El incidente

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Una madre nunca piensa que llegará ese día, el día en que su hijo se haga mayor y deje de ser un niño para convertirse en un hombre.

Eso le pasó a Sara el día que su hijo se plantó delante suyo con una tremenda erección en su pantalón de deporte, muy asustado cuando trataba de explicarle entre la vergüenza y el miedo qué le había ocurrido.

—¿Pero hijo qué te ha pasado? —dijo la madre al verle aquella tienda de campaña en su pantalón de deporte.

—Verás mamá, es que he estado con unos amigos tomando unas bebidas en el parque y nos han ofrecido una pastilla... —le dijo Aaron.

—¡Unas pastillas! —dijo escandalizada.

—¡Sí mamá, lo sé, no tenía que haberlas probado! Decían que era viagra y que tenías una erección todo el día.

—¡Pero a quién se le ocurre! —dijo la madre muy alarmada, más que avergonzada por el hecho de contemplar la tremenda erección fruto de la ingesta de aquella pastilla azul.

—Lo sé mamá, estoy asustado porque esto no baja y empieza ya a dolerme... —dijo el hijo comenzando a emocionarse debido al miedo que sentía.

—¡Pues nada, nos vamos a urgencias! —dijo la madre.

—¿A urgencias? —preguntó el hijo sintiendo una gran vergüenza ante la idea de plantarse así en público.

Ya había sufrido la vergüenza con sus amigos de volver a casa, asustado y avergonzado al ver aquella erección que no era capaz de controlar, cuanto más se asustaría al tener que ir a un hospital para que un médico o peor aún, una doctora contemplara su tremendo pollón.

Era ya de madrugada cuando la madre llamó a un taxi y se pusieron en camino. Pensó en tapar la cosa de su hijo poniéndole una chaqueta en el brazo para que este la usara a modo de parapeto y disimulara "aquello".

Apenas hablaron en el taxi durante el corto trayecto a la puerta de urgencias. Ambos tenían los nervios a flor de piel y el miedo metido en el cuerpo, más que la vergüenza...

Tras pasar un pequeño suplicio en lo que se conoce como triaje, donde tuvieron que explicar a la enfermera que les recibió el problema.

Esta estaba tras una ventanilla y cuando le comentaron en qué consistía la urgencia esta se sonrió e hizo ademán de levantarse levemente para mirar por encima del mostrador para ver esa "erección que no bajaba".

Tras tomarles los datos les invitó a pasar a una atestada sala de espera de urgencias. Tomaron asiento en un extremo de una bancada de sillas y allí su hijo se colocó la chaqueta que portaba en la mano estratégicamente encima de su miembro erecto.

Dicen que el que espera desespera y así pasaron madre e hijo los minutos interminables que se convirtieron en más de una hora de tensa espera.

Cuando finalmente sonó el nombre de su hijo por el altavoz, madre e hijo se levantaron como movidos por un resorte interno y fueron a la puerta que nombraba la alocución.

Ahora venía la parte donde tenían que explicar lo ocurrido al médico o médica de urgencias, que para horror de Aaron, se trataba de una chica, ¡además de joven guapa!

Ante el mutismo y la vergüenza de Aaron, Sara explicó a la doctora lo que le había contado este y esta escuchó con atención.

—Ok —dijo la doctora—. Aaron, puedes acercarte a la camilla y bajarte el pantalón.

—¿Cómo dice? —preguntó un alarmado hijo.

—Sí, necesito verte el pene —aclaró la doctora.

La Urgencia de su HijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora