Adrián
La mañana del vuelo a mi nuevo hogar fue un poco estresante porque no había parado de despedirme de mi gato, mis abuelos, mis padres, mis amigos y de todo el que se ponía por delante desde que había puesto un pie fuera de la cama.
Había quedado directamente con Ulises en el aeropuerto.
Ulises, madre mía Diana cuando sepa la verdad.
Él era uno de los chicos de clase, no éramos muchos porque predominaban las chicas por lo que nos conocíamos bastante entre nosotros, lo que pasa es que Ulises pues no se relacionaba mucho con nadie y siempre se dedicaba a ir a clases y a no intervenir mucho.
Sin embargo, era de mis chicos favoritos porque era una persona divertida, carismática, charlatana, dulce... bueno, todo ello pasado por el filtro del sarcasmo y de la ironía para ser fiel a la realidad.
Era un chico muy reservado, pocas veces lo veías hablar y daba la sensación de que antes de hablar contigo hacía un escaneo de tu personalidad y consideraba si eras apto o no para tener conversaciones con él.
Por lo que no se llevaba en su mayoría con mucha gente, lo cual me hacía sentir bien porque él y yo encajamos desde el primer día, siempre dije que me animé por Lila y Diana para irme a estudiar fuera, pero quien me convenció del todo fue él.
Es una putada que se lleve mal con la mayoría de chicos de clase, los considera un poco vacíos, la verdad es que a mí también me daban un poco de vergüenza ajena a veces.
Pero borracho todo el mundo es agradable.
Cuando lo vi en el aeropuerto llevaba puesta una camiseta de tirantas negras, raro en él que siempre iba con jerséis de punto encima de camisas, pantalones holgados, su gabardina beige, a veces un poco más roquero de lo normal por la chupa de cuero, pero siempre iba con ese rollito de bohemio que lo caracteriza.
Por lo que verlo vestido con ropa de deporte me sorprendió. En cuanto llegó a mi lado me dio un suave abrazo con apretón incluido y yo saludé a su hermana brevemente que me miraba con ojos demasiado intensos. Es solo una chica de diecisiete años, contrólate Adrián.
Llevo meses sin hacer nada con nadie, nada de nada, así que mis hormonas no estaban en su mejor momento.
Del abrazo le había manchado a Ulises las gafas de cristal redondo que tiene por lo que estaba limpiándolas.
Ese dato siempre se me olvidaba de él porque las lleva a todas horas así que las considero parte de su cara como la nariz o los labios. Así como su pelo moreno que es lacio y siempre lleva dividido en una raya por la mitad con un estilo muy noventero.
Su hermana no paraba de mirarme así que me centré en ver a nuestros padres conversar y él me puso la mano en el hombro.
—De verdad que no sé cuántas veces voy a agradecerte que me des hueco en tu casa.
—Bueno, ya sabes que todavía te queda una sorpresa.
—Que tenemos que dormir en una cama, ya lo sabía.
Me reí y él me dio un suave golpe en las costillas. Yo negué mientras sonreía y lo miraba con cierta duda sobre si le parecería bien la idea de convivir con una chica.
Yo jamás he visto a Diana con otros ojos diferentes a los que se tiene con una amiga y eso que alguna que otra vez en fiestas al bailar con ella me ha llegado a poner contra las cuerdas.
Digo siempre que nunca me ha gustado y creo que es verdad, no de manera romántica, sí a veces de manera sexual porque sería de no tener sangre en el cuerpo el hecho de no habérmelo planteado alguna vez.
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En El Punto De Partida
Teen Fiction¿Y si volvieses al punto de partida para comenzar de nuevo? Eso pensó Diana cuando volvió a Dublín, país donde su madre conoció a su padre y donde todo comenzó hace ya veinte años. Lo que ella no sabe es que no es la única en pensar que viajar es en...