Como en las pelis

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Chiara

Creo que después de estos días, me tendrían que nominar con el premio a mejor actriz por interpretar el papel de "haré como que no se lo que va a pasar". Porque así fueron estos dos días anteriores.

Fueron días raros, con tensión en el aire cada vez que nuestras manos se rozaban o nuestras miradas se cruzaban, pero ambas sabíamos que no podíamos atravesar la línea de la amistad o todo sería más complejo de por sí.

Después de que se quedara a dormir en mi casa el Lunes, yo me fui a la escuela y ella se fue a casa de Denna a recoger a su hermana y luego irse a la discográfica. Prometimos quedar por la tarde y así lo hicimos. Nada más salir del colegio, me llevé a Cayetana a su casa y comencé a ayudar a ambas a recoger sus pertenencias en las distintas cajas. Por suerte, más tarde vinieron Ruslana y Denna a echarnos una mano para poder acabar cuanto antes. Cuando terminamos, nos fuimos las cinco a cenar a un italiano, "cena de chicas" como dijo Cayetana, y después me fui a casa. A pesar de que Violeta intento convencerme de que me quedase a dormir, sabía que eso sólo haría las cosas más difíciles.

Ayer hicimos lo mismo, trabajamos por la mañana e hicimos la mudanza por la tarde. Sin embargo, Cayetana se fue a casa de unas amigas para despedirse y Violeta y yo nos quedamos a solas. Tocamos el piano las dos, ya que había aprendido bastante estas semanas, y dimos una vuelta por el Templo de Debod para ver el atardecer mientras yo sólo podía mirar la hora. No por que tuviese prisa o se hiciese tarde, solo para comprobar que efectivamente el tiempo avanzaba y se nos acababan las horas.

Cuando el Sol estaba en lo alto del cielo, ambas fingíamos algo que no éramos, felices. Sonreíamos cada vez que la otra nos miraba y hacíamos como si no pasara nada, cuando la verdad era que estábamos a punto de perder a la otra en cuestión de horas. Era angustioso.

Y sin embargo, cuando la Luna estaba en el cielo y las estrellas lucían en el firmamento, las dos desahogábamos sobre nuestra almohada todo lo que no podíamos durante el día. Se formaban tormentas huracanadas durante toda la noche. Y sé que no era a la única a la que le pasaba, porque ambas compartíamos ojeras y ojos hinchados por la mañana.

Cuando terminamos de cenar en su casa anoche, ninguna quería mover un dedo, porque sabíamos que en cuanto una se pusiese a recoger, significaba estar más cerca de la despedida, la definitiva por el momento. Violeta respetó mi decisión de no acudir a el aeropuerto, y aunque era duro para ambas, entendió que no podía verla marchar.

-No sé cómo hacer esto – dijo cuando nos encontrábamos en el umbral de la puerta.

-Yo tampoco, sabes que no se me dan bien las despedidas – contesté conteniendo las lágrimas.

-¿No te veré mañana entonces?

-Vio, yo...

-Lo sé, perdona.

Ambas teníamos los ojos vidriosos, la boca torcida, evitando también la mirada de la otra. Atrapé sus manos, y nuestros ojos volvieron a cruzarse, por obligación esta vez.

-Quiero que disfrutes la experiencia al máximo porque sé lo que vales, sé lo que valéis- corregí.

-Te... te voy a echar de menos – dijo dejando escapar una lágrima.

No pude resistirlo más, no era de piedra. Me acerqué a ella y la envolví entre mis brazos para fundirnos en lo que probablemente sería nuestro último abrazo en mucho tiempo, o el último para siempre. Escuché como gimoteaba sobre mi cuello, mientras que yo solo podía apretarla más contra mí para jamás olvidar su olor. Cerré los ojos, y por mi mente se pasearon algunos momentos que vivimos juntas, los mejores, pero también los peores. Y sonreí, porque a pesar de todo, habíamos salido adelante, aunque la vida ahora nos diese otros caminos distintos para crecer personal y profesionalmente por separado.

Entre notas y melodías|KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora