya habían pasado veinte minutos.

—Creo que estorbas ahí en la mitad —una voz femenina interrumpió el momento de paz del chico de lentes—. ¿Me disculpas?

El pelinegro se levantó rápidamente e hizo una reverencia.

—L-lo siento.

—Descuida —la chica rió tiernamente y asintió—. Las gradas se utilizan para sentarse, no sé si sabías.

La chica se marchó del gimnasio pero Sunghoon no le obedeció, se volvió a acuclillar en el suelo.

Transcurridos unos minutos, y los alaridos desesperados, el partido llegó a su fin. Ahora Jaeyun estaba en los hombros de un compañero y reía animadamente, sus manos se agitaban en el aire y saludaba a quienes le celebraban.

« Ya es hora, por favor, acércate Jaeyun. »

—¡Jaeyun, aquí!

—¡Sim Jaeyun! ¡Jaeyun!

Los gritos eran más fuertes, y las cámaras seguían al tumulto de personas en el centro de la cancha. Sunghoon se exaltó y decidió seguir al grupo de personas. Su respiración se aceleraba y las palmas de sus manos sudaban, nunca antes se había puesto tan nervioso por alguien, mucho menos se hubiera atrevido a exponerse de esa manera.

Pero era Jaeyun.

—¡Jae... J-Jaeyun! —su suave voz se dejó escuchar entre la gente y se aproximó más al castaño encima de los hombros de un peli oscuro—. ¡Jaeyun!

El castaño reconoció esa voz y agachó su cabeza a las personas, desde arriba se veían como hormigas alborotadas alabándolo, pero no encontraba esa voz familiar, la perdió.

—¡Jaeyun!

El chico se giró y observó al pelinegro con sus mejillas sonrojadas, sus ojos estaban cristalizados y su mano se sacudía en el aire.

—Bájame, Jun —el castaño ordenó y golpeó suavemente al chico—. Por favor.

Jaeyun aterrizó al suelo y se escabulló entre las personas, anhelando la presencia del pelinegro.

—Sunghoon...

« Jaeyun está frente a ti, haz algo, mierda. »

—Jaeyun —el de lentes murmuró y sonrió, sus labios temblaban—. Yo...–

—Jaeyun, ¡felicidades!

Sunghoon se vio interrumpido cuando un grupo de chicas saltaron al castaño y le entregaron toallas y botellas de agua. Nuevamente lo perdió de vista.

No solo lo perdió de la vista, sino también en persona.

sincerely, anonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora