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Sunoo siente que el mundo se desacelera. Los ensayos vocales, las coreografías, las transmisiones en vivo, las sesiones fotográficas: todo ha quedado suspendido. Ahora su tiempo es otro, más pausado, un silencio forzado por órdenes del médico. Está de descanso, aunque la palabra "descanso" no le sienta bien. Le pesa. Es lo último que cree necesitar.

Tal vez su cuerpo lo necesite, pero su mente está desesperada por retomar el ritmo vertiginoso. Gozar de tiempo libre para pensar no es algo que lo entusiasme, no después de todo lo que ha sucedido.

Su error en el escenario lo habría afectado profundamente en otro momento; sin embargo, hoy no ocupa el primer lugar entre sus pensamientos. Tampoco lo hacen los dolores musculares, el vergonzoso ataque de pánico, los comentarios en las redes sociales ni el duro reproche que recibió de Yuki en el hospital. Todo se siente ajeno cuando recuerda a Park Sunghoon. O, más concretamente, sus acciones.

La primera semana posterior al beso es un caos de emociones. Por lo menos durante tres días, Sunoo se despierta con la imagen de Sunghoon anclada en su mente, como una de esas canciones pegajosas que tararea en la furgoneta solo para molestar a Niki. Lo marea un poco.

Sunghoon nunca fue bueno consolando a nadie; Sunoo no lo descubrió hasta que lloró en un concierto y Park simplemente se acercó para darle un apretón de manos. No obstante, aquella idea sobre su compañero flaqueó en la noche de su más reciente presentación. La calidez de su abrazo, la manera en que el mayor retorcía sus dedos alrededor de su cabello, el hecho de que, siendo tan pésimo para verbalizar pensamientos que implicaran un mínimo de sentimentalismo, había acertado igualmente en su corazón con el dardo que representaron sus palabras... Fue todo lo que Sunoo necesitaba escuchar y recibir sin saberlo, tan correcto que consideró que quizás Sunghoon había superado la barrera de torpeza social al tratar con emociones. Al menos hasta que sintió el calor de unos labios sobre los suyos.

El beso no consoló a Sunoo en lo absoluto. Se sintió tan bien que no pudo cumplir con esa función.

El impulso de corresponder el gesto fue, y sigue siendo, demasiado desconcertante como para resultar útil. Le aterraron la aceleración de sus palpitaciones y el cosquilleo en su estómago, pero es aún más perturbador que, incluso ahora, su labio inferior hormiguee ante el simple recuerdo.

Desde esa noche, el discurso que repite mentalmente mientras se cepilla los dientes por la mañana es el mismo: fue un desliz. Ambos estaban exhaustos y emocionalmente vulnerables en ese momento, quizás hasta necesitados de la cercanía que compartieron. Sunghoon no puede haberlo hecho con la intención que parecía sugerir; Sunoo se convence de ello, pues la idea de que Park haya actuado con plena consciencia es un sinsentido que le provoca escalofríos. Porque solo con pensarlo, Sunoo siente el calor arremolinarse en su pecho y una sonrisa boba asomarse en su rostro; y no puede ser así, no debe ser así.

A Sunoo no le disgustan los chicos; es algo que aceptó durante su adolescencia, pero la industria en la que se encuentra no es un lugar donde desee abordar el tema, no mientras pretenda mantener su carrera a flote. Nunca fue un problema para él, ya que no esperaba que algo ocurriera en medio de la caótica vida de un ídolo. Hasta que sucedió, y no con cualquier chico, sino con Park Sunghoon.

Park Sunghoon, otro ídolo, su compañero de trabajo y, aún más importante, uno de los mejores amigos que ha tenido en toda su vida.

Ser tan cercano al mayor como lo es ahora era algo que había deseado desde el primer día que lo conoció, aunque nunca supo por qué. Conseguirlo le costó un par de años, pero finalmente Sunoo se siente bien con la relación que han desarrollado. La dinámica que han construido en la última quincena de meses es sólida, casi inquebrantable. Casi, porque desde el beso, algo ha cambiado. Todo.

A PLACE TO FALL | 𝙨𝙪𝙣𝙨𝙪𝙣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora