Sara se levantó y volvió al baño apenas unos minutos más tarde para interesarse si Aaron estaba ya mejor.
—¿Cómo va eso Aaron? ¿Te sientes más aliviado? —le preguntó al abrir la puerta.
—¡No mamá! ¡Esto sigue duro! —dijo él levantándose y haciendo salir del agua su vástago desnudo con su glande rojo y henchido tras la masturbación materna.
—¡Oh! —dijo la madre asombrada y asustada al mismo tiempo.
—¡No sé qué vamos a hacer mamá! —dijo el hijo con desesperación en su voz.
Sara estaba aterrada, pero decidida a hacer algo, tal vez algo que no fuese plato de buen gusto, como suele decirse, pero recordaba su conversación con la doctora y esta fue clara: ¡Eso bajará cuando baje la excitación sexual!
—Tranquilo Aaron, vamos a secarte y salgamos del baño —le dijo la madre invitándolo a levantarse.
Como ya lo había visto no se impresionó como la primera vez delante de la doctora, pero su miembro, tremendamente erecto y largo salió del agua cuán tiburón que aparece desde las profundidades para devorar una foca despistada.
Su miembro estaba reluciente por el baño y salió limpio a pesar de la espuma, con su glande a flor de piel pues Aaron estaba circuncidado desde pequeño.
—Ve a tu cuarto, ¿vale hijo? Ahora voy a visitarte —le dijo la madre—. Yo voy a darme una ducha que tras toda la noche en urgencias apesto —le dijo literalmente.
—Vale —dijo el hijo poniéndose a la cintura una toalla de la pila que había en un estante del cuarto de baño.
El agua caliente comenzó a caer por la ducha resbalando por la suave piel de Sara, a pesar de sus más de cuarenta, esta tenía una buena figura, con curvas en sus caderas, un culo grande pero bien proporcionado y unos pechos algo caídos debido a su tamaño pero realmente atractivos.
Su sexo estaba recortado a tijera, pues ella no era de la generación que se rapa, aunque gustaba de depilarse las ingles y un poco su monte de venus, pero se dejaba una espiga en el centro donde su vello púbico crecía y era recortado con gracia por su poseedora.
No estaba segura de lo que iba a hacer, pero sabía que tenía que hacer algo para bajar aquella erección. ¡No podía dejar a su hijo así e irse a dormir! Le aterraba la idea de que su pene se necrosara como dijo la doctora y tuviesen que hacer sabe dios qué cosas para salvarle la vida.
De modo que, con estos tormentos en su mente se dio una ducha rápida y se secó tomando otra toalla de la pila del estante en el baño, como ya hiciera su hijo antes.
Cuando entró al cuarto de su hijo este estaba en la cama tumbado boca arriba y tapado con una sábana. En la penumbra pudo entrever el gracioso bulto que formaba su erección bajo esta.
Se sentó al borde de la cama y le habló.
—Mira Aaron, tenemos que hacer algo con eso y la doctora me ha dicho que lo más natural son las relaciones sexuales y como con la mano no funciona he pensado una cosa... —comenzó a decirle.
—¿Qué? —preguntó este intrigado.
—Verás Aaron, es un poco fuerte lo que te voy a proponer, pero es necesario hacerlo —explicó Sara.
Aaron esperó expectante a oír su propuesta y esta no tardó en llegar cuando la madre tragó saliva y comenzó a explicarse.
—Mira yo no quiero que te folles a ninguna puta, tu pene es virgen y se merece algo mejor que eso. Por eso he pensado que sea yo misma la que lo haga.
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La Urgencia de su Hijo
Romance¡Esta es una obra complicada! Tengo que advertirlo: Puede generar rechazo en el lector o lectora que se adelante en ella y lo entiendo... ¡Solo espero comprensión si hiere sensibilidades! Sinopsis: Aaron ha cometido una imprudencia fruto de la juven...