Capítulo 5: La salvación no redime a los muertos.

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—Por fin has vuelto —masculló Alexander mientras Nanko atravesaba la puerta principal del palacio, limpiándose un poco de sangre de sus mejillas.

—Lo siento, esta última misión se ha alargado un poco —explicó ella y pasó al lado del rey sin inmutarse.

—¿Tienes prisa? —preguntó el chico, dando zancadas para ponerse a su lado.

—Sí, tengo que ducharme. Hemos quedado para tomar algo en el Bar Saires —respondió Nanko mientras subía las escaleras.

—Está bien, pondré a alguien para que te abra la puerta.

—Gracias. —Nanko se acercó a la puerta de su habitación y agarró el pomo. —Por cierto, no tiene porqué ser amable conmigo. De hecho, me sentiría mucho más cómoda si no lo fuese.

La chica entró en su habitación y, al poco tiempo, Lumera apareció para ducharla. Si era sincera, a Nanko no le hacía demasiada ilusión que la viera desnuda pero, pese a que se había quejado, la mujer había dicho que era su deber, así que no pudo hacer mucho más al respecto.

Se metió en la bañera que Lumera había preparado tras encender la chimenea del baño y la mujer comenzó a restregar su piel con una esponja en silencio. El agua había comenzado a tornarse marrón por culpa del barro, así que a Nanko se le hizo tremendamente vergonzoso.

—No se preocupe por algo así —dijo Lumera, como si hubiera le hubiera leído la mente—. Lucha a diario por este sitio, hay mucha gente que no se atrevería a hacerlo.

Nanko asintió y se sumergió un poco más en el agua. La situación seguía siendo terriblemente incómoda y no podía cambiarla de ninguna de las maneras.

Una vez hubieron acabado, Lumera la vistió con un vestido granate y unos guantes largos para que no tuviera frío. Además, le dijo que había preparado una capa en la planta baja para cuando saliera. Nanko se lo agradeció y ambas abandonaron la habitación.

Una vez Nanko llegó a la sala de estar de la planta baja, se encontró con Alexander, que estaba leyendo "El príncipe". Ella no le dio demasiada importancia y se puso la capa sobre sus hombros.

—Dime, Nanko, si fueses reina, ¿qué preferirías? ¿Ser temida o amada? —El chico cerró el libro y se la quedó mirando.

—Es una situación hipotética y poco probable, ya que el pueblo nunca estará de acuerdo en odiar o amar a un dirigente de forma conjunta. Siempre habrán detractores y fanáticos —respondió ella, a quien no le importaban ni lo más mínimo los desvaríos de Alexander.

—Mójate. Si solo pudieras elegir una opción, ¿cuál sería?

—El amor es un vínculo entre dos personas que se puede romper a conveniencia por una de ellas y sin temor a las represalias —explicó Nanko—. El temor no requiere correspondencia, existe miedo por las represalias e invalida la voluntad del que siente miedo. Espero que mi respuesta le haya sido satisfactoria, Su Majestad. Ahora, me retiraré.

Alexander asintió y se quedó mirando el espacio en el que la chica había estado hacía apenas unos segundos. "Como era de esperar, Nanko es una persona lógica que no confía en nadie que no sea ella... ¡Qué divertido!", pensó el chico y dejó escapar una risa maquiavélica que resonó por todo el lugar, asustando a la mayoría de sus empleados.

Nanko caminó por las calles de la ajetreada ciudad con cierto recelo. Había comenzado a nevar —como era típico en el Reino— y ella no pudo evitar acordarse de sus viajes con su padre. "Padre está muerto, yo le maté... No sirve de nada pensar en ello —se dijo, pero, inconscientemente, sus ojos se habían llenado de lágrimas—. Su cadáver se habrá descompuesto y todos habrán superado su pérdida. Así que, ¿por qué me sigue doliendo tanto?". Una lágrima resbaló por su mejilla izquierda.

Sharingan | Nanko Uchiha | ShinkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora