Dos personas lo habían recomendado así que decidieron comenzar por ahí. La madre abrió el agua caliente de la bañera y pidió al hijo que se sentara en el váter mientras tanto.
El chorro potente iba llenando la bañera, pero parecía no ser suficiente caudal para que la acción concluyera rápidamente y unos momentos tensos de espera se precipitaron entre ambos, que evitaban las miradas. Aunque de reojo la madre contemplaba la erección mantenida del joven.
—¿Te duele? —dijo una preocupada madre.
—Bueno, no —dijo el hijo.
—Eso está bien Aaron, tú ahora te metes en el baño y te dedicas el tiempo que necesites vale, si necesitas alguna de tus revistas o algo para excitarte tráetelas no sientas vergüenza —le dijo.
—¿Revistas, cómo lo sabes? —dijo Aaron sorprendido y asustado.
—Bueno hijo, yo limpio tu cuarto y es normal que alguna vez las hayas dejado olvidadas o las haya encontrado donde pensabas que no miraría por accidente. No te preocupes, ahora eso no importa, yo sé que es normal. Anda ve por ellas —le sugirió la madre.
Entonces Aaron fue a su cuarto y tan avergonzado como nervioso tomó un par de ellas por si una no era suficiente y las metió en un libro de física para que no fuese tan cantoso y bochornoso el espectáculo ante la portada de una oronda negra con enormes tetas siendo follada por una polla blanca como la leche, un contraste de alto voltaje sexual sin duda.
Y la otra, una chica jovencita y dulce que mostraba sus pequeñas tetitas y su chumino sin depilar cuyo título apelaba a su edad legal para tener actos sexuales, o sea los dieciocho, como es sabido.
Al entrar la madre vio el libro de física y se sonrió, algo que no pasó desapercibido para el hijo.
—¿Qué pasa? —dijo el hijo molesto.
—Nada hijo, que la física es sin duda lo mejor para que te relajes esta mañana —dijo la madre con una sonrisa aliviando un poco la tensión sufrida durante la larga noche en urgencias.
En cuclillas Sara comprobó que le agua estaba ya calentita y casi de bruces se encontró con la tienda de campaña del pantalón de deporte de su hijo, sintiéndose incómoda ante su cercanía y recordando vívidamente en su memoria la escena de aquella doctora inspeccionando la tremenda polla erecta de su hijo, mientras ella sorprendida, se daba cuenta de que ya no era un chiquillo.
—Bueno ya está lista, tú quítate la ropa y lo dicho... —dijo la madre.
—Vale mamá, tú no entres, ¿vale?
—Está bien, pero si necesitas ayuda llama, estaré en el salón tomándome un café y unas pastas tengo hambre —le confesó la madre.
Así que cerró el baño y se preparó el consabido café sentándose en el salón a ver las noticias de la mañana mientras degustaba unas pastas que guardaba para las visitas.
La noche había sido larga y los bostezos hicieron acto de presencia. Le dolía la cabeza un poco de no haber dormido pero el café y la comida la despabilaron lo suficiente para que el dolor cesase.
Inquieta por lo que pudiese estar pasando en el baño se acercó y pegó la oreja a la puerta, pero no oyó nada...
Así que volvió al salón y no sabía exactamente porqué, o tal vez sí, pero se sintió excitada. Se imaginó a la doctora Bru arrodillándose para ver el pene de su hijo y tragándoselo como hacían las actrices porno, la impactante imagen de una mamada en la habitación de urgencias vino a su mente tan vívidamente como si en realidad hubiese ocurrido.
Y este pensamiento la excitó tanto como para abrir sus muslos y frente a la reportera que informaba de las noticias de la mañana, deslizar sus dedos bajo sus bragas y deleitarse con unas sugerentes caricias en sus labios vaginales y su clítoris erecto.
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La Urgencia de su Hijo
Romance¡Esta es una obra complicada! Tengo que advertirlo: Puede generar rechazo en el lector o lectora que se adelante en ella y lo entiendo... ¡Solo espero comprensión si hiere sensibilidades! Sinopsis: Aaron ha cometido una imprudencia fruto de la juven...