Nanko observó con curiosidad al variopinto grupo de mercenarios mientras una mujer de cabello naranja la analizaba con cautela. Supuso, entonces, que ella era Ashe y no quiso decir nada.
—¿Y qué sabes hacer? —preguntó un hombre corpulento de cabello negro y ojos verdes.
—Eh, Felix, que es de la familia real, habla con cuidado —masculló una joven rubia.
—Vaya tontería —dijo Felix.
—Podéis tratarme con normalidad, en Konoha no era nadie especial —comentó Nanko, que se sentía un tanto incómoda.
—Entonces, ¿eres capaz de utilizar magia? —preguntó la rubia.
—Sí, pero, por lo visto, aquí no está permitido. De todas maneras, manejo muy bien la katana. —Ashe asintió y chasqueó la lengua.
—Basta de cháchara, Anna, búscale una armadura a la nueva —ordenó la líder. La rubia asintió y entró dentro de la armería del anexo del palacio—. Su Majestad nos contrata para acabar con los enemigos de fuera de la muralla, ese será tu trabajo.
—Entendido.
—¿Sabes disparar? —preguntó Felix.
—¿Con qué? —dijo Nanko.
—Pues con un rifle, una pistola, ya sabes...
—No, no lo sabe, en Konoha no hay armas de fuego —explicó Ashe—. De todas maneras, solo el ejército real tiene acceso a las armas, así que no tendrás que preocuparte de eso. —Nanko asintió y pensó que, en un futuro, tendría que aprender a disparar.
Al cabo de una media hora, Anna volvió a su lado, abrazando una armadura plateada. Les contó que había tenido problemas encontrando una talla para una niña pequeña y que lo sentía.
—¿Problemas? —preguntó Nanko—. ¿Aquí no tenéis soldados jóvenes?
—Extranjera, para ser soldado o mercenario necesitas tener, como mínimo, dieciocho años. A diferencia de Konoha, aquí regulamos estas cosas. Si el Rey no te hubiera puesto aquí, no habrías podido trabajar con nosotros —explicó Felix de mala manera.
—Es curioso, parece que conocéis mucho de Konoha, pero yo no conozco casi nada de Saires... —murmuró Nanko, agarrando la armadura.
—Ve a vestirte y vuelve aquí, saldremos de misión en cuanto llegues —dijo Ashe.
La niña asintió y corrió hasta llegar a su habitación. Como solo llevaba dos días en ese país, se sentía desubicada. Sabía que, muy en el fondo, no encajaría nunca con esa gente. Mientras se cambiaba, pensó en que ojalá Konoha no dejase que niños fueran a la guerra, como en Saires.
Una vez hubo acabado, se miró en el espejo. La armadura era incómoda hasta decir basta, así que decidió quedarse solo con la parte de arriba y una placa del brazo derecho para usarla como escudo. Agarró una falda con pantalón del armario, que tenía forro para no pasar frío y se puso unas medias y botas altas. Colocó su katana en su espalda y, encima de sus hombros, se puso una capa roja. En el Reino siempre hacía frío, sin importar la época del año, así que el uso de la piel de animales era muy común.
Al volver con los mercenarios, se pusieron en marcha. Anna era la más amable y la única que quería hablar con Nanko.
—Por cierto, ¿por qué estás aquí? —preguntó Anna, sonriendo.
—¿A qué te refieres? ¿A qué hago en Saires o en el grupo de Mercenarios? —dijo Nanko.
—Ambas cosas. Sinceramente, no entiendo por qué trabajas siendo de la familia real.
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Sharingan | Nanko Uchiha | Shinki
Fanfiction3º L I B R O || S A G A S H A R I N G A N 3° Temporada de Mangekyou Sharingan Ruta Shinki Nanko observó en primera persona como todas las personas que una vez quiso habían muerto por su culpa. No dejaría que Shinki fuese parte de esa larga lista, n...