Momentos de confusión

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Kyoka había pasado toda la noche despierta, el beso accidental de Izuku alterando cada rincón de sus pensamientos. La luz de la luna se filtraba por la ventana, iluminando su habitación desordenada, y cada sombra parecía recordarle aquel momento.

—¿Por qué aquel brócoli había tenido tal atrevimiento? —se preguntó, sintiendo una mezcla de frustración y confusión. Una parte de ella se preguntaba: ¿acaso él sentía algo por mí? Pero rápidamente desechó la idea—. No, solo fue un accidente. No debo hacer más grande esta situación —concluyó, aunque su corazón latía con fuerza al recordar el roce de sus labios.

Kyoka se llevó los dedos a los labios inconscientemente, reviviendo la sensación. Dándose cuenta de lo que hacía, dejó caer la mano con frustración.

—Maldita sea, Jiro —se regañó a sí misma.

Al día siguiente, Kyoka recorría su habitación desordenada en busca de algo limpio que ponerse.

—Debo de lavar más seguido —se decía mientras olfateaba algunas playeras intentando encontrar la que estaba más 'limpia'. Finalmente, salió de su habitación donde la esperaba un Izuku completamente rojo y con la cabeza pegada al suelo.

—Lo siento demasiado —exclamaba el joven sin levantar la mirada.

Kyoka lo pateó suavemente.

—Vamos, no pasa nada —comentó con una sonrisa, intentando aligerar la carga del peliverde. Después del pequeño intercambio en la puerta de su habitación, Izuku y Kyoka se dirigieron al comedor. Mientras caminaban en silencio por los pasillos de la academia, ninguno podía evitar pensar en el incidente de la noche anterior. Sin embargo, Kyoka decidió hacer un esfuerzo consciente por actuar con naturalidad. No quería darle demasiada importancia a algo que, según su lógica, había sido solo un accidente.

Cuando llegaron al comedor, la luz matutina entraba por las grandes ventanas, iluminando el espacio con un brillo cálido y acogedor. Al fondo, Momo estaba sentada en una de las mesas, hojeando un libro, con una taza de té a su lado.

—¡Buenos días! —saludó Momo al verlos entrar, cerrando su libro con una sonrisa—. ¡Qué bueno verlos! ¿Qué tal les fue ayer?

Kyoka forzó una sonrisa mientras tomaba asiento al lado de Momo, con Izuku sentándose frente a ellas, visiblemente incómodo.

—Ah, bien... nada fuera de lo común. Solo algo cansada —respondió, intentando sonar despreocupada.

Izuku, aún avergonzado por lo sucedido, mantenía la vista fija en su plato, evitando mirarlas directamente. Pero a pesar de su esfuerzo, Kyoka y él se cruzaban miradas fortuitas de vez en cuando. Cada vez que sus ojos se encontraban, ambos apartaban la vista rápidamente, como si sus pensamientos fueran demasiado obvios.

Momo, perceptiva como siempre, levantó una ceja mientras tomaba un sorbo de té, claramente notando la tensión entre ambos.

—¿Todo está bien? —preguntó con suavidad, fijando su mirada en Kyoka, quien rápidamente desvió la atención hacia su comida, demasiado consciente de la situación.

—¡Sí, sí, todo bien! —respondieron ambos a la vez, causando una pequeña pausa incómoda. Kyoka se rascó la cabeza con nerviosismo mientras Izuku hacía lo imposible por concentrarse en su desayuno.

El ambiente en la mesa se sentía cada vez más tenso, y Momo, siempre astuta, decidió no presionar más. Pero Kyoka, incapaz de soportar la presión interna, sintió que necesitaba hablar con alguien sobre lo que había sucedido.

—Oye, Momo... —empezó Kyoka después de unos minutos—, ¿te parece si hablamos afuera un momento? Necesito... contarte algo.

Momo la miró, intrigada pero comprensiva, y asintió de inmediato.

Melodía de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora