Child Of The Unseen| Gofushi

Los Recuerdos De La Mariposa Azul (Parte 2)

Suguru regresó inmediatamente al Reino Humano luego de terminar de hablar con su padre, yendo directamente a la aldea donde vivían los dos humanos con los que logró formar un vínculo. Le preocupaba que Sukuna pudiera estar buscando a su próxima víctima, siendo una verdadera tragedia si terminaba eligiendo a Riko o Satoru. Ambos ya no son niños pequeños, sin embargo aún no han alcanzado la mayoría de edad, lo que significa que su vida podría estar en peligro.

Es raro que esa maldición decida consumir la vida y el alma de un adolescente o incluso de un adulto, pero las posibilidades no eran inexistentes. Por lo tanto, Suguru planea quedarse con ambos, al menos hasta que la Mariposa Roja abandone la aldea. Fue una decisión difícil para él elegir a quién vigilar primero, decidiendo una vez que llegó a la entrada de la aldea.

"Ya que conocí a Satoru primero, creo que lo haré..." Se quedó en silencio, sintiendo la presencia de Sukuna flotando en el aire. "Así que esa maldición sigue en esta aldea," frunció el ceño profundamente, acelerando el paso hacia su destino sin pensarlo más ni dos veces.

La presencia de Sukuna se hacía más fuerte y cercana con cada paso que daba la Mariposa Azul, trayendo consigo algunos pensamientos negativos. '¿Podría ser que la Mariposa Roja ya haya elegido a su próxima víctima?' Esa única pregunta persistía dentro de su cabeza, al menos más que cualquier otra cosa. No era el tipo de persona que se dejaba consumir por la angustia, pero solo el pensamiento de que Satoru o Riko estuvieran en peligro era suficiente para perturbar su mente y para que el miedo se apoderara de su corazón.

En el camino, se encontró con algunas personas que no podían ver lo invisible, sin tener la menor idea de que se habían cruzado con un ser misterioso. Suguru no les prestó atención ni mostró interés en ellos tampoco, ya que sus dos preciados amigos no estaban entre ellos. Ni siquiera Sukuna. De hecho, nunca apareció ni hubo rastro de él en ninguna parte.

La Mariposa Azul llegó a la residencia de los Gojo sin ningún problema. Era un poco extraño decirlo, ya que podría haber jurado que la Mariposa Roja pasó por aquí no hace mucho tiempo. La residencia de los Gojo es la última casa en el camino que está por aquí, por lo que la única forma de regresar es recorrer este mismo camino.

Suguru debería haberlo encontrado en algún momento por aquí, a menos que estuviera escondido en algún lugar. Su presencia aún flotando en el aire confirmó que ese era el caso, sin embargo, no era fuerte como hace unos minutos.

Esto confundió a la Mariposa Azul más allá de las palabras. Al principio pensó que la Mariposa Roja podría estar dentro de la residencia, pero ahora no estaba tan seguro. "¿Podría haber recuperado sus mariposas y haberse ido volando? Pero si eso realmente sucedió, ¿por qué siento esta presencia débil y similar a la de él viniendo de la casa de Satoru?"

Sin ver el sentido de cuestionarse a sí mismo, se convirtió en una mariposa y entró a la residencia por encima de la puerta principal. Esta no era la primera vez que estaba aquí, por lo que ya sabía el camino y dónde se encontraba exactamente la habitación de su amigo.

Voló hacia adelante, el sol de la mañana arrojaba sus rayos dorados sobre la tierra debajo de él. Su cálido toque tranquilizó su mente y corazón por el momento, pero no lo suficiente como para hacer que Sukuna desapareciera de sus pensamientos.

La Mariposa Azul regresó a su forma original una vez que estuvo cerca de su destino, las habitaciones estaban separadas por varios pasillos. No fue una sorpresa que la presencia maligna viniera de la habitación del Gojo más joven. La Mariposa Roja siempre había disfrutado de devorar humanos que no habían alcanzado su madurez, después de todo.

Ahora las posibilidades de que Satoru se hubiera convertido en la próxima víctima eran realmente altas. ¿Era esa la razón por la que Suguru no se había encontrado o visto a alguien del clan Gojo? ¿Ni siquiera a los sirvientes? Todavía era demasiado pronto para pensar lo peor, pero no podía evitarlo cuando parecía que no había nadie alrededor.