4. Acompañarte a estar sola.

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De cuando tenían 7 años

Rus tomó de la mano a Chiara, como si esa fuera la señal de que todo estaría bien a partir de ese momento, apretó su mano con fuerza, y sin darle tiempo a pensar en lo que estaba ocurriendo, la arrastró hacia una mesa al fondo del patio, donde ya estaban sentadas dos niñas

- Ven conmigo —le dijo con una sonrisa llena de confianza, y Chiara sin un atisbo de duda la siguió.

En la mesa las dos niñas charlaban animadamente.

- Chicas, ella es Chiara, pero le pueden decir Kiki —anunció Rus con su voz firme, como si con solo decirlo, le estuviera dando un lugar en aquel grupo.

Ruslana le soltó la mano a Chiara y la empujó suavemente hacia la mesa. Las dos niñas la miraron con curiosidad.

Denna, una niña de cabello rubio y ojos brillantes fue la primera en saludarla.

- Yo soy Denna, y ella es Violeta —dijo la rubia con una sonrisa tan radiante como su cabello. Con un gesto amable, le ofreció un lugar en el banco junto a ellas.

Violeta, por otro lado, permanecía más tranquila, observando a Chiara con una curiosidad reservada. Su cabello negro brillaba bajo el sol, contrastando con su piel y sus ojos marrones que parecían ver más de lo que decían. Le sonrió, pero de una manera más suave, como si estuviera midiendo sus pasos, intentando entenderla sin decir nada, como si pudiese ver a través de ella. Porque en ese instante Violeta pensó que dentro de aquella niña pelinegra de ojos verdes brillantes y gafas de pasta negra se escondía mucho más de lo que se veía a primera vista. Y Chiara por su parte, en ese breve cruce de miradas por primera vez se sintió verdaderamente vista, como si con esa sola mirada pudiera saberlo todo de ella.

Chiara se sentó tímida en el lugar que le había ofrecido Denna, sin saber muy bien qué decir. No estaba acostumbrada a hacer nuevas amigas, y mucho menos después de lo que había pasado en los últimos días. Había pasado tanto tiempo sintiéndose fuera de lugar desde que llego a la nueva escuela que la idea de sentarse con ellas y ser aceptada le resultaba extraña. Aun así, no podía negar que, por primera vez desde que estaba ahí, se sentía... bien. No del todo cómoda, pero sí un poco más tranquila.

Denna hablaba sin parar, con la alegría de alguien que siempre tenía algo que decir, mientras Violeta escuchaba con una sonrisa pequeña, pero constante. Chiara permanecía en silencio, pero intentaba seguir la conversación, aunque no sabía bien de qué estaban hablando. Era como si sus palabras fueran música de fondo, un murmullo agradable que no necesitaba entender completamente para saber que todo estaba bien. Cada tanto, Violeta le lanzaba miradas que la hacían sentir como si fuera bienvenida, incluso sin necesidad de hablar. Había algo en la presencia de aquella chica que le transmitía a Chiara una calma que no había sentido nunca.

Y de repente, se dio cuenta de que, en medio de ese ruido, de esas voces y risas, algo en ella comenzaba a relajarse. Sintió algo cálido en el ambiente, una sensación de acogida que no había experimentado. Dejo de pensar en los niños crueles, en la comida que le habían lanzado, y en cambio, se centró en ese momento. En la mesa con Rus, Denna y Violeta. Sin darse cuenta, empezó a reírse de los comentarios de Denna. Fue algo natural, como si su cuerpo decidiera por fin unirse al ritmo del grupo, y en ese pequeño momento de risa compartida, supo que algo había cambiado. Por primera vez una sensación de pertenencia la invadió, por primera vez en días no tenía miedo. Estaba bien donde estaba. Y mientras Rus seguía hablando con entusiasmo sobre algún juego que jugaban en los recreos, Chiara sonrió, sabiendo que, al menos por ahora, las cosas estaban mejor.

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Kiki estaba sentada en una esquina del patio, observando a los demás niños correr y jugar. Aunque los últimos días habían sido maravillosos con sus nuevas amigas, aún no se acostumbraba del todo a estar siempre acompañada. A veces, como ese día, prefería buscar un rincón tranquilo, un pequeño refugio para sus pensamientos.

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⏰ Última actualización: Oct 09 ⏰

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