Capítulo 3: Me he perdido.

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—Nanko, despierta —dijo Yu.

La chica, con cierta parsimonia, se puso de pie encima del dragón y observó la isla que tenía a poco más de diez kilómetros. Se acercaron un poco más al lugar y Nanko fue capaz de observar algunas de sus ciudades, e incluso ver un enorme palacio blanco en el medio.Su invocación tenía razón, el Sacro Reino de Saires podía equivaler a la Konoha de Hashirama y Madara, no se había modernizado absolutamente nada, al menos no desde fuera.

—Es bastante más grande de lo que pensaba —murmuró ella, ajustando la katana que llevaba atada a su espalda—. Pensaba que, al ser una isla, no tendrían una muralla que rodease la ciudad...

—La isla es muy grande, entiendo que la construyeran, ¿tú no? —preguntó el dragón. Ella asintió—. Desapareceré en cuanto te deje frente a la puerta principal. Si tienes algún problema, no dudes en invocarnos, ¿entendido?

—Sí.

—¿En serio? ¿Saires? —masculló Nayru, que llevaba bastante tiempo sin hablar.

—¿Mhmm? ¿Lo conoces? —preguntó Nanko.

—Claro que sí, su nombre hace honor a Saires, y ambas tenemos la misma edad. La detesto, siempre de bonachona, no me extraña que la consideren Santa aquí —explicó la deidad—. No tengo ganas de ver su cara en pinturas o estatuas, qué desgracia.

Yu descendió hasta tocar tierra y Nanko se bajó de su espalda. Frente a ella, un portón de hierro bloqueaba su acceso a la ciudad. Su invocación desapareció y ella se acercó a uno de los guardias —el de cabello negro— que custodiaban la puerta. Consigo, portaban una especie de arma que no había visto nunca.

—Nanko, vengo de Konoha —dijo ella. Los hombres se miraron entre sí y fruncieron el ceño ligeramente.

—Espera aquí —ordenó el guardia de pelo marrón. Ella asintió y supuso que necesitaban hablarlo con su superior. Los hombres entraron en la torre de la derecha, que enmarcaba el portón.

"Quizás debería haber mentido, pero tampoco hubiera sabido qué decir", pensó Nanko mientras les esperaba. Por suerte, los hombres no tardaron demasiado.

—Tendrás una audiencia con Su Majestad —dijo un hombre mientras apuntaba a la chica con su arma. Su compañero también lo hacía.

Nanko asintió un tanto confundida y los hombres se pusieron detrás de ella para guiarla mientras sus armas seguían apuntando a su cabeza. Mientras caminaba por las calles de Saires, la gente cuchicheaba con un acento tremendamente peculiar que, por momentos, se le hacía difícil de entender.

Tardaron aproximadamente una hora en llegar al palacio real, que contrastaba con las empobrecidas calles de la ciudad por toda su magnificencia. Sin duda, aquel lugar era muy diferente a la Konoha que ella conocía.

Caminaron por los pasillos del lugar, decorados por alfombras rojas y enormes ventanales. Al llegar a la habitación del trono en la última planta, los guardias le abrieron la puerta y los tres entraron, Nanko todavía seguía siendo apuntada por las armas de los hombres.

—Nanko, habla —dijo la persona sentada en el trono con frialdad. Sus ojos azules se clavaron en ella y pasó la mano por su pelo para peinarlo. Quizás porque era rubio y tenía los ojos azules, pero a Nanko le recordó a Naruto solo que bastante más joven. Su armadura negra, con toques rojos, relucía especialmente bajo las luces (eléctricas) del lugar y estaba demasiado nueva como para haber sido usada en una guerra con anterioridad.

—Es igualito a Saires —murmuró Nayru, sorprendida.

—Solía ser una ninja de Konoha, ahora ya no puedo volver a las Cinco Naciones —explicó ella.

Sharingan | Nanko Uchiha | ShinkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora