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Mientras se acomoda en el sofá empuja la pierna de su amigo, mismo que abarca más espacio del disponible para ambos. La tonalidad amarilla del foco que los miembros mayores decidieron adquirir recientemente para iluminar la sala lo hace entrecerrar los ojos a esa altura del día; Sunoo sólo puede juzgar la compra con rechazo, en especial porque cree que que la luz cálida poco lo favorece cuando va a tomarse una foto casual.

Si hay alguien a quien apenas le importa lo que lo favorece o no, definitivamente es Jongseong. El muchacho a su lado sostiene su fleco de manera desprolija con un broche verde neón mientras deja que la mascarilla en su rostro cumpla los veinte minutos de descanso. Sunoo está por burlarse al respecto, pero las risas de los personajes en la televisión se adelantan a la suya.

Es un sábado como cualquier otro, hasta que deja de serlo.

La puerta principal se abre y Sunghoon cruza por ella. Sunoo gira la cabeza y está a punto de soltar el mismo saludo monótono que le dedica a todos, pero darse cuenta de que algo no está bien lo hace titubear. No es el hecho de que el recién llegado esté empapado de pies a cabeza, ni que olvide quitarse su calzado lleno de barro en la entrada, o que de un portazo mientras apresura el paso por la sala. Las luces rojas de alerta se encienden en su cerbro porque el rostro de Sunghoon, normalmente impasible, está marcado por una sombra que no logra esconder ni si quiera detrás de la sonrisa de labios apretados que les dedica al notar que lo u viendo.

Lo delatan los ojos, o eso piensa Sunoo; los ojos de Park Sunghoon, en mayor o menor medida, siempre cuentan con algún tipo chispa. Ahora lucen tan vacíos como la nevera aquel fin de semana.

—¿Te trajiste la lluvia contigo o qué? —bromea Jongseong, también echando un vistazo.

Esperan con paciencia una contestación igual de ocurrente por parte de Sunghoon, sin embargo, el único sonido que reciben son las pisadas fuertes del joven en dirección al baño y, posteriormente, el ruido del agua correr por la ducha.

Jongseong frunce el ceño. Sunoo se siente inquieto.


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Durante la cena, Sunghoon se sienta en la esquina de la mesa y conserva completo silencio. La conversación fluye a su alrededor con la naturalidad usual, salvo por su presencia casi fantasmal. A Sunoo le pone los pelos de punta notarlo.

Por introvertido que pueda ser, su compañero encuentra con frecuencia la manera de tomar el timón de las charlas grupales con ingeniosos chistes y provocar risas sin demasiado esfuerzo. Esta noche los hace pensar que sus cuerdas vocales han sido cortadas.; ni un murmullo, ni un suspiro... Ni siquiera pide que le pasen la sal que suele echar excesivamente a sus verduras.

Jongseong y Jake son los que adoptan el rol de oradores durante esa comida mientras Sunghoon se limita a llevar a cabo repetidas veces dos acciones: asentir con la cabeza y masticar como un robot la carne de su plato. Sunoo mentiría si dijera que no lo desespera, lo suficiente para que intente molestar al mayor robándole una albóndiga; la única reacción que obtiene es una mirada cansada y la ausencia de palabras. Con un dejo de vergüenza, Kim regresa el trozo de comida y la mala sensación que se extiende por su estómago lo hace abandonar también la mitad de su propio plato.

Jake y él deben lavar las vajillas luego de la cena, por decisión del infantil sorteo que Jungwon realiza semanalmente.

«Jake es cercano a Sunghoon», piensa, y quizás es esa cercanía la que lo impulsa a manifestar la incomodidad que descansó sobre sus hombros durante las últimas horas. Una vez que el resto de miembros se dispersa en sus habitaciones, Sunoo se atreve a abrir la boca.

A PLACE TO FALL | 𝙨𝙪𝙣𝙨𝙪𝙣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora