La lluvia caía a cántaros sobre la ciudad, convirtiendo las calles en espejos que reflejaban las luces de neón de los bares y tiendas. El constante golpeteo del agua contra el pavimento se convertía en una sinfonía melancólica que resonaba en la mente de muchos, pero para Dabi, tenía un significado diferente. Era un recordatorio de que, aunque el mundo parecía estar cubierto por un brillo artificial, él aún luchaba por encontrar su lugar en aquella vorágine luminosa.Esa noche, el aire pareciese estar impregnado de una combinación de frescura y anhelo. Dabi caminaba por una acera resbaladiza, la chaqueta negra abrigo al frío, mientras sus pensamientos se arremolinaban como las hojas arrastradas por el viento. Tenía 22 años y, aunque la vida había empezado a ofrecerle un camino relativamente claro lleno de estudios y planes, había algo que lo mantenía cautivo: su amor platónico por Shoto.
Cada vez que pensaba en él, su corazón aceleraba su ritmo, como si estuviera tratando de alcanzar un destino inalcanzable. Shoto era su amigo desde la infancia, una presencia constante en su vida, pero también un misterio que Dabi no podía desentrañar del todo. La dinámica entre ambos era curiosa: mientras Dabi se sumía en su mundo reflexivo, Shoto era el alma de la fiesta. Era extrovertido, risueño, un torbellino de energía que podía encender hasta el más apagado de los días. Y aquello lo dejaba confundido; Dabi se preguntaba si el roce fugaz de sus manos significaba lo mismo para Shoto que para él.
Esa noche, decidió aventurarse a su bar favorito, un pequeño lugar escondido entre las calles de la ciudad que siempre emanaba una vibra acogedora. Las paredes estaban adornadas con recuerdos de noches pasadas, fotografías de amigos, y en un rincón, un viejo piano desafinado que alguna vez había resonado con los sueños de quienes se detuvieron a mirar. Al cruzar la puerta, el sonido de la música en vivo lo envolvió, creando un refugio donde las preocupaciones parecían desvanecerse.
La banda tocaba una melodía suave, perfecta para disfrutar de una noche tranquila, y aunque Dabi intentaba concentrarse en el ambiente, su mente siempre regresaba al mismo tema: Shoto. Sin pensarlo demasiado, encontró una mesa en una esquina y se acomodó, observando cómo la gente bailaba y reía, una danza interminable de alegría que siempre lo hacía sentir un poco aislado.
Mientras saboreaba su bebida, la puerta se abrió de nuevo y, contra todo pronóstico, una figura familiar cruzó el umbral. Era Shoto, y la atmósfera a su alrededor se iluminó aún más. El chico lucía radiante, con un vestido azul que realzaba su figura y un brillo especial en los ojos que iluminaba toda la habitación. Dabi sintió cómo su corazón daba un vuelco, pero también una punzada de inseguridad que se instaló en su pecho como un pez atrapado en una red.
—¡Dabi!— exclamó Shoto, acercándose a él con una sonrisa que podía derretir el hielo de una Alaska en invierno. La voz de Shoto era como un canto de sirenas en medio de una tormenta; lo atraía de una manera que no podía ignorar. —¿Estás aquí solo? ¡Esto es locura! Tienes que unirte a la fiesta.—
En ese instante, Dabi deseaba tener el valor para lanzarse al abismo de sus sentimientos, para gritar que sí, que quería bailar, reír y, sobre todo, estar a su lado. Pero el miedo lo ató a su asiento.
—No, no quiero arruinarlo,— murmuró, intentando ocultar el nerviosismo en su voz, entrelazando sus dedos de manera distraída sobre la mesa.
El albino se sentó junto a él, y como un torbellino, comenzó a hablar de sus planes, de la música que escuchaba, de amigos que no conocía pero que parecían ser parte de un mundo del cual él estaba excluido. Dabi lo escuchaba atónito, admirando cada palabra, cada risa, hipnotizado por su presencia. Disfrutaba de esos instantes, pero al mismo tiempo, una sombra de inseguridad se cernía sobre él, haciendo más difícil el momento. Sentía que lo perdía, que se deslizaba entre sus dedos como el agua que mojó las calles por fuera.
—Shoto,— logró empezar él, entrelazando sus dedos nerviosamente—. Quiero decirte algo…
Sin embargo, antes de que pudiera terminar, un grupo de amigos de Shoto apareció, interrumpiendo su momento. Una oleada de energía irrumpió en la conversación y la habitación se llenó aún más de risas. Los ojos de Shoto brillaban mientras se giraba entusiasmado para saludarles, y Dabi, con el corazón en un puño, se sintió un tanto relegado. La música subió de intensidad, y Shoto comenzó a bailar con sus amigos, contagiando su energía a todos a su alrededor. Era un espectáculo que lo fascinaba y, a la vez, lo inundaba de tristeza.
En ese instante, Dabi se volvió invisible, como un fantasma limitado a ocupar un espacio en el que realmente no pertenecía. Y mientras él permanecía sentado, observando a Shoto girar, reír y disfrutar del momento, una certeza se fue haciendo un hueco en su pecho. La conexión que siempre había sentido no era solo amistad; era un amor profundo, un sentimiento que había crecido entre ellos y que, por alguna razón, nunca había encontrado el momento adecuado para salir a la superficie.
La lluvia golpeaba cada vez con más fuerza, resonando contra las ventanas del bar, casi como un eco de sus emociones. Las dudas y los temores se entrelazaban en su mente, haciendo más evidente la resistencia que sentía ante la idea de abrirse y ser honesto consigo mismo, pero había algo más poderoso que eso: la necesidad de ser honesto no solo con Shoto, sino consigo mismo.
Mientras la noche avanzaba, Dabi comprendió que, aunque el miedo lo envolviera, había llegado el momento de dar un paso adelante. Era hora de enfrentar lo que realmente sentía. El entorno vibrante, lleno de vida, donde todos parecían fluir naturalmente, lo impulsaba a salir del cascarón de dudas que lo aprisionaba.
Con la determinación apoderándose de su pecho, Dabi decidió que ya no se quedaría en las sombras. Se levantó y se unió a la multitud, dejando atrás su timidez. Era un impulso casi instintivo; cada paso fue un esfuerzo por alejarse del lugar seguro que solía ser su refugio. Se acercó al grupo donde Shoto reía y bailaba, su corazón latiendo con fuerza.
La música lo abrazaba, cada nota envolvía sus pensamientos y lo empujaba a acercarse más a su amigo. Se detuvo justo al borde del grupo, nervioso pero decidido. El momento era ahora. Sin embargo, no sabía cómo encontrar las palabras adecuadas. El miedo seguía acechando en su interior, recordándole todo lo que podría perder si lo arriesgaba todo.
Pero a esa altura, Dabi se dio cuenta de que vivir en la sombra del miedo era, quizás, el verdadero riesgo. Tal vez era el momento de arriesgarse a ser vulnerable, de permitir que sus sentimientos fueran conocidos, sin importar el resultado. Al fin y al cabo, el amor verdadero merecía ser arriesgado, merece ser honesto.
A medida que la música alcanzaba un crescendo, Dabi decidió que, sin importar qué ocurriera, daría el paso y abriría su corazón. 𝑷𝒐𝒓 𝒒𝒖𝒆 𝒂𝒗𝒆𝒄𝒆𝒔, 𝒆𝒍 𝒂𝒎𝒐𝒓 𝒆𝒔𝒕𝒂́ 𝒂𝒍 𝒃𝒐𝒓𝒅𝒆 𝒅𝒆𝒍 𝒓𝒊𝒆𝒔𝒈𝒐, 𝒚 𝒗𝒂𝒍𝒆 𝒍𝒂 𝒑𝒆𝒏𝒂 𝒍𝒂𝒏𝒛𝒂𝒓𝒔𝒆 𝒂𝒍 𝒗𝒂𝒄𝒊𝒐. Con cada latido, la música lo animaba a confesarse, y Dabi se sintió, por primera vez en mucho tiempo, completamente vivo.
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Holis quería avisar que hace tiempo no escribo ya que me borraron mi cuenta anterior y ando retomando la escritura espero les guste la historia, algún que otro capítulo será corto y tardo un poquito en actualizar así que tenganme paciencia nos vemos en el próximo capítulo ^^
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Enamorado de mi mejor amigo de la infancia ;Dabitodo
RomanceLa historia es Dabixshoto solo que en esta ocasión dabi no es villano y está en la U.A estudiando junto con shoto