Había una vez un castillo a las orillas del mar, era blanco aunque por fuera había un poco de humedad por las olas que golpeaban constantemente contra él. Todo blanco, pero tenía sus detalles, humedad, algo que no dañaria la estructura.
En ese castillo vivían los reyes de Moltan, la Reina Yuli y el Rey Jay, 38 años de reinado juntos. Eran unos adolescentes cuando se casaron, un matrimonio arreglado por supuesto.
Yuli era la hija de un Conde, muy codiciada por su belleza, su largo cabello rubio brillaba como el sol en las mañanas y sus ojos azules eran deslumbrantes, sin embargo su mayor encanto era su sonrisa, logrando que hasta el corazón más duro se ablandara. Así sucedió con el corazón de Jay, hijo mayor de los reyes de Moltan, heredero al trono.
En un principio estaba negado a casarse ¿Matrimonio arreglado? Claro que no, no quería un matrimonio sin amor, menos con la hija mimada de un conde. Si bien no la conocía, podía suponer cómo era, todas las hijas con padres importantes eran mimadas ¿Por qué ella sería distinta?
Pues resultó ser que sí lo era.
El día que la conoció el cielo estaba completamente celeste, ni una sola nube arruinaba la vista con el sol alto e imponente brillando. Acordaron verse en la playa junto al castillo y ella lo estaba esperando con un vestido del mismo color del cielo y su pelo suelto pero trenzado en la parte de arriba.
Se volteó al escuchar pasos detrás de ella, sus ojos encontraron al príncipe Heredero quien llevaba puesto un pantalón de vestir negro junto a una camisa color crema, la cual estaba desabotonada en los primeros ojales. Se veía relajado, como si este encuentro no fuera a determinar el resto de sus vidas.
El corazón de Jay martillaba en su pecho, sentía la sangre corriendo en sus oídos. Ella era simplemente un ángel, pero cuando sonrió fue cuando se sintió en el cielo.
Podría decirse que para ambos fue amor a primera vista.
[...]
Los gritos de la reina consorte retumbaban por todo el lugar. Su piel brillaba por el sudor mientras que caían algunas lágrimas sobre su cara, pero aún así una sonrisa de felicidad decoraba su rostro. A su lado, el Rey también lloraba y no le importaba que lo vieran así, no podía evitar transmitir la felicidad inmensa que sentía.
Un llanto fuerte se escuchó y ambos miraron lo que salía de entre las piernas de la reina.
Su primer hijo había nacido, Christopher, el príncipe Heredero.[...]
Con el pasar del tiempo el matrimonio se volvió un poco monótono, salidas de etiqueta, cenas con los altos cargos de diferentes reinos, una vida muy ajetreada.
La reina consorte se encontraba nuevamente embarazada, Cristopher ya tenía 17 años y a pesar de ser un adolescente rebelde como cualquiera a su edad, era muy responsable y protector de su madre. Él estaba emocionado por su nuevo hermanito.
Aquel día decidieron ir a una playa más alejada ya que querían sentirse desatados de las responsabilidades. Viajaron por la noche, y aunque había niebla en el camino el chófer conducía sin problema.
Christopher trataba de no quedarse dormido, su cabeza estaba apoyada en el regazo de su madre con su cara al lado de la panza, colocó una mano sobre ella, sintiendo como su hermano se movía y sonrió. Fue la última sonrisa de la noche.
[...]
Los sirvientes terminaron de alisar la camisa para luego ayudarlo a colocársela. El reflejo en el espejo no mostraba al Christopher que sus padres hubieran querido ver ascender al trono.
Él tampoco hubiera querido tener que ascender a los 18 años debido a la muerte de sus padres, pero la vida era una perra y había que seguir, no había tiempo para llorar.
No solo debía hacerse cargo del reino de Moltan, sino también debía ser un hermano mayor ejemplar, un padre y una madre para el pequeño Jeongin.
Su nacimiento fue traumático, lo tuvieron que sacar del cuerpo muerto de su madre, pero cuando esa pequeña criatura miró con sus ojos tan azules a Chris sin saber quién era iluminó su vida.Y aunque esa pequeña luz era muy tenue servía para lograr levantarse todos los días. Debía cuidar a su hermano pequeño y además debía ser un Rey ejemplar.
Su ropa debía ser impoluta, todo en colores blanco, crema y marfil a excepción de algunos detalles dorados. La corona enfrente suyo estaba colocada sobre una fina almohada roja de terciopelo, mirándolo y haciendo su situación real, más real de lo que ya era la muerte de sus padres.
Sus ojos se levantaron de la corona y miraron a su pueblo, muchos murmuraban y algunas mujeres lo miraban sonriendo enamoradas. No era secreto para nadie que era considerado de los príncipes más hermosos en todos los reinos y de ahí nació su actual apodo, Príncipe encantador.
Interesante apodo ya que hoy cambiaría. Ya no sería príncipe, sería Rey, el Rey encantador de Moltan.
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—Luci ✨

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Crossroad [1]
RomansaUn Rey encantador, así era como lo llamaban en el reino. Su apariencia impoluta y sonrisa deslumbrante cegaba a cualquiera que mirara en su dirección, el semblante imperturbable al estar en una multitud de personas gritando por su nombre. Era el Rey...